viernes, 5 de noviembre de 2010

Elías Pino Iturrieta: “El republicanismo ha topado con el formidable escollo de los personalismos” (entrevista)


Pino Iturrieta: “Cada época se las arregla para resguardar su memoria de la manipulación de los poderosos”. Foto: El Nacional.


El Dr. Elías Pino Iturrieta, vehemente investigador que registra la memoria del país con la escritura de su pasado, es el actual director de la Academia Nacional de la Historia. El entrevistado egresó como Licenciado en Historia de la Universidad Central de Venezuela, en 1962, y obtuvo en el Colegio de México, en 1969, un Doctorado en Historia. En la actualidad también es Director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica “Andrés Bello”, coordinador del Doctorado en Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela; profesor Titular de la Facultad de Humanidades de la UCV, e integrante del Sistema Nacional de Investigaciones del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Venezuela, con el escalafón de Investigador IV. Entre 1995 y 1998 fungió como presidente de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” (CELARG). Dentro de sus múltiples actividades se registra la de ser un acucioso escritor. Algunos de los libros que lo atestigua son: La mentalidad venezolana de la Emancipación; Contra lujuria castidad, Historias de pecado en el siglo XVIII venezolano; Ventaneras y castas. Diabólicas y honestas; La mirada del otro; Viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX; Fueros, civilización y ciudadanía; Venezuela metida en cintura; País archipiélago, El Divino Bolívar, Ensayo sobre una religión republicana; Ideas y Mentalidadedes de Venezuela; y Nada sino un hombre, este último, un singular análisis referido a cómo Venezuela ha dependido, desde su nacimiento, de la influencia de los personalismos; en una reiterada experiencia, que según su autor, ha colocado al país en extensos trechos de su historia ante el desamparo de verse sometida “al capricho de un individuo convertido en amuleto y en tabla de salvación”.

En la memoria colectiva de los venezolanos el 19 de abril de 1810 palpita como un importante recuerdo, en cuya imagen se retrata el cambio político que modificó los destinos de lo que hasta entonces había sido la Capitanía General de Venezuela.
A raíz de la invasión de España por los franceses, en 1808, y de la abdicación del rey Fernando VII, se originó una crisis española, que había dejado un trono descabezado y a unos súbditos de la corona en completa orfandad en las colonias americanas.
Ante esta situación, en Caracas, se suscitó un movimiento popular que aunque en sus inicios tuvo como objetivo declarar la constitución de una junta suprema que resguardara los derechos del rey depuesto, y ejercer el poder temporalmente, se convirtió luego en un proceso que devino en una gesta que, guiada por civiles, materializó la ruptura con España y la creación de una nueva República.
A docientos años de aquella fecha aún se producen discusiones sobre si aquel abril fue la expresión de un proceso de nacionalidad en formación, o si fue únicamente una acción de auténtica lealtad para salvaguardar una monarquía en crisis.
Para los miembros de la Academia Nacional de la Historia, la discusión quedó zanjada el 5 de mayo de 1909, cuando esta institución aprobó por unanimidad que el 19 de abril de 1810 es la fecha fundacional de la Independencia de Venezuela.
En acuerdo pronunciado por esta institución el 30 de abril de 1909, sobre la significación de la efeméride en la Historia de Venezuela, en una de sus partes quedó expresado que: “El Jueves Santo, 19 de abril, se desplomó en Venezuela el coloso del despotismo, se proclamó el imperio de las leyes y se expulsaron a los tiranos".
“La Academia Nacional de la Historia, -concluyó el acuerdo-, reconoce con los Ilustres Próceres fundadores de la Patria, con el Generalísimo Miranda, precursor de la Independencia, y con el mismo Libertador Simón Bolívar, que la revolución verificada en Caracas el 19 de abril de 1810, constituye el movimiento inicial, definitivo y trascendental de la emancipación de Venezuela”.
Para fijar algunos aspectos en torno al tema, el historiador Elías Pino Iturrieta fue convocado a responder algunas preguntas.

¿Qué argumentos justificaron la ruptura con el imperio español el 19 de abril de 1810? ¿Estaba en la mente de quienes tuvieron la iniciativa, alcanzar la verdadera independencia, o era simplemente una oportunidad para hacerse del poder, en un marco de obediencia a las instituciones de la monarquía?

Los argumentos de 1810 se referían esencialmente a la crisis española, a la acefalía del trono y a la orfandad de los súbditos. Es lo que se observa en los documentos del momento, pero quizá solo se trató de encubrir una necesidad de autonomía cuyos testimonios no escasean desde la segunda mitad del siglo XVIII. Los primeros pasos son ambiguos, pero decididos. Los primeros pasos se anuncian como un tránsito, pero las medidas inmediatamente posteriores remiten a un proyecto de mayor profundidad, a un viaje de mayor aliento.

¿Puede aseverarse que el movimiento del 19 de abril de 1810, es un movimiento absolutamente civil, al que podemos despojar de la presencia heróica de un único actor, civil o militar?

El ingrediente militar del 19 de abril se encarnó en Vicente Emparan, el perdedor del episodio. Los manejadores del teatro portaban levitas y sotanas, sin que sus ideas se hubiesen cocinado en un cuartel. Tomaron en breve medidas de defensa y convocaron alistamiento de tropa, como era natural, pero la orientación predominante fue la de la transacción entre elementos civiles, así en Caracas como en la mayoría de las provincias que secundaron el proceso.

¿Es exacto afirmar que el 19 de abril de 1810 fue el primer referéndum que se celebró en Venezuela? En todo caso, ¿qué tipo de cambios se produjeron en la mentalidad de los venezolanos, como individuos y como sociedad, derivados de ese movimiento?

Creo que el término referéndum no acomoda. Estamos frente a un acto de un reducido y exclusivo elenco de personas que no representaban ni podían representar al resto de la sociedad. La acción de ese elenco apenas sorprendió a la mentalidad de entonces, sin llegar a cambiarla. La metamorfosis sucederá luego, como consecuencia de la guerra que en el momento era apenas una posibilidad.

¿Influyó el 19 de abril de 1810 en los movimienntos que generaron iguales consecuencias en países como Argentina, México, Chile, Colombia? ¿Cómo se explican esas repercusiones en un territorio geográficamente incomunicado?

La influencia del 19 de abril en el vecindario es difícil de demostrar. Se relaciona con el resto de Hispanoamérica porque en sus diversas latitudes ocurren, casi en simultaneidad, movimientos semejantes, de juntismo reformista debido al cual se diseñarán, a mediano plazo, los mapas de las futuras repúblicas.

¿Qué clase de vínculos se pueden establecer entre la conmemoración del 19 de abril de 1810, el 5 de julio de 1811 y la lucha de la gesta de independencia?

La Independencia política encuentra origen en los sucesos del jueves santo. Por consiguiente, el vínculo es obligante y estrecho. La despedida del Capitán General y de los funcionarios metropolitanos permite la deliberación de los criollos, que desemboca en la declaratoria del 5 de julio y en el comienzo de la guerra.
El eje central del 19 de abril de 1810 es el de un proyecto republicano, al que se le atribuye el reconocimiento inicial de conceptos como autonomía, representación, soberanía, república y ciudadanía.

¿Cree usted que Venezuela, como país, al cabo de 200 años de historia, ha podido desarrollar plenamente esos conceptos?

Los sucesos del 19 de abril abocetan el republicanismo, pero no lo expresan a plenitud. Tenemos que esperar al año siguiente para que los principios fundacionales de la república se acojan como asunto imprescindible y formen parte de las vivencias venezolanas. O quizá más tiempo, porque el republicanismo ha topado con el formidable escollo de los personalismos, y del influjo de los fueros y los privilegios ajenos al derecho de ciudadanía, que llega hasta la actualidad.

¿Hasta dónde, y de qué manera, piensa usted que la memoria histórica de un país debe mirarse de nuevo para establecer relaciones con la actualidad, sin que esas vinculaciones se usen para sostener inetereses personales o grupales?

Cada generación forja su memoria, cada época alimenta y cosecha según su talante los recuerdos colectivos, cada posteridad invita a la elaboración de una historiografía nueva y distinta. Pero, también, cada época se las arregla para resguardar su memoria de la manipulación de los poderosos. Los poderosos sólo manipulan el pasado a título provisional, porque no pueden asediar caprichosamente el pasado para derrotarlo o para colocarlo a su servicio, no en balde lo cuidan celosamente sus deudos.

¿Cuál cree usted que es el legado fundamental del 19 de abril de 1810?, y, ¿qué papel le corresponde jugar a las universidades en estas discusiones?

El legado fundamental del 19 de abril fue como el de la primera piedra de un edificio cuyos planos apenas existen en la imaginación, pero sin ese fundamento se hacía imposible la construcción. Pero son temas discutibles, y el mejor lugar para la discusión es la universidad, debido a las herramientas que maneja para la creación de nuevos conocimientos y al imperio de la tolerancia que debe ser su misión y su obligación.




Desentrañar los arcanos de la antigüedad

En el ensayo Necesidad y despotismo de los héroes, de Elías Pino Iturrieta, el historiador trujillano, nacido circunstancialmente en Maracaibo, deja sentado que “entendida como faena académica, la reconstrucción del pasado debe poner a los hombres y a los tiempos en su lugar”. De la afirmación se desprende que la historia, -o mejor-, la historiografía, es un trabajo académico, que “se hace con documentos”. Asevera Pino Iturrieta en el artículo ¿La historia se hace con documentos?, publicado en el diario El Universal el 24 de abril de 2010 que: “La posibilidad de acercarse a sus contenidos no es monopolio de un esclarecido elenco de genios a quienes incumbe desentrañar los arcanos de la antigüedad en términos exclusivos, pero tampoco corresponde al dominio de los advenedizos. El tratamiento de las evidencias de otras épocas no sólo requiere entrenamiento profesional, razón por la cual se ha convertido en carrera universitaria, sino también exigencias de equilibrio, sin las cuales la interpretación de sus contenidos es dominada por la arbitrariedad y puede desembocar en retos escandalosos contra la trayectoria de un pueblo. La trayectoria de un pueblo no depende de las agallas de los individuos que reinan en la posteridad, sino de cómo descubren los historiadores una evolución tal cual fue ella de acuerdo con las conminaciones de cada tiempo, sin anacronismos ni superposición de valores. El análisis documental colinda con el disparate y penetra los pantanos de la falsificación, cuando se ocupan del asunto personas cuya credencial no es otra que la improvisación”.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

TORRE


Ciudad. Foto de José Antonio Rosales.

Cuéntenme una cosa ¿cómo anda el mundo allá fuera? ¿Es verdad que la ciudad ya no va por las calles, y que el transeúnte, común y corriente, resolvió lanzarse de bruces al pavimento?

¿Qué hay de nuevo en los bares y maviles? ¿Se bebe igual, o con menor intensidad?¿Qué se escribe, qué se habla? ¿Hay algún comentario reciente digno de ser multiplicado? O es que acaso Orfeo-Orfeo ha muerto.

Por acá, el encierro es insoportable. Estas cuatro paredes de concreto y cristal asfixian hasta el vértigo, y la altura produce confusión en los pensamientos. Las sombras andan solas, pues la lentitud de los paseantes las dilatan. En los fosas de los ascensores hay inquietud constante. El vuelo de unos pájaros, lanzados en picada desde los sótanos, rasguña el rostro del poco viento que da en la cara.

Ni siquiera la novedad de una vista panorámica de la ciudad desde lo alto, aquieta. Al alma le gusta planear a ras del suelo, cerca de la tierra, porque en lo alto hay que estar atento a los impactos de las balas, sobre todo, las perdidas.

Además, no tengo costumbre por el efecto de unas cervezas a 50 metros de altura. El alcohol es para los hombres de a pie y no para las aves.

En todo caso, y por ahora, desde el nido de los alcones los observo, con la envidia de quien recuerda y extraña la placidez de los pasos. Sobre todo ahora, cuando la muerte ha rondado tan cerca.


Un gran abrazo
Rafael Simón

martes, 2 de noviembre de 2010

ENTREVISTA A RAFAEL SIMÓN HURTADO


Rafael Simón Hurtado. Foto de José Antonio Rosales.

Entrevista realizada por los poetas Fáver Páez y Gustavo Montiel para el periódico URTEXT.

¿Qué eres más, periodista o narrador?


Entré al periodismo a través de la literatura. Y la cercanía entre ambos géneros me ha permitido pasar de un espacio al otro, si no con facilidad, por lo menos con frecuencia. Desde la opción del periodismo, la escritura se me revela en la exploración y el registro de los hechos, y su interpretación; desde la literatura, como el uso inventivo de la memoria. En todo caso, como al periodismo no le es ajeno el vuelo de la imaginación, atavío mis escritos en revistas y periódicos, con atuendos tomados en préstamo de la literatura. En mí caso ambos se comparten y se influyen mutuamente, en un juego de erótica lingüística. Periodismo y literatura; por ahí anda la cosa.

¿Has recibido muchas patadas burocráticas en la Universidad de Carabobo?

No muchas. Lo que ocurre, francamente, es que no tengo vocación de subalterno, y este es un problema para quien pretende ser (y hacer) algo más que parte de una organización. Sin embargo, mis compromisos los asumo con responsabilidad, conforme a mi propio tiempo y con absoluta libertad creativa. Tengo un decir: no cumplo horarios, cumplo objetivos, pues mi trabajo no se agota en turnos de 8 a 12 y de 3 a 6. Eso, por supuesto, me ha traído, en ocasiones, algunos inconvenientes con aquellos que asocian el sentido de pertenencia con marcar a tiempo la tarjeta del reloj. Por fortuna para mí, he coincidido con gente que sabe que la clave es la confianza.

¿Cómo vives a Valencia, a las buenas o a las malas?

A las buenas, aunque a veces ella se empeñe en lo contrario. Esta ciudad, aun en medio de sus secretos, sus escondites y sus cielos subterráneos, tiene conectores para el deleite.

Para mucha gente la universidad, más que academia, más que cultura, es política; para ti hoy ¿tenemos una casa que vence a las sombras o son las sombras las que vencen la casa?

Todavía, y pese a los lamentos de que las sombras se han venido acomodando en los espacios de la universidad, ella retiene un método excepcional para integrar virtudes y subrayar claridades. Admítase como ejemplo 50 años de existencia y producción académica, desde su llamada reapertura, aun en medio de la desidia de unos cuantos. Al cabo de todos estos años, la universidad sigue siendo pródiga en ofrecimientos. ¿Cómo no admirar el poder ético de la docencia y la cultura, la mística de quien investiga y el valor de quien se opone con su trabajo a la inercia de los sentidos?


Ahora que has ganado un premio de periodismo nacional, ¿qué piensas de éste y de los de cualquier otra clase que se otorgan en Venezuela?


El Premio Nacional de Periodismo no otorga protección, impunidad ni inmunidad, pero sí puede servir para difundir el trabajo desarrollado con arrojo y dedicación. En nuestro caso, participar tenía como fin darle visibilidad a un esfuerzo que, de otra manera, pasaría desapercibido -aunque un galardón como éste no es a prueba de estos riesgos. Apostar, aun en medio de un espacio que se suponía adverso, confiando exclusivamente en la calidad del producto. La intención, absolutamente institucional, era aprovechar el escenario nacional que brinda el premio, para dar a conocer no sólo el producto editorial y periodístico, sino también el trabajo de investigación desarrollado por la Universidad de Carabobo.

¿Y qué hay de tu trabajo literario; cuándo publicas otro libro; te hace falta publicar?

Es cierto. Esta es una exigencia personal que he pospuesto durante mucho tiempo, y que ha encontrado en el periodismo una válvula de salida. Por ahora lo que puedo decir es que para mí la literatura es una vocación, un destino, que aunque no se refleje en este momento en negro sobre blanco, ensaya las palabras para ser publicadas sin fe de erratas.

miércoles, 23 de junio de 2010

Retratos nuestros de cada día, de José Antonio Rosales


José Antonio Rosales. Autorretrato.

Fotografiar es fundamentalmente un acto a través del cual se compone, se talla, se modela, reproduciendo interminablemente la realidad a través de la luz; interveniéndola o desfigurándola; proporcionando, a veces, experiencias engañosas, aunque ennoblecedoras. Se trata de un registro tecnológico del que proviene un halo de seducción y encanto, del que se puede desprender crueldad, pero también magia. Tal vez por eso el rechazo de algunos pueblos primitivos a ser fotografiados; o por eso, quizá, el desasosiego que produce romper el retrato de un ser querido, sobre todo si éste ha muerto.

Pero el asunto de la fotografía no radica tanto en el hecho de contemplar las imágenes como algo real, sino en la interpretación de la realidad sobre el modelo que muestran. Se trata, pues, de un juego de espejos.

En este sentido, el fotógrafo José Antonio Rosales se ha empeñado durante más de veinte años, en capturar, a través de ese juego, la mirada más sincera posible, y cuando lo hace, intenta desaparecer, con ingenio, tras el artefacto óptico en el justo instante en el que se ordenan en una misma coordenada, el lente de la cámara, el ojo y el corazón.

Para congelar y atesorar desde los hechos más inverosímiles hasta los asuntos más rutinarios de la vida, que tienen cabida dentro de esa fragmentación de la realidad que sucede cada vez que hace clikc con su cámara.

Pero para llegar a este punto Rosales debió recorrer un largo camino que le ha dado el acervo necesario para producir cada imagen. Se puede afirmar que luego de haber descubierto su pasión por este arte, en su adolecencia, el ojo fue educado por la multiplicidad de representaciones que han rodeado el entorno más inmediato de su vida, y por aquellos testimonios que le han proporcionado ser un espectador emocionado de la pintura, la literatura, la música, el cine y la propia fotografía, para sintetizar, mediante un acto amoroso, y con todos los sentidos, la imagen que hoy su cámara registra.

-“Mi primer encuentro con la fotografía, -recuerda-, sucedió en mi adolescencia, a través de un amigo que un buen día me invitó a observar el proceso de revelado y copiado de una película 35 mm, en blanco y negro, en la Escuela de Artes Escénicas y Fotografía “Ramón Zapata”, de Valencia. Ver este acto mágico me trasformó en un seguidor incansable de la imagen”.

Mediante aquella primera mirada pudo encontrarse con su pasión, y lo que fue un acto de iniciación, le otorgó la facultad de establecer con la mirada recién adquirida, puentes de comunicación que han inaugurado sentimientos y encendido entusiasmos en los espectadores de su trabajo.

-“Como en cualquier otra profesión u oficio, afirma, el fotógrafo debe poseer dos cualidades que lo distinguen: pasión y amor por lo que hace. Cuando alguien se hace fotógrafo y está convencido de que eso es lo que le gusta, debe prepararse revisando los portafolios de los maestros universales de la fotografía; está en la obligación de investigar, de indagar, de estudiar la composición en sus obras, sus encuadres cotidianos, que le permitan ir formando su propio criterio. Es indispensable la preparación, el estudio, la lectura de los diferentes géneros literarios, que ayudan a desarrollar el imaginario”.

-“Si uno logra conjugar todos estos elementos, dice Rosales, seguramente la creatividad llegará, pues una buena imagen no sólo se construye con una buena técnica, sino con el bagaje cultural e intelectual de cada individuo”.

A la postre, asevera José Antonio, el fotógrafo obtendrá una buena foto que invitará a mirarla, por las emociones que trasmite y por los puentes que tiende, y que difícilmente se podrá repetir.

La geografía invisible del rostro

Con la pausa de la atención al detalle cotidiano y con la prisa del que sabe que debe apurar el último sorbo de lo que la fotografía ofrece, porque quizá mañana la imagen no esté, Rosales vive a plenitud cada click de la cámara, con alegría y a veces con dolor. Sus fotos reflejan las más de las veces con absoluta claridad, la intensidad y el vigor de sus motivos, trátese de un paisaje o de un rostro humano.

-“La fotografía, -afirma- me ha brindado innumerables experiencias cargadas de mucha emoción que en algún momento me han servido para reflexionar sobre mi propia existencia. Recuerdo el día que un amigo me llamó para decirme que su pequeño hijo, recién nacido, había fallecido, por lo que me pedía que fuese al lugar donde se realizaba el funeral. Al llegar al sitio, mi amigo sacó a su hijo del ataúd, y cargándolo en sus brazos me pidió que lo fotografiara. Esta fue una experiencia muy fuerte”, aseguró.

Documentos como éste, el fotógrafo guarda sólo para sí mismo, reafirmando con ello, -conforme a lo expresado por su ductor Claudio Perna-, que el gran pecado de la fotografía es que todo lo que se retrata no se puede mostrar, porque son pocas las personas con la “higiene mental” adecuada para poder ver los fenómenos de la existencia de una manera realmente seria y profunda.

Dos vertientes definen la trayectoria como fotógrafo de José Antonio Rosales: La fotografía documental urbana y el retrato.
Con la primera, Rosales convierte a la fotografía en un valioso instrumento para captar y retener las memorias territoriales que guardan las calles, plazas, edificios y pueblos que habita la gente, dejando constancia de la importancia de la fotografía directa. La imagen captada constituye una evidencia de la realidad, que aunque es interpretada por él al seleccionar de ésta lo que le interesa, no modifica ni manipula la escena, registrando y enriqueciendo el imaginario visual colectivo.
Con esta fotografía congela lugares, atmósferas y personas, y los atesora. Desde los vapores del día que se asoman con fuerza primitiva en una duna recóndita, hasta el reconocimiento de una ciudad poblada por siluetas de un tiempo ancestral y en apariencia inexistente.

Se podría afirmar que Rosales descubrió para sí mismo y para los espectadores, la gran paradoja central de la fotografía documental: al representar la realidad con gran objetividad, hace que el mundo resulte irreal.

En cuanto al retrato, Rosales se propone como tarea la de indagar más que el paisaje de la cara, en la geografía invisible del rostro. De allí que con el retrato obtiene no lo que refleja el espejo, sino lo que muestra el interior del cuerpo.

Dice Rosales: “Yo diría que retratar el alma es sumamente difícil, ya que es algo muy subjetivo. Lo que en realidad trato de conseguir en mis fotos es ese instante de absoluta complicidad con el fotógrafo, que siempre aparece en algún momento del encuentro y que no debemos desaprovechar por ningún motivo. Por esa razón, para obtener un buen retrato, uno debe armarse de excesiva paciencia para lograr el objetivo buscado, que es siempre representar la vida tal cual es, con sus momentos de alegría, de tristeza, de nostalgia, y traducirla en una buena imagen”.

Sus retratos están llenos de esos rostros. Retratos nuestros de cada día, con los que José Antonio Rosales, a manera de homenaje, atrapa y transmite el aura de aquellos a quienes retrata.


Mi fotografía resalta el crecimiento arquitectónico científico y humanístico de la Universidad de Carabobo

José Antonio Rosales Ochoa respalda la validez de sus imágenes con una producción que está a la vista, y con una experiencia que encuentra soporte en los estudios realizados en diferentes talleres y seminarios.

Por ejemplo, en el Taller de Fotografía y Realidad, dictado por el fotógrafo Nelson Gárrido, primer fotógrafo venezolano distinguido con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1991; o el seminario Aproximación a la Fotografía del Presente y el Futuro, dictado por el fotógrafo Claudio Perna, Premio Nacional de Fotografía, en 1994, y Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1995.

También ha participado en diversos salones de fotografía, entre los que destacan el I Salón de Arte y Fotografía en Homenaje a los Cien Años de la Universidad de Carabobo; la I Bienal Nacional de Fotografía, en Homenaje al Fotógrafo Venezolano Roberto Fontana; la Exposición Individual de Fotografía Imagen y Semblanza de Ciudad Bolívar. Ha intervenido, asimismo, en la Exposición Colectiva 5 Visiones y un medio, en la I Muestra de Arte Visuales del estado Carabobo y en la Exposición Museo de Arte de Coro, Ciudad Compartida 2005, en el estado Falcón.

Su trabajo ha sido objeto de publicación en Letra Inversa, del diario Noti-Tarde; en la La Tuna de Oro; la revista Predios, Papel Literario, del diario El Nacional y en el Semanario Tiempo Universitario, periódico oficial de la Universidad de Carabobo. En la actualidad se desempeña como fotógrafo de las revistas Laberinto de Papel y Saberes Compartidos, y el periódico A Ciencia Cierta, de la Universidad de Carabobo. Es fotógrafo de la Fundación La Letra Voladora. En 2002 obtuvo el Premio de Periodismo Institucional “Agustín León Zuloaga”, de la UC.

¿Qué fotógrafos han determinado una influencia en tu trabajo?

Del estudio y revisión de los grandes maestros del arte fotográfico, encuentro que Richard Avedon ha sido para mí uno de los mejores retratistas del siglo XX, con su famosa serie de retratos del oeste norteamericano, hasta la determinación de fotografiar el deterioro físico terminal de su padre enfermo. En el ámbito nacional, el fotógrafo Francisco Edmundo “Gordo” Pérez, por su importante aporte al fotoperiodismo y su particular estética para registrar los momentos más importantes de la vida política de nuestro país. Podemos mencionar también las extraordinarias imágenes de reporteros gráficos como Luigi Scotto, José Sárda, Sandra Bracho, Francisco “Frasso” Solórzano, acreedor, por cierto, del Premio Internacional de Periodismo “Rey de España”, en 1989, entre otros profesionales de la comunicación gráfica.

Has desarrollado tu trabajo fundamentalmente en la Universidad de Carabobo. Como sujeto de tu fotografía, ¿qué has obtenido de ella, y tú que le has dado?

El haber desarrollado parte de mi trabajo fotográfico en el ámbito universitario me ha dado la oportunidad de estar presente en los grandes eventos organizados por la UC. He participado en congresos, seminarios, festivales, ferias de carácter nacional e internacional, y allí he podido estar en contacto directo con grandes personalidades del mundo de la cultura, la ciencia y la academia, lo que me ha servido para obtener un considerable registro fotográfico, tanto de sus visitantes ilustres como también del desarrollo de su planta física a través del tiempo. Dentro la institución he tenido la suerte de compartir con personas con un amplio criterio artístico, con escritores y editores que tienen un gran respeto por la imagen, que valoran lo que uno hace. A través de algunas de las publicaciones de la Universidad de Carabobo en las que he trabajado, como revistas, periódicos, libros, he intentado que mis fotografías resalten y promocionen el crecimiento institucional, tanto arquitectónico, como científico y humanístico de la UC.

lunes, 7 de junio de 2010

Los hijos de la confusión


Madre y niño. Foto de Tina Modotti, Tehuantepec,1929.


No sólo los españoles descubrieron América. Para los “originales americanos” su territorio se convirtió, a partir de la llegada de los europeos, en una comarca de revelación.
Para los españoles el desembarco representó la irrupción, en medio de un océano ignoto, de un Nuevo Mundo; para los naturales, que desconocían la existencia de culturas vecinas, el rostro de ese nuevo mundo fue la confirmación de la variedad indecible de pueblos, lenguas y culturas, y también la existencia de una geografía ignorada e impensada.
Entre imperios formidables, por ejemplo, como el de los incas y el de los aztecas, había un abismo de mutuo desconocimiento.
En 1492 también se inició el encuentro entre dos culturas diferentes y antagónicas. Europa halla en América dos notables civilizaciones: la maya-azteca, en México y América Central; y la quechua, en Perú. La Europa cristiana y el nuevo continente son, pues, dos entidades que se enfrentan en un drama grandioso, que se desenvuelve a tientas. Es la fusión de dos mundos inmensamente diversos en mentalidad, costumbres y religión. Y nadie estaba preparado para ello.
Al Descubrimiento y al encuentro siguió la conquista, es decir, el choque; una acción que se llevó a cabo en una doble dirección. Fue tanto un dominio mediante las armas, como un enseñorearse a través de la seducción. Al mismo tiempo que se produjo el desfallecimiento de los indios por la irrupción brutal de un mundo nuevo y superior, su cultura, puesta al descubierto, comenzó a languidecer, una vez que la desnudez primitiva huyó ante el pudor de los vestidos.
He allí lo esencial del amanecer del 12 de octubre. De las carabelas bajó también la simiente de un hombre nuevo, cuyo imperio espiritual sólo puede ser entendido en el reconocimiento de las diferencias. Es el ser latinoamericano, que sigue conquistando escenarios con sus abigarradas etnias. Son los hijos de la confusión. Los mismos que navegaron en la nave de la inocencia, hasta recalar en el puerto desconocido de un nuevo mundo interior. Allí, donde aún tiene lugar el apareamiento de lo distinto.

miércoles, 2 de junio de 2010

De la Serie: Seres Urbanos / Luis Cedeño


Foto de José Antonio Rosales.

¿Qué es para ti la ciudad donde vives?
La ciudad donde vivo sigue siendo, más o menos, el cuartel de hace 450 años.

¿Con cuál flor la comparas?
No tiene porque ser como una flor. La ciudad soñada no incluye complejos. Pero tendrá la flor.

¿A qué huele?
Por la mañana, sin decir que sea un olor, siento en el ambiente una mezcla (cualquier mezcla desagradable), compuesta de unos llamados perfumes franceses, perfumes de aquí y de otras partes. Yo me traslado por esta ciudad, comúnmente, en camioneta y en el metro. Al mediodía la ciudad me huele a pan seco. Por la tarde, francamente, no sé a que huele la ciudad porque no la habito, de la manera que habría que hacerlo para olfatear profundo su acidez o dulzura. Por la tarde, si vas a mi casa, me encuentras comiendo mango, recostado de la brisa o al árbol de las ardillas, que es el mismo mango. Y por la noche, la ciudad huele absolutamente a mí en sus primeras horas, después y hasta el amanecer la noche de la ciudad huele a los juntos debajo de la cobija.

¿Cómo suena?
Como todas las ciudades del mundo: un motor encendido. Ese ruido es olvidado. Como si ya no se escuchara, nos atrevemos a hablar, no contra el ruido, sino contra nosotros mismos. No hay ruido particular en la ciudad ni hombre particular, pero el producido por un disco esmerilando una lámina de acero me gusta y el sonido de todos cuando hablan dentro de la camioneta que nos transporta, las voces reunidas en una sala de comensales y la música que sale de la escoba cuando barren las hojas de la plaza pública.
A veces un graznido de orihuelo es lo que se oye. Siempre la lluvia.

Si fuese un libro ¿cuál sería su tema?
Sería político.

Si fuese una comida ¿qué ingredientes tendría?
Siento nauseas.

¿Qué ciudadano la habita?
Un ciudadano que no ve para los lados ni se mira las manos. Ciudadano ajeno, desterrado, que ambiguamente busca un lugar para sentarse y poder anhelar, soñar el espacio que no es ese donde está.

Si tu ciudad fuese una vulgaridad ¿cuál sería?
Valencia.

Si fuese un grafiti ¿qué diría?
Diría: Universidad quiero estar lejos de ti.

Cuándo estas lejos ¿qué es lo que echas de menos de tu ciudad?
No es negable que mi casa sea de la ciudad ni tampoco el único lugar que llevaría conmigo de viaje. Lejos, echo de menos mi casa y quiero volver siempre, siempre, así sea el sol así sea el fuego.

Si tu ciudad fuera un personaje de novela ¿cuál sería?
Valencia no llega a ser un personaje de novela, pero si es la novela de malos personajes.

Cuando estas lejos, qué es de lo que más presumes de tu ciudad?
Ustedes conocen el cerro de San Blas: el que está frente a la redoma. Redoma le decíamos hace treinta años, ahora es El elevado. Ese cerro, señores, es el que me hace ser “más que otro”. Saber que está ahí todavía, como hace 40 años, me enorgullece y me ponen con la echonería a millón. Saben, yo lo subía y bajaba en media hora para dejar caer sobre mi cabeza 50 periódicos y salir corriendo a venderlos en el centro de la ciudad.

Si tu ciudad fuese una expresión criolla ¿cuál sería?
Pajuata.

Si tuvieras que mostrar un rincón especial de tu ciudad a un turista ¿qué enseñarías y por qué?
Los turistas. ¡Qué extrañas personas son?

Si tuvieras que hacer un regalo producido en tu ciudad ¿qué regalarías y por qué?
Mi mamá hizo conservas de coco: se ralla el coco, se mezcla con azúcar y un poco de agua, luego se echa al caldero, se le da paleta, se deja al fuego. Mi mamá se acercaba al caldero y tomaba un poquito para probar. “Ya cogió el punto” decía. Vaciaba la melcocha sobre una tabla, la extendía y dejaba enfriar, para luego cortarla en cuadritos. Mi mamá ponía cada conserva en una hoja grande de limón y llenaba una bandeja. Yo era quien la salía a vender, y a mí era a quien le tocaba las sobras del caldero. De esa exquisitez daría yo a quien desee probar delicias. Porque nada más sabroso existe.

A tu ciudad ¿qué le sobra?
Le sobro yo y unos cuantos amigos, con quienes ya hay conversaciones adelantadas para uno de estos días partir.

¿A tu ciudad qué le falta?
Esta ciudad no es mía. Pero le faltan perros, gatos, gallinas, patos, pavos, iguanas, ardillas, cotejos, caballos, culebras, chicharras, pájaros, loros, guacamayas, guacharacas, garzas, monos…, todos esos animales que me acorralen, y de seguro habrá canto y de nuevo crecerá el monte y también la flor, el fruto. Comeremos y beberemos todos sobre un territorio que no será de nadie.

Por favor, díganos ¿quién es usted y cuál es su ciudad?
Soy Luis Cedeño. Soy hijo de Manuel e Isabel. Soy de solar. Soy bofeteado en Primaria por curas. Soy conservero, betún, cargador de bolsas, vendedor de periódicos. Soy ladrón de pan dulce cuando de madrugada me tocaba llevar el maíz a moler y veía en la puerta del abasto de José la bolsa de pan. Soy pelea de nueve años a los 13. Soy muchacho tirado en el depósito de una licorería:” seleccionador de marcas de whisky,” dice el dueño. Soy oferta de unos italianos a unos españoles, porque yo era fuerte y hacia de todo. Soy pasacoleto de zapatería. Portero de todas las salas de cine de Valencia. Soy estudiante. 93 veces novio. Soy maestro. Esposo de Marlene. Papá de Surrù y de Mariana. Soy cuentero. Soy escritor. Performancero. Pintor y “chatarrero de los basureros” Zanquero. Monociclero. Teatrero. Llorón. Juguetero. Muñequero. Abuelo revolucionario. Amigo y recordador, así sean nostalgias, así sean risangas.
No tengo ciudad.

Luis Cedeño. (Valencia, 1953). Cuentacuentos, maestro, fotógrafo, narrador, poeta y amigo. Es egresado de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Ha publicado: Gatero y yo (ediciones La Letra Voladora), Pensamientos de los pájaros tiernos (poemas), Soy la muchacha que desvalija carros en la Calle B (Mención Cuento 2do. Concurso Literario “Arístides Rojas” 1999, Contraloría General de la República). Es Premio del Concurso de Cuento Radial “Panchito Mandefúa”, de la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”, patrocinado también por la radio universitaria 104,5 FM con la historia Radio Cuento. Acerca de él mismo dice: “Nací en el barrio “Los Taladros”. Entre los siete y los 13 años pelié 713 veces. Estudié en la escuela La Salle, la gratuita, y en la Normal "Simón Rodríguez”. Fui vendedor de conserva de coco, cargador de bolsas, recogedor de plátanos y cebollas podridas en la calle “Girardot”. Maestro de escuela. Me gusta decir que soy maestro más que licenciado. Hijo de Isabel Cedeño y de Manuel Martínez. Esposo de Marlene. Papá de Grenchi y de Mariana. Escribo. Pero por sobre todas las cosas vivo. A eso he venido. Conseguí tener una bicicleta de reparto y un maletín de médico antiguo. De vez en cuando salgo y echo unos cuentos”.

domingo, 30 de mayo de 2010

De la Serie: Seres Urbanos / Carlos Yusti


¿Qué es para ti la ciudad donde vives?
Es el lugar de encuentro con los amigos y de los amores y desamores.

¿Con cuál flor la comparas?
Con la orquídea dibujada en los ojos de una muchacha.

¿A qué huele?
A paraíso terrenal.

¿Cómo suena?
A esa música que viene del alma y se interpreta con el corazón.

Si fuese un libro, ¿cuál sería su tema?
El encuentro de un hombre y una mujer para mitigar la soledad de hormigón.

Si fuese una comida, ¿qué ingredientes tendría?
Especies, azafrán, cúrcuma y ese olor inconfundible que despierta el apetito.

¿Qué ciudadano la habita?
El que no se detiene ante las dificultades y anda enfrentándose a molinos de viento, porque a veces la locura es tan importante como la razón.

Si tu ciudad fuese una vulgaridad, ¿cuál sería?
Sería coño porque representa nuestra pasión castiza y castellana.

Si fuese un graffiti, ¿qué diría?
Un ser sin estudios es un policía de Guaiparo.

Cuando está lejos, ¿qué es lo que más echas de menos de tu ciudad?
La mujer que amo (la currunca) y sus paisajes

Si tu ciudad fuese un personaje de novela, ¿cuál sería?
La Maga de Rayuela.

Cuando estás lejos, ¿qué es de lo que más presumes de tu ciudad?
Sus paisajes que hablan de esa era primigenia del hombre.

Si tu ciudad fuese una expresión criolla, ¿cuál sería?

Ven a mi que tengo flor (expresión utilizada en el juego de truco).

Si tuvieras que mostrar un rincón especial de tu ciudad a un turista ¿Qué enseñarías, y por qué?
La Gran Sabana y su majestuoso Salto Ángel, porque al contemplarlo el alma se empequeñece, se torna humilde.

Si tuviera que hacer un regalo producido en tu ciudad ¿qué regalarías, y por qué?
Un collar indígena porque representa la destreza artística de nuestras mujeres.

A tu ciudad ¿qué le sobra?
Los malos políticos que ha padecido y los corruptos de todo pelaje.

A tu ciudad ¿qué le falta?
200 poetas mas, 300 novelistas y muchos hombres y mujeres forjados en la hojalata de lo artístico.

Por favor, díganos quién es usted y cuál es su ciudad.
Carlos Yusti. Ciudad Guayana.



Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Dentro de la metáfora: absurdos y paradojas del universo literario (2007); y Para evocar el olvido y otros ensayos inoportunos (2007) son sus más recientes publicaciones. Dirige, conjuntamente con la periodista Virginia Gudiño, la revista Fauna Urbana. Coordina y diseña la revista digital Arte Literal. Colabora para las revistas digitales Venezuela Analítica, Ficción Breve, Escáner Cultural, Letralia, Cayo Mecenas; con el suplemento cultural Letra Inversa, del diario Noti-Tarde.

jueves, 20 de mayo de 2010

La visualización informática del cuerpo humano


Alexander Tsiaras pone el acento en los acuerdos evidentes entre el arte y la ciencia, en una relación que si bien ha devenido, a través de la historia, en altibajos inexplicables, hoy en día las muestra iguales, equivalentes y complementarias.

Si, como expresó Roland Barthes, la fotografía es fundamentalmente un certificado de presencia, la fotografía científica exhibe, como ninguna otra, el rastro de un escenario oculto, un espacio límite para los sentidos humanos pero, aun así, vigente en otra franja de lo real. Acaso ahí se encubra la razón elemental del golpe de encantamiento que se redobla cada vez que uno deposita la mirada sobre los primeros planos de cuerpos cavernosos, venas dilatadas, túmulos seminíferos, tejidos eréctiles por causa de la fuerza de un torrente sanguíneo.
Son cualidades orgánicas que se expanden ante una reveladora demostración icónica. Las moléculas del papel o los píxeles de las imágenes, rebotan en la pantalla del computador para hacer presente en este mundo lo indetectablemente pequeño. En cada caso, el ajuste al medio con instrumentos adecuados es condición de éxito y captura del objeto a retratar. No bastan la luz, los claroscuros, los matices desplegados, los juegos de colores, si no se cuenta con las herramientas precisas y la paciencia requerida.
En la actualidad los científicos y los artistas, en virtud de las nuevas tecnologías, son capaces de ofrecer a especialistas e iniciados, los más recónditos panoramas de nuestro cuerpo interior. Valiéndose de simuladores avanzados, ecografías de alta tecnología y reconstrucciones computarizadas, sus alcances permiten el seguimiento del ser humano a través de la pantalla del computador a espacios inexplorados. Hoy podemos recibir, gracias a estas tecnologías médicas, imágenes más auténticas, acabadas y hermosas de nuestra estructura interna.
Es el caso del trabajo realizado por el artista, científico y periodista norteamericano, Alexander Tsiaras, quien ha desarrollado gracias a exploradores del cuerpo y hologramas láser, imágenes del cuerpo humano en donde se combinan la descripción científica exacta, con el tacto de la reproducción artística.
Las imágenes virtuales no son fotografías, según lo expresado por el propio Tsiaras, sino visualizaciones obtenidas con cámaras diseñadas por él, que posibilitan el aislamiento e iluminación de diferentes partes del cuerpo, mostrando con gran nitidez por las altas resoluciones de los equipos, desde el más complejo órgano hasta la célula más diminuta, como las publicadas en su libro La arquitectura y diseño del hombre y la mujer: la maravilla del cuerpo humano revelado.
Usando tecnología sofisticada e innovadora de proyección de imagen, la complejidad de los datos del cuerpo se transforma en información accesible y bella, con la cual se alcanza la transmisión de un conocimiento a través de una sofisticada narrativa visual. El viaje, inabarcable, revela el misterio de la vida, los orígenes de la existencia, en una travesía de extraordinaria belleza y emocionante descubrimiento del ser humano.

La anatomía humana en Leonardo Da Vinci


Leonardo Da Vinci permitió el privilegio de observar el interior de dos cuerpos durante el acto sexual. Disección de un coito entre un hombre y una mujer, c. 1492.

Leonardo Da Vinci, el gran maestro del renacimiento, hizo extraordinarios descubrimientos en cuanto a anatomía humana. Valido de su condición de artista, sintió la necesidad de conocer a fondo la geografía del cuerpo humano. El pintor florentino, desafiando la tradición eclesiástica, se procuró muchos cadáveres, que luego diseccionaba, haciendo posteriormente unos dibujos anatómicos, que, aparte de su exactitud, constituían verdaderas obras de arte. Sus mejores dibujos fueron de los huesos y los músculos, siendo muy claros y exactos los de la mano y el hombro. Otros mostraban la acción de los músculos dibujados con gran destreza y discernimiento.
Descubrió cómo la sangre recorría constantemente todo el cuerpo humano, llevando el alimento a cada una de sus partes y eliminando los deshechos, con lo cual se adelantó al descubrimiento del médico inglés William Harvey sobre la circulación de la sangre. Estudió los músculos del corazón e hizo dibujos de las válvulas que parecen demostrar que conoció su funcionamiento. Su interés por el cuerpo humano lo llevó a estudiar también otro problema científico: el de la estructura y funcionamiento del ojo, en donde obtuvo grandes progresos.
Sigmund Freud, el médico austriaco creador del psicoanálisis, en su ensayo Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, explicó sus impresiones anatómicas sobre la obra de Leonardo, citando el análisis del doctor R. Reitler sobre un dibujo en que el pintor renacentista representa a una pareja copulando mediante un corte vertical.
No hay duda de que las cualidades artísticas de Leonardo Da Vinci permitieron ilustrar fácilmente todo lo que descubría su ojo disciplinado, enriqueciendo la ilustración científica, como vehículo pedagógico y medio de investigación.
En él se combina perfectamente el arte con la ciencia, demostrando que el discurso gráfico puede lograr una síntesis que el lenguaje se halla imposibilitado de expresar.

El cuerpo humano


La visualización de Fritz Kahn (1888-1968) del cuerpo como planta química fue concebida en un período en que la industria química alemana era el mundo más avanzado. 1926

El interior del cuerpo humano es intrincado, complejo. Las leyes naturales que rigen las diversas funciones del cuerpo, en muchos casos, son un enigma, aún para la tecnología y la medicina más avanzada. ¿Qué sucede debajo de la piel de un ser humano?, es un fascinante secreto.

En el pasado distante la estructura interna del cuerpo era cuestión de especulaciones y fantasías, pero sobre todo, de muy escasa investigación. Había solamente insuficientes tentativas de representarlo en bocetos y dibujos. El desarrollo de la investigación anatómica, junto con la invención de la tecnología de la impresión en el siglo XV, ayudó a dar algunos pasos mediante la inspiración de artistas en su percepción del cuerpo. La anatomía imaginaria floreció, llenándose de detalles, a veces extraños y surrealistas, que expusieron al mundo exterior las entrañas de un universo más insólito aún.

Al principio de la era moderna, localizada en el tiempo entre los años 1450 y 1750, a pesar de que triunfaron algunos valores de la modernidad -el progreso, la comunicación y la razón-, todavía la frontera entre el arte y la ciencia no estaban bien definidos. Los expertos en anatomía, y aun los artistas, en ese período utilizaban formas familiares, cercanas a la naturaleza, a la religión y al arte, para hacer sus descripciones y representaciones.

Pero fue entre los años 1680 y 1800 cuando los especialistas fueron un poco más allá en su búsqueda por darle un carácter más científico a las representaciones del cuerpo. La necesidad de hacer más confiable la exposición anatómica, demandó que toda recreación estuviese desprovista de metáforas visuales y paisajes imaginarios. Cada elaboración exigía la reproducción con técnicas de impresión que reflejaran autenticidad, talento artístico, pero sofisticación del conocimiento actualizado en los estudios de la anatomía humana.
Todo lo anterior ha determinado que las representaciones del cuerpo hechas en cada época, reflejen las creencias, convicciones y capacidades tecnológicas de la sociedad del momento. De allí que, por ejemplo, en la Edad Media, etapa caracterizada por un período de oscurantismo, los astros influyeron sobremanera en la forma cómo se percibía el cuerpo; en la china milenaria, la medicina descargaba sobre la acupuntura un gran poder de influencia, en vista de que este tratamiento podía regular la energía a través de unos puntos que recorren los canales corporales; las teorías de Vitrubio, durante el renacimiento, ayudaron a explicar cómo las proporciones del cuerpo humano sirvieron para construir el ideal de la belleza; las lecciones de anatomía del flamenco Andrés Vesalio cambiaron la forma de ver el cuerpo humano en el siglo XVI dentro de la medicina científica; y a principios del siglo XX, Fritz Kahn produjo una sucesión de libros en los que reproducía el funcionamiento interno del cuerpo humano, mediante el dibujo de las metáforas visuales propias de la nueva sociedad industrial -plantas de fabricación, motores de combustión interna, refinerías, dinamos, teléfonos, etc.

domingo, 2 de mayo de 2010

Universitaria 104,5 FM: el sonido de la tribu


Foton de José Antonio Rosales.

En el texto La comprensión de los medios como extensiones del hombre, Marshall McLuhan empleó una acertada metáfora para referirse a la radio como un “tambor tribal”. Es decir, la radio como caja de resonancia que nos conecta con el medio. Tambor, en cuyo lenguaje resuena la cultura, que va al encuentro con el ser humano individual, potenciando la semilla y la raíz que hay en cada uno, pero en un marco de conciencia colectiva.

Al cabo de quince años Universitaria 104,5 FM, atabal con el que conectamos con el entorno, puede dar cuenta de algunos logros tribales. Un vistazo al devenir de la radio de la Universidad de Carabobo, podría indicarnos el género de las huellas grabadas en la universidad y en la ciudad, después de una década y media de palabras expresadas con inteligencia y ternura.

Universitaria 104,5 FM ha significado la construcción de un espacio público, de un sitio de encuentro en dónde pronunciar las similitudes y las diferencias, en un área de negociación de sentido, de construcción de consenso y de condiciones de satisfacción. Teniendo siempre presente sus niveles de audiencia, pero medidos con la regla de la diversidad cultural difundida. Pues la radio universitaria sólo tiene significado si sus relaciones de comunicación son útiles para promover espacios de articulación de proyectos educativos y culturales, más allá del rating.

Porque más allá del rating, la radio universitaria debe ayudar a cambiar el mundo, mediante la construcción de acepciones que cimienten una mirada propia, satisfecha desde el terreno que transitamos cotidianamente; y, sobre todo, modificando la mirada que los otros tienen de nosotros, desechando los dedos índices creados para medirnos.

Y al tener presente la creación de sentidos, para Universitaria 104,5 FM, las formas cobran valor, en un pacto entre el mundo cultural de la vida cotidiana y la comunicación radiofónica, a través de la estética, que es el modo como se transportan las ondas hertzianas en inéditas formas narrativas; insistiendo en la metáfora, recurriendo a la retórica más que a la lógica y saliendo de la cultura del vértigo, para entrar en la pausa, la reflexión y el sentido profundo.
Es el sonido radial que sondea nuestra propia acústica ciudadana. Porque la radio -ciudadana y plebeya ella misma-, es la única con el don absoluto de vincularnos, de modo tan estrecho y decisivo, con el lenguaje, que es su carne, su suerte, su persistencia o disolución; lo que le da título de identidad y con el que despliega la imaginación para mediar con nuestro intelecto, a través de la palabra múltiple; de la música ya compuesta o por hacer; de los efectos mínimos o complejos; de los ruidos del hombre o de natura y de los silencios elocuentes.

Luego de quince años de compartir las voces y las palabras con los otros, Universitaria 104,5 FM, se sumerge en el sólido rumor del tambor tribal, en el que nuestra cabeza humana se mira una y otra vez, fascinada en su propio reflejo.

viernes, 23 de abril de 2010

Santos y no tan santos


Foto de Orlando Baquero

Los cristianos han hecho santos desde que la Iglesia existe. Para subir a los altares, la Madre escoge a ciertos individuos para recibir una aclamación especial por su piedad o predicación. Es la manifestación de un testimonio perfecto, pues los verdaderos cristianos mueren imitando a Cristo. Esta pretensión humana quizás encuentra su génesis en la búsqueda primigenia de la pureza de corazón que conocieron Adán y Eva en el Paraíso, antes del pecado original. Su expulsión del aquél lugar por Dios tal vez explique porque sus nombres no forman parte del canon santoral, y de la lista de seres humanos a quienes está permitido por la Iglesia solicitar favores y milagros.
Porque los santos, aun en su gloria, no olvidan a quienes siguen en la Tierra. Desde el cielo actúan como intermediarios en beneficio de quienes imploran protección, valor o curaciones. El espíritu del santo muerto, aunque se halla en el cielo, está presente en sus despojos. Por esa razón, dondequiera que se veneran las reliquias de un santo, el cielo y la tierra se entrecruzan.
A LA FE QUE PROMUEVE LA IGLESIA, el pueblo, por su cuenta, ha añadido otra: el culto en los altares domésticos. Santos reconocidos y otros que no lo son, se incluyen en un tributo a la imagen que se revela conmovedor. En estos espacios se puede ver cómo convergen, en total tolerancia, monarcas indígenas con maestros de escuela y héroes patrios con divinidades cristianas, en un mosaico que alude, al mismo tiempo, al erotismo y a la feminidad; a la santería y a la religión; a lo místico y a lo sagrado, a la poesía y a la superstición; en una puesta en escena que se esfuerza por ordenar el caos: amuletos contra el mal de ojo, espejos para las impurezas y aguas benéficas para los ciegos de espíritu.
Es la escenografía impuesta a todos aquellos que, santos y no tan santos, aguardan por alcanzar el proscenio de los altares. Para arribar al santuario, es bueno saberlo, se requiere más de un milagro.

martes, 6 de abril de 2010

Cuerpoglifos


Fotografía de Mayela Iribarren

EL INICIO
La cámara recoge asombrosamente los trazos, las formas, e intenta penetrar en un tiempo y espacio inverosímiles. Se empina por encima de las pendientes, se desliza por debajo de las bóvedas rocosas, y, finalmente, salta sobre los peñascos, deteniéndose en las superficies de los árboles que causan en el observador alucinación de los sentidos.
Del interior de las imágenes es posible intuir un rezo, tal vez un murmullo. Voces y sonidos que surgen de los espirales, de los círculos, de los puntos y líneas tallados en las piedras que se abren en diversas interpretaciones. Símbolos y huellas que nos aproximan a la exudación de otros cuerpos, a la respiración de un tiempo desnudo, mitológico, primordial.
La cámara muestra la invocación de un testimonio que no es posible aprehender con una sola mirada, pues refleja el complicado tejido de contenidos que explican las afinidades secretas de los hombres del origen en su intercambio con el entorno. Para capturarlos con exactitud es necesario hacer un recorrido detenido por cada una de las líneas que surcan los cuerpos de la naturaleza.
La fotógrafa Mayela Iribarren se conecta con estas formas. Sus imágenes congelan el paisaje, el trabajo diario, el momento de la oración, el del descanso, el ocio; en estas tomas, los cuerpos dejan una memoria de rastros y direcciones que nos orientan en medio de las imágenes, prefigurando la extensión de los sentidos, empleando el poder de lo táctil, con un mensaje que es tatuado en la piedra -o en el árbol-, como en la piel, cumpliéndose el deseo del hombre de fijar, retener, perpetuar a través del tiempo lo que ve o lo que siente.

EL HACER
Este entramado de gestos, ritmos y símbolos confluyen en el hacer de los seres, quienes a través de la presunción de una herramienta, llámese utensilio o talismán, comienzan a relacionarse con la piedra, con las ramas y sus cortezas, es decir, con el entorno, transformando la materia que los vincula en un nuevo signo de satisfacción estética. La cámara de Mayela sugiere los utensilios, así como los amuletos, que revelan la existencia de un diálogo íntimo entre el hacedor y la materia. En el centro, un elemento mediador: los sentidos, que se han hecho estéticos en el curso del trabajo, a tal punto, que a cada “gesto técnico”, uno supone un equivalente estético.
Mayela toma posesión de la naturaleza. Y al igual que los primeros pobladores, ella también sueña con operar mágicamente sobre las cosas. Con su semejante que es la imaginación. No olvidemos que el hombre es, desde el principio de los tiempos, mago. La magia le sirve de mediadora. Por eso la capacidad de figurar, de reproducir o intervenir la realidad, le permite el desarrollo de facultades estéticas, destrezas técnicas, gráficas, modeladoras, rítmicas, gestuales, que no se detienen en la contemplación. Así, Mayela incide de manera peculiar en la cacería de la imagen, propiciando la fertilidad de los cuerpos y duplicando la vida más allá de la muerte.

LOS CUERPOS
Mayela Iribarren selecciona los materiales tangibles o intangibles de su oficio como si fueran herramientas: las piedras, los árboles y los cuerpos, entre lo fálico y lo vúlvico. El cuerpo que es carne, piedra o madera. La piedra que es tierra, ofrendada con grandes tallas. Su percepción del conjunto forma parte de un ritual de fertilidad que proviene de un itinerario determinado por las técnicas del éxtasis. Ella se aventura en la geografía prohibida de lo místico con sumo cuidado; un giro brusco de su mano puede trastocar la estructura completa del universo imaginado.
El cuerpo que danza en la imagen –el de carne y el de piedra- es un instrumento de relación entre lo sagrado y lo profano, lo real y lo maravilloso. El cuerpo irrumpe en la imagen, y todo él concierne a la intensificación de los sentidos, a lo estético y, particularmente, al intercambio humano de la sexualidad y el erotismo.
Erotismo que se sublima con la ocultación del rostro. Su intencional omisión nos aproxima formalmente al uso de las máscaras, que son una especie de lugar común de la imagen y la imaginación. Ellas tienden a producir una metamorfosis en la identidad de su portador, constituyéndose una abstracción, una forma visual.
Así, la ausencia de rostros no es más que una representación, que sustituye simbólicamente una presencia. Su condición de instrumento mediador con un mundo imaginario vivido como real, le confiere un aspecto fantástico. De tal manera que esa ausencia puede considerarse como el equivalente a la pintura facial, a la cosmética de las deformaciones, las escarificaciones y los tatuajes, la máscara, al igual que todas aquellas técnicas que producen una transmutación que inmoviliza la gestualidad o la traslada a otro ser. La consecuencia, en este caso, es la creación de una suprarrealidad, que es tan verdadera como la metamorfoseada.


Mayela Iribarren (1960) es geógrafa, además de artista de la imagen. El contacto con la naturaleza, a través del estudio de la Geografía, le ha proporcionado la razón para que en las pinturas de sus retratos siempre esté presente el ser humano en su vinculación con el medio.

sábado, 3 de abril de 2010

El arma de la comunicación


“El periodismo es literatura a alta velocidad”, dijo Octavio Paz; impuesta con vehemencia por la convulsión del mundo. El 11 de septiembre de 2001 empezaron a brotar todas las características que tendrá este siglo, que reunidas, unas y otras, nos vienen a dar una fotografía de la naturaleza del nuevo periodista y de la comunicación como un arma: un comunicador signado por la tecnología y el vertiginoso (in)flujo de la información.
Vértigo que atenta contra el buen juicio, y que al decir de Gabriel García Márquez, convierte las salas de redacción en laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores.
Por el contrario, los periodistas del siglo XXI, escribió Jean Daniel, director del periódico francés Le Nouvel Observateur, deberían estar, más bien, forzados a la humildad y al rigor, si quieren abordar esa gran faena de imaginar el futuro de la cotidianidad.
Porque en esa perturbada carrera, el trabajo periodístico sufre riesgos. Se invalida la objetividad, se quiebra la independencia y terminamos trastocando al comunicador en un augur o profeta que, desde su computadora conectada a Internet, persigue saber todos los códigos para comprender los secretos del universo.
Pero una cosa es el periodismo que anuncia la realidad, palpándola, y otra, muy distinta, es el periodismo imaginado en la distancia en términos de espectáculo.
He aquí una celada: hay medios de comunicación que señalan una agenda de contenidos acerca de los cuales opina y debate el público; una cartapacio en gran medida representado por un sinfín de invitaciones confidenciales que confluyen en falsos acontecimientos. Esta realidad preelaborada –y fingida- por una extraordinaria red (y en la red), con razones comerciales y no periodísticas, indica a diario qué es actualidad y qué no lo es. Un arma que apunta a un blanco fijo. Un periodismo que con su palabra puede contrarrestar el poder de las bombas, o detonarlas.

domingo, 14 de marzo de 2010

Mérida, fragmento de un viaje


Paseábamos por el bosque de pinos mi mujer y yo. Los árboles nos sobrepasaban en altura. El verde estaba por todas partes, y el sol, con dificultad, se esforzaba por entrar y desvestir las sombras que, desde las copas, formaban una cobija imposible. Caminábamos por manchas de luz, que se abrían de cuajo, cuando pisábamos el suelo de hojas. A medida que avanzábamos, se oía la huella de quietud que dejaban nuestros pasos, rota sólo por el sonido de las aves y el crepitar de las ramas que al caer, tocaban la derramada estera del bosque. De vez en cuando, pero sólo de vez en cuando, oíamos el silencio, o "aquello que los hombres llaman silencio cuando no escuchan voces iguales a las suyas".
Nos acercamos a un árbol enorme y tocamos su tronco, para sentir su áspera corteza bajo nuestras manos. En ese instante, una melodía remota sorprendió la tranquilidad de ella. Poco a poco acomodó la cara para recibir una brisa que, sin brusquedad, le enrostró con abundancia el aroma de los pinos y de la tierra.
El paseo apenas duró una semana; toda la ciudad de Mérida fue nuestra en siete días: sus museos, sus plazas, sus parques, y sus casas, que como bufandas en el cuello de las montañas, nos guardaron del frío. Pero lo que permaneció para siempre en nuestra memoria, fue la imagen de una extraña flor en aquel bosque, un pedazo de verde sobre el cual todavía pensamos, como si fuese un talismán, en el santuario del recuerdo.

sábado, 6 de marzo de 2010

Freddy Ordaz: “Construyo mi obra con fragmentos de esta ciudad” (entrevista)



En mi casa tengo un cuadro de Freddy Ordaz titulado Trans/espacio ynex, un acrílico sobre tela y madera pintado por el artista en 1999. Veo este cuadro cada día, pues lo tengo en mi lugar de trabajo. El cuadro es verdaderamente simple: sobre una superficie de 35 centímetros de ancho por 27.5 centímetros de alto, pintada sobre un fondo negro, un rectángulo de color marrón y ocre, cruzado levemente por una línea azul oscuro, apenas visible, y un trozo de madera que sobresale del marco, evoca, al cabo de varias miradas, el encuentro del cielo con la tierra, en un punto distante y misterioso del mundo, difícil de ubicar. Es un paisaje hecho exclusivamente de líneas rectas, verticales y horizontales, al que fue necesario ver detenidamente y repetidas veces para que provocara en mí esta percepción.

A Fredy Ordaz, como a su obra, hay que darle más de una mirada para poderlo descifrar.

En este momento de su carrera como artista plástico Freddy Ordaz se ubica en el abstraccionismo geométrico: “Somos diferentes –dice-, a pesar de que nos parecemos mucho en el arte abstracto. Hay artistas que trabajan la estructuración, otros el color, otros el volumen; mi obra se inclina hacia las formas en el espacio, es metafórica, conceptual. En mis cuadros apreciamos un ordenamiento de las formas, con austeridad del color. Podemos decir que uso “el color de las formas, que es la figura”, porque muchos confunden formas con figuras, o al revés. La forma es un concepto complejo, cuyo sentido anulan los alumnos del primer año de la carrera de Bellas Artes, de tanto nombrarla sin saber lo qué significa. La forma es misteriosa, es un enigma que muchos artistas no han podido descifrar. Walter Benjamín decía que lo importante no es plasmar la idea sino descubrir su secreto”.

En la obra de Freddy Ordaz el color toma las formas geométricas que flotan a través de las líneas y las texturas. Las formas se sobreponen y entremezclan en una composición que se equilibra a sí misma, aun en la persistencia del misterio que él desea descubrir:

-“En los artistas hay una búsqueda del por qué de las cosas. El artista siempre se está haciendo preguntas del por qué el hombre no hace agua, del por qué el hombre no hace árbol, del por qué cuando uno lanza una piedra a un remanso, no se hacen cuadrados sino círculos. Esto es enigmático”.

Freddy Ordaz es conocido en Venezuela. Su trabajo ha ocupado los salones de distintas exposiciones en diferentes lugares del país. Sus deseos de adquirir conocimientos encontraron eco en las escuelas de Bellas Artes “Marín Tovar y Tovar” y “Arturo Michelena”, y en Nueva York rindió un tiempo vital en el Workshop. Actualmente en Valencia, trabaja con entusiasmo en una labor de promoción cultural,y como docente alguna vez ha compartido con sus alumnos algo de lo que la vida le ha enseñado.

-"Las escuelas de artes plásticas no hacen artistas. El artista se hace a través de su trabajo, de su trayectoria, de su recorrido vital y existencial, y a través de la experimentación rigurosa, a la que tiene que imponer una gran dosis de mística”.

Una frase de catálogo pretende definir su trabajo: “Freddy Ordaz postula un arte de lo etéreo, sin desconocer su entorno social. Su pintura es un templo rítmico de corazón".

Para nosotros Fredy Ordaz compone el mundo a su manera. Reconstruye la ciudad que lleva por dentro con los fragmentos que recoge de la de afuera.

-“Cuando los artistas manejamos las formas, involucramos al espectador con la obra, cabalmente. El espectador puede palpar la obra y la obra lo palpa, lo toca, lo atraviesa hasta lo más íntimo del espíritu. Yo recojo todo lo que veo en la ciudad, porque el hombre está envuelto en un geometrismo constante y permanente. Es lo que yo he llamado la geometría urbana. La ciudad está trazada por infinidad de rectas, paralelas, volúmenes de edificios o construcciones de todo tipo. Y con colores que vibran, que caminan con la gente”.

-“La ciudad en algunas ocasiones, dice, te arremete visualmente cuando una raya atraviesa de forma agresiva un paisaje, cuando hay un terreno baldío con desperdicios. Una pared roída y una puerta tapiada con trozos de madera para impedir el acceso, puede ser el inicio de uno de mis trabajos. El afiche pegado a las paredes y rasgado por las inclemencias del clima y de la gente, me descubre un trazo en mis cuadros. Pero también hay cosas agradables como cuando ves sombras rojas u ocres sobre las aceras o sobre las paredes. Yo recojo esos fragmentos de ciudad para llevarlos a mi obra”.

El manejo de estas proporciones, colores y formas le permiten alterar la percepción de espacios que ejercen una influencia estética y emocional sobre el espectador. Su verdadera intención cuando pinta se puede esconder tras las líneas y perfiles dibujados en diferentes direcciones. Porque además de romper la imagen perfecta de lo real, como todo pintor, Ordaz expresa sus sentimientos, aunque en ocasiones su razón pueda reducirse a llamar la atención a través de cuadros que creen ilusiones ópticas. El abstraccionismo geométrico de Ordaz ejemplifica en múltiples ocasiones el arte de jugar con las percepciones.

-“A veces los propios artistas no tenemos respuestas más allá de la realización de la obra. Pero el abstraccionismo, ciertamente, puede mostrar diversos estados psicológicos del hombre, que rompen paradigmas”.

Cualquiera que no conozca esta corriente artística podría llegar a pensar que se trata de obras muy complejas, sin embargo, es aquí donde entra lo más atractivo de esta tendencia, y es que se usan elementos muy básicos como, por ejemplo, los contrastes de color, el trabajo sobre fondos de colores oscuros y el traspasar los límites del marco de la obra.

El trabajo de Freddy Ordaz se caracteriza por emplear elementos tomados exclusivamente de la geometría, como líneas, cuadrados, triángulos y polígonos, y por el uso de “materiales pobres”, como el yute o la madera. El resultado son figuras que buscan una organización basada en la relación armónica de las formas y el color. Y que no carecen totalmente de evocación, como hemos dicho, aunque no subraye el estado anímico del artista, precisamente.

-“El arte abstracto es, fundamentalmente, un arte de dudas; de dudas y sorpresas, dice Ordaz. Es un arte metafórico. No es como el arte clásico, que constituye una afirmación, un acontecimiento, un objeto, un sujeto. El arte abstracto enseña al hombre a pensar, a meditar. Es un arte de protesta, que no necesita de la presencia de la figuración para causar un sentimiento. Hay sentimientos que requieren de un lenguaje distinto para expresarse. He tenido experiencia con espectadores que me han manifestado un gusto por mis obras sin saber por qué. En todo caso, mis obras se sustentan en un concepto. No importa los materiales que emplee. Yo utilizo materiales “pobres” como el yute, la madera, sin caer en el preciosismo y el decorativismo”.

Y a despecho de que Freddy Ordaz prescinde, efectivamente, de toda alusión a datos de la realidad o a las formas de las cosas, su trabajo revela un vínculo que lo une con el espectador. Su abstracción habla a los sentidos, aunque no a la razón, mediante los colores que se combinan instintivos, espontáneos, y, a veces, casualmente, de tal manera que el cuadro produce sobre el espectador un efecto que, por supuesto, difiere de la pintura tradicional sólo en el hecho de que no representa objetos ni formas reales.

Sin embargo, si se mira bien, detenidamente, y sin prejuicios, la obra de Freddy Ordaz puede ser capaz de sugerirnos una atmósfera poética, un clima fantástico o una secreta correspondencia con la ciudad que construye dentro.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Jorge Dáger le da vida a la naturaleza muerta


A Jorge Dáger le fascinan las frutas. Las representa gigantescas y esplendorosas en su saludable aspecto. Parece, que les falta solo la fragancia. Su minuciosa descriptividad causó que algunos críticos hayan visto en ellas una expresión del hiperrealismo. Y probablemente, las primeras composiciones del pintor podrían sugerir este juicio.
Las obras de Jorge Dáger representan las bien organizadas agrupaciones de las frutas tropicales, tratadas con un gran realismo; las mismas frutas que el artista conocía y apreciaba desde su niñez, vivida en gran parte en una finca familiar guariqueña. Las robustas y apetitosas naranjas, lechosas, cocos, caimitos y semerucos, a veces vistos muy de cerca, o en un corte compositivo parcial, exaltan su aspecto, de forma desmesurada, son representados en su rica y sensual materialidad de texturas. La pintura de Dáger muestra las pieles lisas y brillantes, o al contrario, porosas y ligeramente manchadas; algunas frutas aparecen abiertas, para permitir a una mirada curiosa penetrar sus gelatinosas partes internas, generosamente bañadas por la luz del trópico. Jorge Dáger como fiel exponente del hiperrealismo agranda el formato y sus frutas adquieren toda la luz. Su trabajo posee una exactitud rica en color. Su maestría es inmejorable en el manejo de la luz y en la creación de envolturas de plásticos con una precisión de versátil línea, revalorizando, eso sí, la realidad desde una perspectiva fresca y fulgurante; no hay anacronismo en su trabajo, sino una propuesta de acabada estética donde el talento y la técnica se entrelazan para brindar al espectador, en abierta exposición, una realidad de meticuloso trazo e inaudita belleza

miércoles, 17 de febrero de 2010

DE LA SERIE: Seres Urbanos/Slavko Zupcic


¿Qué es para ti la ciudad donde vives?

La calle que veo desde mi ventana, algunos árboles. La panadería, el vendedor de periódicos, la lavandería. Esta pared frente a mis ojos, aquel cuadro rojo, el lugar donde apoyo los codos y comienzo a escribir.

¿Con cuál flor la comparas?

Con las campanitas que sembró mi madre para fijar los linderos de aquella casa perdida.

¿A qué huele?

A la boca de Giuliana, al cuello de Alessandro. Ciudad, hueles.

¿Cómo suena?

Pájaros y máquinas en concierto desquiciado, maníaco, hiperbólico.

Si fuese un libro, ¿cuál sería su tema?

El mismo libro de siempre, el mismo tema de siempre, ese tema que persigo y escribo, que busco y resisto hasta tensar la cuerda, el tema de todos los libros que sueño y (no) escribo.

Si fuese una comida, ¿qué ingredientes tendría?

Maíz y mozzarella, aceite de oliva. No poner tomate.

¿Qué ciudadano la habita?

Un barbero, el vendedor de libros usados, aquella mujer que sonríe, el anciano del estacionamiento, el vecino de al lado.

Si tu ciudad fuese una vulgaridad, ¿cuál sería?

La canción de la cachorrita.

Si fuese un graffiti, ¿que diría?

Fundador, (no) la cagaste. Con la opción de pensar el no todos los días.

Cuando estás lejos, ¿qué es lo que más echas de menos de tu ciudad?

La mujer que amo y el saludo cotidiano del vendedor de periódicos.

Si tu ciudad fuese un personaje de novela, ¿cuál sería?

Franz Biberkofp, el de Berlin Alexanderplatz. Con Alfred Döblin persiguiéndolo, indicándole inyecciones de trementina.

Cuando estás lejos, ¿qué es lo que más presumes de tu ciudad?


Lejos la tengo más, no la carezco.

Si tu ciudad fuese una expresión criolla, ¿cuál sería?

Ma che cazzo di domande sono queste. (Qué mierda estas preguntas. Traducción libre del editor)

Si tuvieras que mostrar un rincón de tu ciudad a un turista, ¿qué enseñarías y por qué?

Nunca converso con turistas.

Si tuviera que hacer un regalo producido en tu ciudad, ¿qué regalarías y por qué?

Una barra de pan envuelta en papel de regalo.

A tu ciudad, ¿qué le sobra?

Lo que le falta.

A tu ciudad, ¿qué le falta?

Lo que le sobra.

Por favor, díganos quién es usted y cuál es su ciudad.

Patas de Valencia, la de San Desiderio. Ojos de Salerno. Nariz de Barcelona. Cuerpo de Caracas. Ombligo del Turia, como la Valencia primigenia. Vasalbarcava, ¿existes? Yo soy tu íngrimo habitante.

Slavko Zupcic (Valencia, 1970) es médico venezolano, egresado de la Universidad de Carabobo. Ha practicado varios géneros literarios. Entre sus títulos, destacan Escúcheme Señor Sol (1989), poesía para niños; Giuliana Labolita: el caso de Pepe Toledo (2006), narrativa para niños; Los relatos Dragi Sol (1989); Vinko Spolovtiva, ¿quién te mató? (1990); 583104: pizzas pizzas pìzzas (1995); Barbie (1995) y Tres novelas (2006), y el ensayo Máquinas que cantan (2005). Ha obtenido los premios: Bienal de Literatura Infantil Luis Bouquet (1987); Bienal José Rafael Pocaterra (1990); Premio Municipal Ciudad de Valencia (1991); Mención de Honor de la Bienal de Literatura de Guayana (1994). Fue finalista del XIX Premio Herralde de novela. A partir del texto Amor que a otro puerto perteneces, y sus dos primeros libros de cuentos fue escrita la novela Círculo croata.

lunes, 15 de febrero de 2010

Juego de niños


“La imaginación es más importante que el conocimiento”, dijo alguna vez Albert Einstein. Y tal vez por ello el rol de la imaginación ha sido impulsado de igual manera por las ciencias y las artes. De esta forma, el científico y el poeta, el matemático y el músico, el cibernauta y el pintor, con procedimientos y lenguajes distintos, indagan en la unidad del mundo, o al menos en sus conexiones, valiéndose de la imaginación como la aptitud que descubre las afinidades que se ocultan entre las cosas.
Y es en la niñez cuando el hombre, guiado por el juego y la imaginación, traza en el cuaderno la expresión más pura de su sensibilidad inteligente, el impulso poético, mediante la geometría y el trazo. La mirada convierte las paredes en pizarra, y la pizarra en ventana, a través de la cual lo invisible se recrea y lo visible se disipa. Aparecen entonces la casa azul con un techo de cristal, y un jardín con esferas y nubes colgadas de las torres de los árboles. En el cielo rosado del dibujo amanece el presentimiento de un paisaje, iluminado apenas por un sol infantil que sale por entre las grietas de las paredes en donde se guardan las huellas digitales de la luz.
Las pisadas del gato en una ventana, las rodillas desnudas de un tallo, la ternura que germina bajo la sombra de un párpado hecho postigo, son los espejos que informan de lo ilimitado del mundo; nada es obstáculo para detener la mirada del niño. Por el contrario, todo lo que percibe y crea, forma parte de la superficie que su mirada perfora. El dibujo es el universo reducido a signos.
Todos los días y en todas las latitudes los niños reproducen en sus juegos los mitos de los hombres. El niño juega, y el muro se vuelve cuadro y el cuadro espacio interior: es decir, lugar de revelación. Los soles infantiles que arden en la pared o en el cuaderno de dibujo son explosiones psíquicas. Devastaciones y resurrecciones del deseo; el aprendizaje en la todavía mirada salvaje del niño.
Podríamos decir como el poeta inglés William Wordsworth que el hombre es el hijo del niño. De allí la importancia de que los poderes infantiles puedan ser expresados desde la más temprana edad mediante los poderes del juego, extraordinarios y divinos, poderes de creación. Porque los niños, como los dioses, juegan. Y sus juegos son la demostración más palpable de lo que son capaces.
Por ello la trascendencia de una atención especial en la formación del niño durante los primeros seis años de vida. En ese momento, el hombre juega, mediante su imaginación, a oler, tocar, ver y probar el mundo que lo circunda pero con absoluta libertad. Es la edad inicial, cuando el alma humana se diseña; un período durante el cual aún no sabemos si los objetos que nos rodean nos darán la felicidad o son sólo un medio para alcanzarla.

domingo, 14 de febrero de 2010

DE LA SERIE: Seres urbanos / Joaquín Marta Sosa


Foto de José Antonio Rosales

¿Qué es para ti la ciudad donde vives?

Es el espacio y el tiempo de mi construcción y de mi deterioro; es mi patria y mi cementerio; es la historia de mis amores y de mis odios; es aquello sin lo cual no sé a ciencia cierta qué sería o qué música me podría estremecer.

¿Con cuál flor la comparas?

Con esas flores salvajes que aparecen todos los días a la vera de las calles por donde transito y cuyo nombre ignoramos, pero que no abandonan la memoria de nuestros ojos y sensibilidad; son amarillas, violetas, azules, granas.

¿A qué huele?

Al torrente de un río insomne, lento, espeso, que parece abrazar todos los olores, apresarlos en uno y liberarlo en miles.

¿Cómo suena?

A los redobles de una despaciosa campana que se perdió entre las nubes de mi infancia y que recupero cada vez que abro los ojos en la mañana y los cierro por la noche.

Si fuese un libro, ¿cuál sería su tema?

El gran azar de los encuentros y de los desencuentros, de las historias que acontecieron y de las que estuvieron a punto de suceder, pero no lo lograron y que acaso hubiesen sido las más conmovedoras.

Si fuese una comida, ¿qué ingredientes tendría?

Una larga lluvia de aceite sobre vapor de arroz y una marca fuerte de alcaparras sobre papas en rodajas y carne muy pero muy troceada.

¿Qué ciudadano la habita?

Un nostálgico del campo y de la naturaleza porque su matrimonio con lo urbano es complejo y bastante mal avenido, que escapa de ella siempre que puede y que a ella regresa inevitablemente.

Si tu ciudad fuese una vulgaridad, ¿cuál sería?


Mi ciudad jamás será ni vulgar ni vulgaridad; sucia, mal oliente, sí, pero entre hormigones y asesinatos atestados de pájaros y de árboles que se niegan a morir.

Si fuese un graffiti, ¿qué diría?

Aquí estás y de aquí no te vas.

Cuando estás lejos, ¿qué es lo que más echas de menos de tu ciudad?

Los amigos, porque ellos constituyen, en esencia, nuestra ciudad.

Si tu ciudad fuese un personaje de novela, ¿cuál sería?

El protagonista de su propia novela.

Cuando estás lejos, ¿qué es de lo que más presumes de tu ciudad?

Que está cerquísima, porque siempre va conmigo a donde vaya yo.

Si tu ciudad fuese una expresión criolla, ¿cuál sería?

La quiero porque ni es calva ni con dos pelucas.

Si tuvieras que mostrar un rincón especial de tu ciudad a un turista ¿Qué enseñarías, y por qué?

La cima del cerro que marca su cintura, porque desde ella podría contemplar la piel y las cicatrices de su historia y de todos sus fantasmas.

Si tuviera que hacer un regalo producido en tu ciudad ¿qué regalarías, y por qué?

Una buena conversa entre viejos en alguna de las plazas de los pueblos de su extrarradio, porque no hay mejor diálogo en un mundo de ruidos que desollan la palabra.

A tu ciudad ¿qué le sobra?

Ladrones, asesinos y afectividad

A tu ciudad ¿qué le falta?

Dejar de ser muchas por la desigualdad y seguir siendo muchas por su vibrante multiplicidad.

Por favor, díganos quién es usted y cuál es su ciudad.

Quién soy, no estoy seguro ahora, hubo tiempos en que sí; ahora sólo sé que me tengo que ir haciendo todos los días, como cualquier ser urbano, y que suelen llamarme Joaquín Marta Sosa; pero mi ciudad ha sido ésta, donde me hice y que me hizo, Caracas, y desde luego nuestro mutuo amor ha sido una tarea más bien difícil a lo largo de los años.


Joaquín Marta Sosa (1940) es escritor venezolano, hijo de inmigrantes, nacido en Nogueira, Portugal. Es profesor Titular de la Universidad “Simón Bolívar” de Caracas. Ha escrito sobre temas literarios, estéticos, educacionales y socio-políticos, y también ha ejercido el periodismo. Algunos de sus títulos poéticos son: Anunciación (Amazonas, Caracas,1964); Para la memoria del amor (Signo Contemporáneo, Caracas, 1978); Sol cotidiano (Signo Contemporáneo, Caracas, 1981); Territorios Privados (Monte Ávila Latinoamericana, Caracas, 1999); Las Manos del Viento (Bartleby Editores, Madrid, 2002); Domicilios del mar (Libri Amicis, Caracas, 2003) Entre sus ensayos literarios publicados figuran: Sociopolítica del arte y la literatura (Editorial Equinoccio, Caracas, 1975); y La ecología literaria como responsabilidad del escritor (Editorial Equinoccio, Caracas, 1984). Recientemente ha publicado Poetas y Poéticas de Venezuela -antología 1876 / 2002- (Bartleby Editores, Madrid 2003) y Navegación de tres siglos / antología básica de la poesía venezolana (Fundación para la Cultura Urbana, Caracas, 2003) Otras publicaciones suyas son Venezuela: Elecciones y transformación social (Ediciones Centauro, Caracas, 1984); El estado y la educación superior en Venezuela (Editorial Equinoccio, Caracas, 1984)

lunes, 8 de febrero de 2010

Normalidad del mercado


Foto de Milton Guerra

Los venezolanos vivimos la normalidad con nostalgia. En medio de grandes tribulaciones, cualquier pretexto es bueno para reunirnos, detener el tiempo y conmemorar el orden. El arte del encuentro y la convivencia, hoy envilecido por algunas conductas, nos es caro en el reclamo cotidiano. Porque contrariamente a cierto delirio y dispersión ciudadana, la regularidad de la costumbre, nos define.
Y en pocos lugares del mundo se puede vivir mejor esta representación que en los mercados al aire libre. Son el orden detrás de la confusión aparente. El trajín de sus olores violentos, acerbos y puros, no sólo conlleva la sorpresa de los frutos del mar o de la tierra. La normalidad de su ajetreo nos afirma en la exhibición de una fecundidad con la que esperamos atraer, por contagio, a la verdadera abundancia.
Los mercados al aire libre son estructuras humanas perfectas, y aunque frágiles en su diseño, imponen el equilibrio del hormiguero detrás del cristal. Un mercado popular es lo aglutinado y lo masivo, lo desigual y lo diverso en clara armonía, por efecto de la certidumbre que nos da el sabernos bien provistos.
La fotografía retrata una porción de ese rito que semana tras semana se celebra en cualquier municipio de Venezuela. Como en una ceremonia religiosa, los vecinos hacen una pausa, y aun sin saberlo, se abren al festejo de la normalidad con quienes frecuentan los tarantines. En medio de la atrevida fragancia del ajo, de la maliciosa esencia del romero y de la aromática exuberancia de la salvia, ponderan, huelen, prueban y aprueban; descargan, tocan y adquieren, contraponiendo toda la salud del mercado a las irregularidades del mundo. Regatean, pero pronunciando las palabras prescritas para el diálogo con indispensable cortesía.
Nadie lo sabe; pero cada semana, cuando salimos a adquirir la mercancía que ofrece el mercado, lo que allí se celebra es la normalidad. Y esa fiesta, expresada por el don y la ofrenda, es el revés brillante del caos y la anarquía.