lunes, 8 de febrero de 2010
Normalidad del mercado
Foto de Milton Guerra
Los venezolanos vivimos la normalidad con nostalgia. En medio de grandes tribulaciones, cualquier pretexto es bueno para reunirnos, detener el tiempo y conmemorar el orden. El arte del encuentro y la convivencia, hoy envilecido por algunas conductas, nos es caro en el reclamo cotidiano. Porque contrariamente a cierto delirio y dispersión ciudadana, la regularidad de la costumbre, nos define.
Y en pocos lugares del mundo se puede vivir mejor esta representación que en los mercados al aire libre. Son el orden detrás de la confusión aparente. El trajín de sus olores violentos, acerbos y puros, no sólo conlleva la sorpresa de los frutos del mar o de la tierra. La normalidad de su ajetreo nos afirma en la exhibición de una fecundidad con la que esperamos atraer, por contagio, a la verdadera abundancia.
Los mercados al aire libre son estructuras humanas perfectas, y aunque frágiles en su diseño, imponen el equilibrio del hormiguero detrás del cristal. Un mercado popular es lo aglutinado y lo masivo, lo desigual y lo diverso en clara armonía, por efecto de la certidumbre que nos da el sabernos bien provistos.
La fotografía retrata una porción de ese rito que semana tras semana se celebra en cualquier municipio de Venezuela. Como en una ceremonia religiosa, los vecinos hacen una pausa, y aun sin saberlo, se abren al festejo de la normalidad con quienes frecuentan los tarantines. En medio de la atrevida fragancia del ajo, de la maliciosa esencia del romero y de la aromática exuberancia de la salvia, ponderan, huelen, prueban y aprueban; descargan, tocan y adquieren, contraponiendo toda la salud del mercado a las irregularidades del mundo. Regatean, pero pronunciando las palabras prescritas para el diálogo con indispensable cortesía.
Nadie lo sabe; pero cada semana, cuando salimos a adquirir la mercancía que ofrece el mercado, lo que allí se celebra es la normalidad. Y esa fiesta, expresada por el don y la ofrenda, es el revés brillante del caos y la anarquía.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
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