miércoles, 3 de noviembre de 2010

TORRE


Ciudad. Foto de José Antonio Rosales.

Cuéntenme una cosa ¿cómo anda el mundo allá fuera? ¿Es verdad que la ciudad ya no va por las calles, y que el transeúnte, común y corriente, resolvió lanzarse de bruces al pavimento?

¿Qué hay de nuevo en los bares y maviles? ¿Se bebe igual, o con menor intensidad?¿Qué se escribe, qué se habla? ¿Hay algún comentario reciente digno de ser multiplicado? O es que acaso Orfeo-Orfeo ha muerto.

Por acá, el encierro es insoportable. Estas cuatro paredes de concreto y cristal asfixian hasta el vértigo, y la altura produce confusión en los pensamientos. Las sombras andan solas, pues la lentitud de los paseantes las dilatan. En los fosas de los ascensores hay inquietud constante. El vuelo de unos pájaros, lanzados en picada desde los sótanos, rasguña el rostro del poco viento que da en la cara.

Ni siquiera la novedad de una vista panorámica de la ciudad desde lo alto, aquieta. Al alma le gusta planear a ras del suelo, cerca de la tierra, porque en lo alto hay que estar atento a los impactos de las balas, sobre todo, las perdidas.

Además, no tengo costumbre por el efecto de unas cervezas a 50 metros de altura. El alcohol es para los hombres de a pie y no para las aves.

En todo caso, y por ahora, desde el nido de los alcones los observo, con la envidia de quien recuerda y extraña la placidez de los pasos. Sobre todo ahora, cuando la muerte ha rondado tan cerca.


Un gran abrazo
Rafael Simón

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