miércoles, 24 de febrero de 2010

Jorge Dáger le da vida a la naturaleza muerta


A Jorge Dáger le fascinan las frutas. Las representa gigantescas y esplendorosas en su saludable aspecto. Parece, que les falta solo la fragancia. Su minuciosa descriptividad causó que algunos críticos hayan visto en ellas una expresión del hiperrealismo. Y probablemente, las primeras composiciones del pintor podrían sugerir este juicio.
Las obras de Jorge Dáger representan las bien organizadas agrupaciones de las frutas tropicales, tratadas con un gran realismo; las mismas frutas que el artista conocía y apreciaba desde su niñez, vivida en gran parte en una finca familiar guariqueña. Las robustas y apetitosas naranjas, lechosas, cocos, caimitos y semerucos, a veces vistos muy de cerca, o en un corte compositivo parcial, exaltan su aspecto, de forma desmesurada, son representados en su rica y sensual materialidad de texturas. La pintura de Dáger muestra las pieles lisas y brillantes, o al contrario, porosas y ligeramente manchadas; algunas frutas aparecen abiertas, para permitir a una mirada curiosa penetrar sus gelatinosas partes internas, generosamente bañadas por la luz del trópico. Jorge Dáger como fiel exponente del hiperrealismo agranda el formato y sus frutas adquieren toda la luz. Su trabajo posee una exactitud rica en color. Su maestría es inmejorable en el manejo de la luz y en la creación de envolturas de plásticos con una precisión de versátil línea, revalorizando, eso sí, la realidad desde una perspectiva fresca y fulgurante; no hay anacronismo en su trabajo, sino una propuesta de acabada estética donde el talento y la técnica se entrelazan para brindar al espectador, en abierta exposición, una realidad de meticuloso trazo e inaudita belleza

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