martes, 24 de junio de 2025

Libros usados: páginas con historias

La Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo y la Asociación de Ejecutivos del estado Carabobo abrieron de nuevo el Mercado de Libros Usados, con el lema Lecturas que perduran. El sábado 21 de junio, en la sede de la Asociación, libros emigrados de librerías, dormidos en estantes olvidados o descatalogados por el apuro del mundo, encontraron un nuevo destino. Hubo venta, trueques y el hallazgo de ejemplares que buscaban una segunda oportunidad. El espacio también fue refugio para conferencias que celebraron el libro y la lectura. Aquí, una de ellas: Libros usados: páginas con historias, de Rafael Simón Hurtado.



En la foto de José Antonio Rosales, José Sotillo, durante la presentación de Rafael Simón Hurtado en el “Mercado de libros usados. Lecturas que perduran”, 21 de junio de 2025.


I
En un mundo seducido por la fugacidad digital y el frenesí del consumo, el libro de segunda mano se erige como un emblema de resistencia. No es un simple objeto, sino un recipiente de palabras y memorias, un puente que une las manos que lo sostuvieron con las que hoy lo acarician.

Cada ejemplar lleva consigo las huellas del tiempo: una dedicatoria que murmura un amor olvidado, un subrayado que revela el fervor de un lector de otra época, o una nota al margen que dialoga con el texto desde un instante perdido.

Estos volúmenes no solo guardan historias impresas, sino que son, ellos mismos, narrativas vivas, cápsulas del tiempo que atesoran emociones, saberes y destinos.

Desde su dimensión cultural, los libros de segunda mano son custodios del conocimiento. Preservan obras descatalogadas, ediciones raras de editoriales efímeras, textos que, de no ser por el mercado de lo ya leído, habrían sucumbido al olvido.




Un tomo de Cervantes, gastado por un estudiante de los años cincuenta. El ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha.


En las librerías de viejo, -como también se les llama-, esos santuarios de silencio cortés, la literatura se democratiza: un tomo de Cervantes, gastado por un estudiante de los años cincuenta, o una edición de Orwell, regalada en los ochenta con una dedicatoria que aún respira afecto, se ofrecen a precios que invitan a todos a construir sus propias bibliotecas.

Pues estas librerías no solo resguardan clásicos o éxitos efímeros, sino también joyas olvidadas, obras de nicho o autoeditadas, tejiendo una diversidad que desafía la uniformidad de las grandes cadenas comerciales.

En su dimensión emocional, cada libro antiguo es un testigo de vidas ajenas. Un exlibris, una página doblada, un trazo de tinta: son marcas que convierten a estos volúmenes en documentos vivos, en espejos donde se reflejan los anhelos y las preguntas de quienes los leyeron.

Las ediciones especiales, por su rareza o su valor histórico, despiertan una fascinación que trasciende lo material, convocando a coleccionistas y lectores a un rito de veneración por lo irrepetible.

Desde la perspectiva comercial, estos volúmenes, contienen una economía singular, donde el precio no solo refleja el objeto.

Este mercado democratiza el acceso al conocimiento, ofreciendo obras descatalogadas a precios que desafían la exclusividad de las ediciones nuevas.

Así, los libros usados no solo circulan como mercancías, sino como conductos que abren entradas al derecho universal de la lectura.

Y no me refiero solamente a ejemplares firmados por sus autores, a primeras ediciones o a un volumen con anotaciones de un lector ilustre, sino a libros en donde el saber se encuentra con la búsqueda de un estudiante, por ejemplo, como sucede con obras de disciplinas humanísticas o científicas ya no reeditadas, que sobreviven gracias al mercado de segunda mano.

Así, un futuro ingeniero puede encontrar un texto clásico de su especialidad que, de otro modo, no habría podido hallar, con un precio que, además, no refleja su materialidad.






































Manual de Matemáticas para ingenieros y estudiantes es un libro de texto de Matemáticas escrito por I. Bronshtein y K. Semendiaev y coeditado por la Editorial Mir y la Editorial Rubiños-1860, S.


II
En ese encuentro, a veces buscado, a veces hallado por el azar, descubrimos que los libros usados pueden servirnos también para abrir espacios inclusivos que reflejan la identidad de nuestras comunidades. Como es el caso del espacio en donde hemos sido convocados hoy.

Pueden sernos útiles para organizar eventos como lecturas de poesía o de cuentos, a través de clubes de lectura, intercambios de libros o charlas con autores locales, fortaleciendo los lazos entre la comunidad.

Esta diversidad cultural hace que cada espacio destinado a exhibir libros usados, tenga una personalidad única, un carácter que la distingue y la convierte en un destino en sí misma.

Como he dicho, en un contexto donde la cultura digital privilegia la velocidad y la novedad, las librerías de segunda mano son un acto de resistencia.







































Las librerías de segunda mano son un acto de resistencia. Mercado de Libros Usados, Lecturas que perduran.


Al preservar y vender libros que podrían haber sido descartados, estas tiendas desafían la obsolescencia programada de la industria editorial.

Además, fomentan un consumo más sostenible al dar nueva vida a objetos que, de otra manera, podrían terminar en vertederos.

En un mundo preocupado por el impacto ambiental, comprar en librerías de segunda mano es una forma de apoyar la economía circular mientras se nutre el alma con lectura.

Hay otro encanto que gira en estos espacios alrededor de los libros usados. A diferencia de las grandes cadenas de librerías, donde los libros nuevos brillan en exhibiciones impecables, las tiendas de segunda mano son un caos organizado, un laberinto donde el descubrimiento es parte del sortilegio.

Encontrar una edición rara, un clásico descatalogado o un libro con anotaciones personales es una recompensa que no se puede replicar en una compra en línea.

El carácter físico de los libros usados es parte de su magia. Las páginas quebradizas, las tapas despegadas o el olor a moho pueden ser un recordatorio del paso del tiempo.





Y estos defectos, que podría parecer que le restan valor; por el contrario, los enriquecen. La imperfección de un libro usado es un testimonio de su vida, de las manos que lo sostuvieron y los lugares donde fue leído. Cada rasguño o doblez es una narrativa silenciosa que añade capas de significado.


III
Otro punto. En el contacto con los libros usados intervienen todos los sentidos humanos —vista, tacto, olfato, e incluso, aunque en menor medida, oído y gusto— juegan un papel fundamental en esta fascinación, hilando una experiencia que va más allá del contenido literario.

El escritor portugués, José Saramago, evocaba con una frase suya esta intervención de los sentidos: “una lágrima nunca emborronará un email”, -decía-, para significar cómo la materialidad de los libros físicos, especialmente los usados, ofrece una conexión emocional que lo digital no puede replicar.





































José Saramago, evocaba con una frase suya esta intervención de los sentidos: “una lágrima nunca emborronará un email”. Foto de la web de Fundación José Saramago.


La vista, con la estética del desgaste; el tacto, con la textura de la historia; el olfato, con el aroma del tiempo; el oído, con el murmullo de las páginas; el gusto, mediante la conexión metafórica con la que saboreamos el deleite de hallar el libro que buscamos.

Visto así, un libro usado apela a los sentidos de manera integral, fusionando lo intelectual, lo emocional y lo físico.

Un PDF, por ejemplo, aunque funcional, carece de textura, aroma o sonido, y las anotaciones digitales no igualan la espontaneidad de una nota manuscrita o una página gastada.

¿Podríamos acaso imaginar una librería de “PDFs usados” ?, donde los usuarios intercambien o venden archivos digitales con características únicas.

Por ejemplo, PDFs con anotaciones digitales, resaltados, o comentarios incrustados por lectores previos; con marcas similares a las de un libro físico… pero qué va, nunca será igual.

Los sentidos, que hallan belleza en las imperfecciones de un libro usado, no encuentran eco en lo digital.


IV
En mi búsqueda para trazar estas líneas, hallé dos librerías que merecen ser celebradas: la venerable Librería San Ginés, en Madrid, joya del siglo XVII, una de las más antiguas de España, donde, según se dice, yacen tesoros literarios que destellan como astros en la penumbra; y la Strand Bookstore, en Nueva York, fundada en 1927, proclamada como el edén de los libros, un laberinto donde los lectores desentrañan desde tratados filosóficos de siglos pretéritos hasta novelas negras de los años sesenta, cada una, una descarga de eternidad.





La venerable Librería San Ginés, en Madrid, joya del siglo XVII.

El gusto por los libros usados es un fenómeno bastante extendido.


En Venezuela, por ejemplo, La Gran Pulpería del Libro Venezolano, nacida en 1981 bajo la visión del profesor Rafael Ramón Castellanos, lleva 44 años siendo un puente entre lectores y coleccionistas. Sus estantes, cargados con millones de volúmenes, son un archivo vivo del patrimonio cultural, un testimonio de la firmeza del papel frente al olvido.





La Gran Pulpería del Libro Venezolano, lleva 44 años siendo un puente entre lectores y coleccionistas. Foto de Javier Cedeño.


Más cerca, en Valencia, en la calle Farriar, floreció hace años un rincón de libros usados, un jardín secreto tejido de tinta y papel.

Bajo el techo de un solar, un hombre sin nombre, custodio de un caos sagrado, apilaba libros en estanterías frágiles, como si el tiempo hubiera mezclado sus páginas en un caprichoso juego del destino.

Allí, por un azar que aún me estremece, di con un ejemplar de mi propio libro de cuentos, Todo el tiempo en la memoria, edición de 1996, un encuentro que abrió las compuertas de mis propios recuerdos.





































“Allí, por un azar que aún me estremece, di con un ejemplar de mi propio libro de cuentos, Todo el tiempo en la memoria, edición de 1996.”


Hallar una obra propia en una librería de segunda mano es un torbellino íntimo, un cruce de sorpresa y nostalgia, como encontrar un fragmento de uno mismo en un lugar inesperado.

Hay melancolía en imaginar cómo ese libro, que alguna vez fue extensión de mi ser, con sus posibles notas o dedicatorias, llegó a manos ajenas.

Surge un orgullo agridulce, pues la obra sigue su camino, narrando su historia, aunque ya no me pertenezca.

La curiosidad despierta: ¿quién lo leyó antes? ¿Qué senderos recorrió? Y, en un instante de posesividad, tienta la idea de comprarlo, como si al hacerlo pudiera rescatar un pedazo de mi alma.

Es un encuentro callado, como mirar a los ojos a un viejo amigo que ya no habla mi idioma.







Luis Cornejo Uzcátegui, apasionado guardián de libros usados.


Recientemente, junto a mis queridos colegas, los periodistas Carolina Zambrano y José Antonio Rosales, tuve el privilegio de conocer a Luis Cornejo Uzcátegui, biólogo y apasionado guardián de libros usados.

En su librería, Reusamás, junto a su esposa Ana, da nueva vida a volúmenes que narran amores imposibles o enigmas sobrenaturales.

Entre ellos, destaca una edición de La Magia Blanca, Secreta y Adivinatoria, atribuida a Alberto el Grande, un compendio de saberes ocultos que parece vibrar con un misterio propio.





































La Magia Blanca, Secreta y Adivinatoria, atribuida a Alberto el Grande, un compendio de saberes ocultos que parece vibrar con un misterio propio.


Luis nos confió que, en estos espacios, donde los libros han absorbido los suspiros de innumerables manos, no es raro que los visitantes sientan presencias esquivas, sensaciones que rozan lo inexplicable, como si los volúmenes exhalasen un aliento que trasciende lo tangible.


V
Dentro de los encantos de los libros usados hay uno, singular: tienden puentes entre generaciones, creando lazos que trascienden el tiempo.

Una dedicatoria manuscrita, como “Para Beatriz, con amor eterno, 1977”, no es solo una marca en el papel, sino una ventana a una historia que el lector actual puede imaginar o, tal vez, rastrear.

Estas huellas humanas convierten la lectura en un acto profundamente íntimo, donde el libro no solo habla con la voz de su autor, sino también con las voces de quienes lo sostuvieron antes.

Así, los libros usados se transforman en pasadizos que unen a desconocidos a través de los años, forjando una comunidad invisible de amantes de la palabra escrita.

Las historias que rodean a estos libros son tan diversas como los volúmenes mismos.


Cuento algunas: En una librería de segunda mano en Buenos Aires, un coleccionista halló una primera edición de Ficciones de Jorge Luis Borges, con una dedicatoria del autor a un amigo olvidado.





































Primera edición de Ficciones, 1944, de Jorge Luis Borges

Adquirido por unos pocos pesos, aquel ejemplar, valuado después en miles de dólares, guardaba un valor mayor: la conexión personal con el genio literario que esa inscripción evocaba.



En otra ocasión, una joven descubrió en una tienda de beneficencia un ejemplar usado de El principito. Entre sus páginas, encontró una carta de amor de 1945, escrita a una mujer que había emigrado a tierras lejanas.

Conmovida, la lectora emprendió una búsqueda para devolver la misiva a los descendientes de su destinataria, uniendo así dos eras a través de un libro.





































El principito de Antoine de Saint-Exupéry, con ilustraciones del autor.


En Lisboa, en los años setenta, un librero dio con una primera edición de O Senhor dos Anéis de J.R.R. Tolkien, dedicada por el autor a un amigo.Comprado por unos escudos, el libro alcanzó años después miles de euros en una subasta, testimonio de su valor material y simbólico.


En México, una lectora encontró en una librería de viejo un ejemplar de Cien años de soledad, de Gabriel García Márques, cuyas notas manuscritas, obra de un profesor universitario, iluminaron su tesis doctoral, como si el libro hubiera esperado por ella para revelar su sabiduría.






































Ejemplar de la primera edición de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.


Estas anécdotas revelan el carácter excepcional de las librerías de libros usados y los libros que se consiguen en ellas.

Cada volumen en sus estantes es un compendio de historias: la que narran sus páginas y la que llevan consigo, grabada en sus viajes, en las manos que los acariciaron, en los destinos que los moldearon.

En estos espacios, el pasado respira, aguardando al próximo lector que, al abrir un libro, despierte su latente memoria.


VI
Yo, modestamente también tengo algunas historias, que atesoro en mi tímida biblioteca.

Gracias a que mi esposa Beatriz y yo compartimos el gusto por los libros, nuevos y usados, también podemos contar algunas anécdotas halladas en esos lugares donde el pasado y el presente se encuentran en cada página gastada.

Por ejemplo, en nuestras estanterías reposa un ejemplar de La razón de mi vida, de Eva Perón, publicado por Ediciones Peuser en 1951. Perteneció a la señora Carmen Tellería, residente en Caracas, quien, de su puño y letra, escribió su nombre y la fecha “22 de julio de 1952”. El libro fue adquirido en la Librería Pensamiento Vivo C.A., situada en la Avenida Bolívar, entre las calles Mercaderes y Municipal.





































La razón de mi vida, de Eva Perón, publicado por Ediciones Peuser en 1951.


La razón de mi vida, como se sabe, es una obra autobiográfica atribuida a Eva Duarte de Perón (aunque oficialmente se atribuye a Eva Perón, algunos estudiosos sugieren que pudo contar con la colaboración editorial del periodista español Manuel Penella de Silva).

En sus páginas, Evita relata su trayectoria vital, su vínculo con Juan Domingo Perón y su ferviente compromiso con el movimiento peronista.

Fíjense bien, la edición es de septiembre de 1951, y la señora Carmen Tellería pone su nombre el 28 de julio de 1952, es decir, 9 meses después.

¿Qué resonancias emocionales o políticas la llevaron a rubricar su nombre en ese ejemplar? ¿Fue el fervor de una identificación profunda con los ideales de justicia social que Evita encarnaba, o tal vez una admiración íntima por esa mujer que, desde la humildad, alzó su voz con la intención de transformar su país?

Acaso Carmen, en la Venezuela de entonces, vio en el peronismo un reflejo de sus propias ansias de cambio, una resonancia de luchas compartidas en un continente surcado por sueños de equidad.






































También tenemos una edición de Cuentos completos de Edgar Allan Poe, publicada por Círculo de Lectores en 1984, con la voz de Julio Cortázar en prólogo y traducción; y en una de sus páginas todavía guarda un secreto: la receta de un “pai de frutas”, escrita con ortografía frágil: Dos sobres de pudín de vainilla, una taza de leche, una lata de melocotones escurridos, guindas como destellos para adornar.

Imagino a la lectora —o al lector— sumergida en los abismos de Poe, en la penumbra de sus relatos, mientras el aroma del horno, cálido y dulce, se trenzaba con el graznido de El cuervo.

El libro, abierto, en diálogo con el pastel, gesta un misterio culinario, un instante donde lo gótico y lo cotidiano se miran de reojo.







































Poseemos una edición de El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, publicada por Editorial Tor y traducida del francés por A.D. (una abreviatura de un seudónimo o una institución, no lo sabemos). La edición, desde que la compramos, permanece intocada.

El aspecto ajado del ejemplar, con sus páginas teñidas de ocre por el tiempo, nos induce a temer que, al abrirlo, pudieran liberarse gérmenes de origen y antigüedad inciertos, como si el libro guardara, junto a sus ideas, las miasmas del siglo XVIII, aunque la edición es del siglo XX.

El estado deteriorado del libro, con su pátina de desgaste y posibles huellas de moho, lo convierte en un objeto tan venerable como intimidante, difícil de abordar sin precaución.

En su contraportada, Editorial Tor enumera con orgullo su colección de clásicos universales, ordenados con precisión. El listado de obras que promociona, como un mapa literario, evoca la ambición de abarcar el espíritu de la humanidad, mientras el libro mismo, cerrado y frágil, parece custodiar no solo las ideas de Rousseau, sino el peso visible y silencioso del tiempo transcurrido.


En otro de los estantes de nuestra pequeña biblioteca descansa una edición desvencijada, de El amante de Lady Chatterley de D.H. Lawrence, (David Herbert Richards Lawrence) en su versión completa y no expurgada, publicada en 1956. Es decir, una edición que no ha sido modificada, cortada ni censurada, conservando todo el contenido original sin omisiones ni alteraciones.





































Aunque no corresponde a la primera edición sin censura —publicada en 1928 en Florencia por la editorial Orioli, cuando la obra fue tildada de obscena y proscrita en naciones como Reino Unido y Estados Unidos—, esta edición de 1956 se erige como un preludio a los hitos que transformarían la historia de la novela.



Tenemos, igualmente, una edición de Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway, publicada en 1959 por Editorial Claridad, que proclama en su portada, con solemnidad, ser la “única edición legítima en castellano con derechos exclusivos”.

En su página de guarda, ostenta con orgullo que el material fotográfico que enriquece esta edición ha sido gentilmente proporcionado por Paramount Films, distribuidora de la película inspirada en la novela.

Este volumen, testigo de una época, no solo custodia la prosa vigorosa de Hemingway, sino que se erige como un eslabón entre la literatura y el cine, uniendo el verbo escrito con las imágenes que evocan la intensidad de su relato.


Una colección muy especial anida en un extremo de la biblioteca. La colección de El Nuevo Tesoro de la Juventud, “obra consagrada a los niños de América”, era su lema.





































Fue en mi adolescencia un objeto de fervor casi reverencial. Durante ciertos fines de semana, emprendía un peregrinaje a la casa de un compañero de bachillerato, desde Naguanagua hasta Tocuyito, por la carretera vieja, para extraer, de la biblioteca de su madre psicóloga, cada uno de los volúmenes de esta enciclopedia, que aún hoy considero un tesoro inestimable.

La obtuve después, gracias al regalo de un buen amigo, bajo el sello de Grolier International, Inc., en su constelación de veinte volúmenes.
Enciclopedia de múltiples rostros, su diseño primoroso y su vasta riqueza fueron en mi adolescencia un espejo del cosmos, un destello que encendía mi curiosidad con la misma intensidad con que hoy, en su danza efímera, lo hace la red de internet.


Entre las curiosidades que atesoramos, más por su aura fetichista que por el contenido mismo, destaca un ejemplar de un curioso librito, de tapa dura, escrito en alemán, su título: Urwald de Raoul Heinrich Francé, publicado en 1928 en Stuttgart, Alemania.





































Impreso en la distintiva tipografía Fraktur, característica de las publicaciones alemanas de la época, el libro encarna el espíritu de una era y un arte tipográfico que evoca la tradición germánica.

El título en alemán alude al "bosque virgen" o "selva", que refleja la mirada singular de su autor, botánico, microbiólogo y filósofo de la naturaleza.

Para nosotros, su presentación invita a imaginar el volumen como un objeto de veneración, no solo por su contenido, -que hemos sido capaces de traducir-, sino por su materialidad: las letras góticas, el papel que guarda el peso de casi un siglo, y el eco de un bosque primigenio que, desde sus páginas, con casi un siglo de haber salido de la imprenta, sigue respirando.


He guardado para el cierre dos hallazgos excepcionales: los facsímiles de El Cojo Ilustrado, destacando la edición número 102, del año V, fechada el 15 de marzo de 1896.

Entre sus páginas, celosamente conservadas, reposa una fotografía que captura al rector de la Universidad de Carabobo, Alejo Zuloaga, a los 43 años de edad, acompañado de los jóvenes doctores de entonces, Miguel Ángel Pazqués y Guillermo Barreto Méndez.

En la página 238 de esta misma edición, el escritor J.M. Núñez Ponte les rinde un elogioso homenaje, reflejo de la estima que inspiraban.

Dicha imagen, de singular valor histórico, fue usada como portada del libro Dos momentos: una historia, del profesor Iván Hurtado León, obra que narra la trayectoria centenaria de la Universidad de Carabobo.





































Estos facsímiles, junto con otros volúmenes, fueron adquiridos por mi esposa y por mí, en una venta de libros usados dispuestas en las aceras de una calle de Caracas; un encuentro fortuito donde la memoria y el azar conspiraron para entregarnos estas reliquias de la historia impresa.



Y queda un último tesoro, de esos que iluminan con un fulgor nuestra devoción apasionada por los libros usados: en un volumen cuyo título he olvidado, surgió entre sus páginas un poema manuscrito del poeta Eugenio Montejo. Noche en la noche, perteneciente a su Partitura de la cigarra de 1999, se manifestó como un destello íntimo, un trazo de tinta que enlaza la mano del poeta al alma del lector.

En ese momento, el libro, anónimo y ajado, se transfiguró en un augurio, y el poema, en un premio a nuestras almas de lectores.

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