jueves, 6 de noviembre de 2014

Víctor Álamo de la Rosa: “Escribir y leer son sinónimos” (entrevista)

Álamo de la Rosa: “Yo he inventado un territorio mítico literario, a la manera del Macondo de García Márquez o la Santa María de Onetti, que llamé Isla Menor y que es un trasunto de la isla canaria de El Hierro, la más pequeña y la más misteriosa de las Canarias”.




Víctor Álamo de la Rosa (Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, 1969), es un escritor traducido a varias lenguas, que se ha ido consolidando como uno de los más importantes del actual panorama literario hispánico. Autor de novelas como: El humilladero (1994), El año de la seca (1997), Campiro que (2001, finalista del Prix Fémina en Francia), Terramores (2007), La cueva de los leprosos (2010), Mareas y marmullos (2011) e Isla nada (2013), corroboran la solidez literaria de una obra que ha merecido estudios y tesis doctorales en las universidades de Génova, Venecia y Juiz de Fora y que se ha publicado en Francia, Venezuela, Portugal, Croacia y Alemania.


Además de la vocación, la voluntad y la calidad de su escritura, ¿qué ambiente cultural y editorial le ha permitido desarrollar una trayectoria tan amplia con tanta juventud?


Tuve la suerte de ser acogido, desde que tenía veinte años de edad, por una generación literaria muy potente y generosa, reunida en torno a la revista literaria “Fetasa”, que dirigía el profesor y escritor Juan José Delgado y que se editaba en Tenerife. Formé parte de su comité de redacción y para mí fue la mejor escuela literaria posible, porque en aquellas reuniones tenía la suerte de escuchar y de departir con grandes escritores de la tradición literaria canaria, como Isaac de Vega o Rafael Arozarena, junto con otros como Luis Feria, que por entonces residía en Santa Cruz de Tenerife. Por aquella revista pasaron las firmas de los más conspicuos escritores de los últimos años en Canarias, como José María Millares Sall o Manuel Padorno. Pude leerlos tempranamente y como yo digo, escribir y leer son sinónimos. La mucha lectura me llevó hacia la escritura propia. Además, por esos mismos años estudié y me licencié en Filología Española por la Universidad de La Laguna, por lo que todo el ambiente que me rodeaba era propicio para la formación de un escritor. Mi propia carrera universitaria me descubrió a todos los grandes clásicos de la literatura española, desde el gran Cervantes a San Juan de la Cruz, pasando por Góngora o Garcilaso y además toda la tradición latinoamericana, pues esos estudios incluyen asignaturas específicas sobre la tradición literaria latinoamericana. Por si fuera poco, ya desde mis primeros relatos, conté con el apoyo y la lectura de José Saramago, el Nobel de Literatura, quien había trasladado su residencia a la isla canaria de Lanzarote y que incluso fue tan generoso conmigo que llegó a prologar una de mis novelas más conocidas y traducidas, El año de la seca, una obra que, por cierto, también se publicó en Venezuela, además de en Brasil, Portugal, Francia y Croacia. Como verá, con todas estas compañías, el ambiente en el que fui creciendo como escritor no podía ser más propicio para fecundar una carrera literaria.


A usted se le ha calificado cómo el escritor canario en Francia. ¿Esa calificación significa un salto editorial y de difusión de su obra sin pasar por España, o ya es usted profeta también en su tierra?


Mi editorial francesa, Grasset, es una de las principales del país, y tuvieron claro que les interesaba mi literatura hasta el punto de que mi cuarta novela, Terramores, se publicó primero en Francia, en francés, antes que en español. Las ventas y la crítica, sobre todo Le Monde y Le Figaro, fueron bien, y eso les animó a hacerse con los derechos en francés. Siempre he tenido ciertos problemas para normalizar la edición de mis libros en España y por eso he publicado a veces antes en otras lenguas y en otros países. En España mis novelas las publicaba Espasa Calpe, pero fue absorbida por un grupo editorial y muchos escritores de su catálogo nos quedamos colgados. En los últimos años la edición ha cambiado mucho en España. Es un panorama complejo y confuso. De todos modos, particularmente en Canarias, a partir de principios del siglo XXI, algunos escritores canarios hemos conseguido que por fin se demande novela escrita por canarios en Canarias y que, además, las ventas acompañen el fenómeno. Esto se ha conseguido sobre todo cultivando la novela de género, como la policíaca, sólo que ambientada en Canarias. Mi caso es curioso porque yo he inventado un territorio mítico literario, a la manera del Macondo de García Márquez o la Santa María de Onetti, que llamé Isla Menor y que es un trasunto de la isla canaria de El Hierro, la más pequeña y la más misteriosa de las Canarias. Y creo que este hecho, curiosamente, me abrió otros mercados, como el francés, porque mis novelas se leen dentro de la tradición de la literatura protagonizada por islas misteriosas, tipo La isla del tesoro, por ejemplo, mientras que en España estaba más de moda una novela urbana. La tradición literaria canaria siempre fue muy fuerte, pero en el terreno de la lírica, de la poesía. Piensa que el fundador de la literatura cubana fue un poeta canario, Silvestre de Balboa, y el de la literatura brasileña, otro poeta canario, José de Anchieta. Sólo en los últimos veinte años, con un nutrido grupo de novelistas de varias generaciones, hemos conseguido despertar la tradición narrativa, que era fundamentalmente cuentística. En la actualidad la narrativa ha experimentado un auge muy poderoso, con varios autores punteros a nivel nacional. Y esto nos ocurrió a pesar de que el gran novelista español era Don Benito Pérez Galdós, el escritor canario más célebre.


Usted se refiere al conjunto de novelas El Humilladero (1994), El año de la seca (1997), Cámpiro qué (2001) y Terramores (2008) como una tetralogía. ¿Puede contarnos qué escenarios y cuáles temas enlazan las historias contenidas en estos libros? ¿Se construyen las tramas, acaso, con la materia prima de las costumbres y personajes de su lar de origen?



En realidad, son seis novelas y los volúmenes de relatos los que conforman esa novela de novelas, esa supranovela del territorio mítico de la Isla Menor. Son novelas independientes, con una fuerte carga de erotismo, pero, al mismo tiempo, dialogan unas con otras, se prestan personajes, se buscan en sus espejos. Es un juego metaliterario que ya hizo el gran Onetti con su Santa María y que yo quería emular. Finalmente, a esas obras que usted cita, hay que sumar La cueva de los leprosos (2010), y la última, recién editada en España, de título esclarecedor, Isla nada (2013), porque precisamente en esa novela someto a un proceso de demolición ese mundo mítico de la Isla Menor que había alimentado mi novelística. Rompo con el mito, evaporo la isla, a imagen y semejanza del gran mito de San Borondón, esa isla que aparece y desaparece y de la que nadie está seguro de su existencia. Me apetecía imponerme otros retos como narrador y romper con lo anterior, y ahora puedo anunciarte que estoy trabajando en un tipo de novela más alegórica, tipo La carretera, de Cormac McCarthy, o Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, una línea que me interesa mucho.


Ilústrenos, ¿cómo la poesía toma parte en su trabajo narrativo? ¿Qué le aporta este género a su producción novelística?


De entre todos los géneros literarios, la poesía es el que más me interesa. Es la gran poesía la que abre paso al progreso literario. Creo que podemos aprender más de los grandes poetas y por eso siempre digo que me interesa trasladar a mis novelas los vuelos de la poesía. No me interesa esa prosa plana, que va planamente acabándose, sin giros, sin sustos, sin sorpresa, sin huecos y recovecos, sin música, justo lo que nos da la poesía. Creo que la gran literatura se hace con lo que está detrás de atrás de las palabras, no con su imagen primera. Hay que buscar sus sensaciones, sus correspondencias, como diría Baudelaire. Esto no significa escribir novelas ininteligibles y después decir que son poéticas o líricas para justificarse. Busco esa prosa capaz de narrar, es decir, contar historias, pero al mismo tiempo con vuelo poético, que es lo que encuentro en Rulfo o Tabucchi, Cormac McCarthy o Baricco, o los canarios Rafael Arozarena e Isaac de Vega, por poner un par de ejemplos claros.


Además de España, ha sido editado en Francia, Brasil, Venezuela. ¿Ha significado esta experiencia un substantivo aumento en el número de sus lectores? ¿La traducción a idiomas como el francés o el portugués ha representado una mayor difusión fuera de España? ¿Cómo fue la experiencia de edición de El año de la seca, en 2002, por la editorial venezolana Monte Ávila Editores?


Hasta ahora he publicado en Venezuela, Francia, Portugal, Croacia y también varios relatos en Alemania e Italia, donde hay dos tesis universitarias sobre mi obra, a la que pronto se sumará otra que están haciendo en la universidad brasileña de Juiz de Fora. Sin duda alguna, las traducciones aumentan los lectores y una mayor difusión fuera de España, pero lo principal, para mí, es el aprendizaje para el propio escritor, sentir cómo se sienten o valoran o leen tus novelas en otras lenguas y en otras latitudes. Las traducciones son fundamentales en este sentido, porque nos ayudan a crecer como escritores. En cuanto a la experiencia de publicar con Monte Ávila, aunque de eso hace ya una década, recuerdo que fue maravilloso, porque fue la primera edición en español de una de mis novelas más conocidas, El año de la seca, que salió antes en Brasil y en Venezuela que en España, donde la publicó Espasa. Recuerdo especialmente la presentación de la obra en el Hogar Canario de Caracas porque fue un acto en verdad multitudinario, ya que muchos canarios se habían acercado a la novela porque, aunque un poco de soslayo, se sumerge en la aventura de los emigrantes insulares hacia América.


Es usted un gran divulgador y promotor de la lectura. Este es un objetivo central de la Feria Internacional del libro de la Universidad de Carabobo. En este sentido, ¿qué representa para usted su visita a Venezuela, y al estado Carabobo, a la Feria Internacional del Libro de nuestra Universidad?

Estar en la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo es para mí una gran alegría, más allá de los lazos afectivos que como canario me unen con Venezuela, porque es una feria que cada vez cobra más importancia y prestigio en el circuito internacional de ferias del libro. Además, yo soy uno de esos autores que cree firmemente en la necesidad de que el escritor se involucre en la difusión de la lectura y del libro, particularmente en un panorama que algunos se empeñan en dibujar como descorazonador para el libro y la lectura. Yo siempre me he empeñado en participar en iniciativas divulgadoras de la cultura; la cultura es lo único que nos aleja del simio que fuimos, lo único que nos hace de veras humanos, sobre todo en un mundo como el actual, muy necesitado de una rehumanización. Además, como soy profesor de Creación Literaria desde hace diez años en la principal Escuela de Escritura de España, la Escuela Canaria de Creación Literaria, estoy muy feliz y muy ilusionado de poder ofrecer uno de mis talleres al público venezolano en el marco de la FILUC. Espero que no se lo pierdan. Vengo con muchas ganas.


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