sábado, 1 de noviembre de 2014

Nuria Amat: “Me concedo la impresión de vivir en una paradisíaca isla rodeada de libros por todas partes” (entrevista)

Nuria Amat, en su casa, en medio de sus libros. Foto de Germán Sáiz.



La escritora española, Nuria Amat, fue la encargada el año pasado de pronunciar el discurso de apertura de la 14 Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo.


Las facetas literarias, librescas, bibliográficas y bibliómanas coinciden con las de su mundo íntimo, dice Nuria Amat, escritora invitada a la 14 Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo de 2013. Las mismas que se transforman en el mundo exterior y profesional de la escritora española, en literatura, escritura, bibliotecas, lectores y libros.

Ha sido una vida vivida en consonancia con el que ha sido un elemento vital en su vida, pues los libros, ese elemento, le han proporcionado una suerte de bienestar que difícilmente habría podido conseguir con otra dedicación.

Nuria Amat, autora de libros de poesía, cuento, novela, teatro, periodismo, ha establecido una particular relación con el libro, en sus distintos formatos, a través de sus estudios e investigaciones sobre el hecho editorial y bibliográfico y sus libros de ficción y creación literaria. Es licenciada en Filosofía y Letras, y doctora en Ciencias de la Información, y mediante una dedicada experiencia docente, introdujo en la Escuela de Biblioteconomía de la Universidad de Barcelona, los estudios en Ciencias y Tecnologías de la Documentación.

¿Qué necesidades personales la han llevado a pasearse por tan diversos géneros literarios y adentrarse en el libro más allá de su escritura? ¿Cómo describe su relación con los libros, como escritora, docente y lectora?


Según confiesa en El ladrón de libros (1998), su interés nace en la infancia, con una connotación ritual.

“En mi caso, por lo que a mi devoción libresca se refiere, el rito era doble, pues los primeros libros que me sedujeron, en tanto que objetos del deseo y hasta el límite de poseer todas las ediciones asequibles de aquélla época, fueron los misales”.

“Misales gruesos; imponentes para ser sostenidos por unas manos pequeñas, -según dice-, pero al mismo tiempo manipulables; de cantos dorados, cuando estaban confeccionados en superdelicado papel de biblia, o guillotinados en color sangre, si se trataba de los más sencillos”.

Ese contacto activó sus sentidos, pues de algunos admiró su encuadernación en diferentes tonos de piel; de otros absorbió el aroma salido de sus páginas, y a todos los palpó para ponderar los diferentes tamaños con sus manos de niña.

Como puede constatarse un origen con culto religioso, aunque “sin matices beatos”, dice.

Después, con el tiempo, el gusto desarrollado por la lectura la llevó a superar esa relación táctil, olfativa y visual, para conceder la debida importancia al contenido de la letra impresa.

Este primer acercamiento con el “libro ritual”, la condujo a su encuentro con una industria editorial floreciente en la España de los años 60. En la estantería de su biblioteca comenzaron a aparecer ediciones de Editorial Juventud, Bruguera, Molino, y Exclusivas Ferma. Según recuerda, por aquella época gastaba “sus pequeñas pagas y mínimos salarios en comprar libros”.

Otro aspecto que influyó notablemente en su pasión libresca, lo constituyó el entusiasmo de una biblioteca paterna, en la que se conjugaban lo intelectual y lo educativo.

“Se trataba, -dice en El ladrón de libros-, de retar la memoria catalográfica de nuestro padre, quien como respuesta a un título de la obra que nosotros elegíamos al azar, debía adivinar sin otra ayuda que su memoria, el lugar exacto que ésta ocupaba en su biblioteca de tamaño notable”.

Confiesa la autora de Amor i guerra (Premio Ramón Llull 2011), editado por Editorial Planeta/Grup 62, 2011), que “cuando el objeto seductor es el libro, la relación íntima que se establece es doble e inquietante. Por un lado, el objeto inanimado y desechable representado por el libro. Un bien coleccionable, útil o inútil como cualquier otra cosa. Pero, a la vez, el objeto vivo, rico y eterno que también puede ser el libro. En esta ambivalencia: naturaleza muerta e inmortalidad por excelencia, se explica que la manifestación del deseo libresco se halle conformada de misterios, ritos, frustraciones, silencios o felicidades”.


Intermediaria entre el libro y el lector


Nuria Amat está vinculada a los libros por los cuatro costados. Su biblioteca personal es una manifestación literal de esta afirmación. “Me concedo la impresión de vivir en una paradisíaca isla rodeada de libros por todas partes”, revela en El ladrón de libros. Pero además de escribirlos, mediante su profesión de bibliotecaria también se ha convertido en intermediaria entre el lector y el libro.

“Que me guste leer, escribir y subsista económicamente gracias a la profesión de bibliotecaria no sólo no me parece extraño sino que considero mi trabajo tan normal que me sorprende no encontrar colegas que participen simultáneamente de los tres grandes puntales que configuran el libro: autor, lector y sólido intermediario entre uno y otro”.

Para ella, el ejercicio de esta actividad, más que un trabajo es la prolongación de su vida personal en la vida de los otros.

Amat es Doctora cum laude en Ciencias de la Información, miembro de honor de la Asociación Nacional de Diplomados y Alumnos de Biblioteconomía y Documentación de Granada; licenciada en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), bibliotecaria diplomada, y ha sido profesora de la Escuela Universitaria de Biblioteconomía y Documentación de Barcelona.

“Ser bibliotecaria o ejercer la profesión que lleva este título supone, antes que otra cosa, convertirte en el intermediario perfecto entre el lector que se dirige a una biblioteca y el libro que puede o no encontrarse en la misma. Siempre estuve convencida de que en esta servidumbre al lector, por encima de la servidumbre al libro, residía el objetivo clave de la tarea del bibliotecario”.

Libro impreso, libro electrónico

La experiencia de Nuria Amat en las denominadas ciencias de la información le ha permitido reflexionar en cuanto a las relaciones entre el libro impreso y el libro electrónico.

No alberga ninguna duda sobre las cualidades de procesamiento, flexibilidad y rapidez de las computadoras, y sus bases de datos, en comparación con el medio impreso.

“Un disco duro, -dice-, podrá contener tres novelas de un escritor que trabaje en procesador de textos. Sin embargo, a fin de que estas novelas ejerzan su objetivo primordial: que el lector potencial pueda leerlas y degustarlas, tendrá que pasar obligatoriamente por una etapa de impresión que las restituya al papel de origen”.

No cree la escritora que las novelas puedan ser leídas en la pantalla de un terminal de computadora. “Si acaso fuera así, se trataría de un tipo de novelas muy distintas a las hasta ahora concebidas”.

Por lo pronto, considera que el libro tradicional es tan necesario para el trabajo esencial del escritor. Sólo para el trabajo complementario de consulta y de adquisición de conocimientos, las bases de datos suplen las funciones de las enciclopedias, directorios, diccionarios, catálogos de bibliotecas y manuales tradicionales”.

“El libro tradicional no ha muerto, pero sí es víctima de una metamorfosis”.


Escribir para sobrevivir

La obra de Nuria Amat suma 8 novelas (Pan de boda, Barcelona, La Sal Edicions de les Dones, 1979; Narciso y Armonía, Barcelona, Puntual Ediciones/Ajoblanco, 1982; Todos somos Kafka, Madrid, Anaya-Mario Muchnik, 1993); Viajar es muy difícil, Madrid, Anaya Mario Muchnik, 1995; La intimidad, Madrid: Alfaguara, 1997; El país del alma, Barcelona: Seix-Barral, 1999, Finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2001; Reina de América, Barcelona, Editorial Seix Barral, 2001, Premio Ciudad de Barcelona 2002; Deja que la vida llueva sobre mí, Barcelona, Editorial Lumen, 2008; Nominada al Premio Internacional IMPAC 2007 traducida como Queen Cocaine; Amor i guerra, Barcelona, Editorial Planeta/Grup 62, 2011. Premio Ramón Llull, 2011); 2 libros de Cuentos (Amor breve, Barcelona, Muchnik, 1990. Publicado también en Círculo de Lectores, y Monstruos, Madrid, Anaya-Mario Muchnik, 1991); 1 libro de poesía de autoría propia (Poemas impuros, Barcelona, Bruguera, 2008); y una traducción de los poemas de Emily Dickinson (Amor infiel, Madrid, Losada, 2004); y 7 libros de ensayo (El ladrón de libros, Barcelona, Muchnik, 1988; De la información al saber, Madrid: Fundesco, 1990); El libro mudo, Madrid, Anaya-Mario Muchnik, 1994; Letra herida, Madrid, Alfaguara, 1998; El siglo de las mujeres, Barcelona, Ediciones del Bronce, 2000; Escribir y callar, Madrid, Siruela, 2010; Juan Rulfo. El arte del silencio, Barcelona, Omega, 2003); 1 texto de teatro, Pat’s Room. Dirige también la colección “Vidas Literarias”, de Ediciones Omega.

El escritor mexicano Carlos Fuentes, quien prologó en 1993 su libro Todos somos Kafka, dice sobre la obra de Amat, que ella “propone una autoría solitaria, desubicada, fuera de lugar en todas partes y no da cuartel para recordarnos la soledad del acto de escribir”.

Cuando se le consulta acerca de las razones para ejercer con tanta pasión el oficio de colegas a quienes admira como Virginia Woolf, George Steiner, Montaigne, Quevedo, Cervantes, Proust, Kafka, Faulkner, Borges, Beckett, García Márquez, Rulfo o Canetti, afirma que lo hace “para sobrevivir”, pues para ella la escritura es una opción de vida, un refugio y una forma de denuncia. Cuando escribe, -confiesa-, lo más importante es cómo dice las cosas, decirlas como nadie las dice.

“Escribir es un ejercicio lento y difícil que requiere toda una vida”.




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