miércoles, 28 de diciembre de 2011
Buena Fe / Sabina- La Canción mas Hermosa del Mundo- La Habana le canta ...
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
TAN JOVEN Y TAN VIEJO- CARLOS VARELA Homenaje: "La Habana le Canta a Sab...
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
martes, 27 de diciembre de 2011
Joaquin Sabina y Pablo Milanes - La cancion mas hermosa del mundo
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
Tan joven y tan viejo - Joaquín Sabina
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
lunes, 12 de diciembre de 2011
Víctor Hernández: La Guaira siempre (entrevista)
Fotógrafo Víctor Hernández, autor del libro La Guaira siempre.. Foto de José Antonio Rosales.
En 1999, el fotógrafo Víctor Hernández (Guárico, 1961), tuvo la idea de realizar un calendario de fotografías sobre el patrimonio artístico, arquitectónico y cultural, de La Guaira para celebrar la llegada del año 2000. Para diciembre de ese año, el registro exhaustivo de la costa ya componía un portafolio con cientos de imágenes. Nunca imaginó que la naturaleza le señalaría un nuevo rumbo a su trabajo. Lo que comenzó como un calendario y unas postales para celebrar el arribo del nuevo milenio, culminó como un libro para registrar un drama.
A 15 años de aquellos hechos, la lluvia pone siempre en el recuerdo el desasosiego vivido en la tragedia. Entonces Víctor Hernández nos contó, en una apesadumbrada conversación, lo que fotografió su memoria.
La memoria que borró la lluvia
A Víctor Hernández la imprenta le entregó un libro impreso de luto rígido. Un libro de fotografías que alude a una franja de tierra que serpentea entre el cerro y el mar, y cuyo contenido más terrible es precisamente el antes y el después que, por azar o por destino, captó su cámara. La fotografía usada para la portada de ese libro, y tomada días antes de la tragedia de Vargas, muestra cómo se veía el horizonte de La Guaira antes del 15 de diciembre de 1999.
La tragedia ocurrida en La Guaira ese año, ya había sucedido en otras épocas. Como en una habitación repleta de espejos, la historia volvió a mostrar una catástrofe que se presenta, al parecer, cíclicamente, para expresarse en muertos y desaparecidos. En 1798, en 1938, en 1944, en 1948, en 1951, en 1980 y en 1999, según dice el investigador, Rafael Cartay, en su trabajo Cuando el río suena. Por lo que cabría pensar que la propia fuerza de la lluvia se encargó de borrar toda la memoria que existía.
Una descripción hecha por Humboldt en 1798 parece el calco de lo acontecido en 1999: “Este torrente que, por lo general, no tiene 10 pulgadas de hondo, tuvo, después de sesenta horas de lluvia en las montañas, una creciente extraordinaria, que arrastró troncos de árboles y masas de rocas de un volumen considerable”. (Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente).
Víctor, ¿la gente tenía recuerdos de estos sucesos?
No. No había recuerdos. Durante los primeros días de lluvia este era el tema de conversación, pero nadie recordaba que alguna vez hubiese llovido tanto. Y fue precisamente por esa falta de memoria que la gente construyó en los lechos de los ríos y en los llamados conos de eyección edificaciones de todo tipo. Por esos pisos aluvionales fue eyaculado, con toda la furia de la naturaleza, el material proveniente de unos cerros de pendiente casi vertical.
El día que se rompió la guaira
La Guaira surge como el puerto de una ciudad -Caracas-, fundada unos mil metros más arriba, y lo que le da conexión y continuidad, es precisamente el paisaje, la naturaleza. "La cadena montaña que discurre entre el puerto y el alto Valle de Caracas, se precipita casi verticalmente al mar, y las casas de la ciudad se apoyan en una abrupta muralla de roca. Entre esta muralla y el mar queda un espacio abierto de unos 200 ó 270 metros de anchura", escribe Humboldt en Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente. En esa faja vive La Guaira, una franja "de tierra bendita que separa la montaña del mar", dijo de ella Salvador Garmendia, para quien "el Litoral reunía los sueños urbanos del ciudadano medio. La casa, el apartamento, el club, eran –dice Garmendia- las coberturas de un domingo dichoso". (Fantasías y nostalgias de un ciudadano común. Revista Bigott, No. 54-55)
Calle San Francisco, La Guaira, antes de la tragedia.
Calle San Francisco, La Guaira, después de la tragedia.
Víctor, ¿qué día se rompe para ti el paisaje de La Guaira?
El 15. La parte terrible, brutal comienza el 15. Para mí, de la noche del 15 a la madrugada del 16, se rompe La Guaira, y con ella, el sueño de todos de una casa plantada en lo alto y frente al mar. Desde la nuestra, oíamos los gritos, los que recuerdo muy bien; tal vez, sin quererlo, este haya sido el primer retrato. El cerro, en esa zona, comenzaba a deslizarse. Pensamos en irnos directamente al aeropuerto internacional de Maiquetía o "Simón Bolívar", por dos razones: porque considerábamos que era un sitio seguro, y porque mi suegra y mi cuñada llegaban ese mismo día 15, de Alemania. De esta manera emprendimos la huida, mi esposa, mi hijo y yo. Pudimos salvar algunas pertenencias parte de equipo y fotografías. El viaje hasta el aeropuerto duró siete horas, algunas veces en "cola", otras, caminando, con el barro, literalmente hablando, más arriba de la rodilla. Una vez en el aeropuerto, y habiendo hecho contacto con los familiares que esperábamos, intentamos llegar a Caracas por carretera, pero uno de los túneles -Boquerón II -había sido tapiado por los derrumbes. Tuvimos que regresar, entonces, a un aeropuerto congestionado y en pleno caos. Allí pernoctamos. Al día siguiente, después de un día de mucha tensión, vimos cómo comenzaban a llegar personas totalmente sumergidas en una profunda depresión nerviosa, anonadadas, con el rostro de quien ha experimentado una devastadora emoción. Al fondo, los cerros, eran verdaderas cascadas de tierra roja. Para nuestra fortuna, luego de dirigirmos al aeropuerto nacional, pudimos tomar el último vuelo que salía para Valencia. Una vez en esta ciudad, por fin, pudimos ver el único sol que no habíamos visto en muchos días.
Retratar la propia tragedia
Hoy como nunca, la cultura de la muerte ha pasado a formar parte de nuestra cotidianidad. Los medios de comunicación se han encargado de llegar primero que la guerra, al campo de batalla. Es natural observar a través de la televisión centenares de muertos en el medio oriente, o en una céntrica ciudad norteamericana, luego de la explosión de una gigantesca edificación. En horario estelar vemos cómo el planeta feroz hace estragos de vidas y bienes con sus inundaciones o incendios. La muerte vive en la primera página de los periódicos y en la pantalla de los noticieros estelares.
De esta misma manera, la catástrofe de Vargas dio su cuota de sufrimiento para el consumo global. Importantes medios de comunicación, registraron con profusión la decena de miles de muertos, los incontables damnificados, las casas y los bienes materiales arrasados en un abrir y cerrar de ojos, recordándonos, con énfasis, la fragilidad de todo cuanto existe. Todavía recordamos la imagen -transmitida por un canal nacional, el día 16 de diciembre en la tarde-, de una masa extraordinaria de agua, lodo y rocas, descendiendo y destruyendo a su paso un sólido conjunto de casas. La montaña traicionera se había sacudido su cabellera húmeda, y en edades geológicas, se vino hasta la orilla de la costa, sepultando a su paso miles de vidas. Ese mes de Navidad, la sacudida del agua arrastró a todos de sus camas, y nos sumió en la oscuridad de un pánico animal y sin consuelo.
Víctor, ¿en qué momento recuperas la lucidez suficiente para tomar las fotografías de la tragedia?
Al llegar a Valencia, la preocupación sólo se centró en pensar si los amigos seguían con vida, si los vecinos habían logrado salir, si todavía teníamos casa. No había cabeza para otra cosa. En ese momento me negué la posibilidad de tomar fotografías sobre la tragedia, aunque lo había pensado. Me parecía un acto de oportunismo, era como aprovecharme de las circunstancias. Y cuando regresé a Vargas, ni siquiera lo pude hacer con el equipo.
En ese instante no me sentía listo para hacer las fotos, porque significaba encontrarme con los ojos desorbitados de mi propia gente. Con la destrucción de una comunidad que había significado mucho para mí, y que apenas, unos días antes, había fotografiado entera. Pensaba en ver caminar a esa gente sobre la ciudad como una bestia sonámbula, sobre los escombros de postes, de casas, de restos de calles. Tenía, más bien, el deseo de borrarlo todo; simplemente, porque tenía miedo. Miedo de retratar lo que, seguramente, era mi propia tragedia. Miedo a descubrir, por ejemplo, que María Fernanda Medina, presidenta de FundaVargas, y quien me había ofrecido todo su apoyo para el proyecto original de fotografías dedicadas a Vargas, había fallecido con toda su familia.
Fue después, mucho después de haber visto la cara del horror, de confrontarme muchas veces con las ruinas; como quien dice, "de hacer estómago", que pude volver a La Guaira a buscar a mis amigos, a saber de mi gente, y fue cuando pude ir con mi cámara a retratar los mismos lugares que hice antes y la gente que sobrevivió al desastre.
Portada del Libro La Guaira siempre, de Víctor Hernández. Ediciones del Consejo Nacional de la Cultura. 2000.
LA GUAIRA SIEMPRE
La Guaira es, como hemos dicho, una faja de costa entre el mar y la montaña. Un pedazo de tierra que se balancea entre el azul y el verde de su sino geográfico. Esa doble circunstancia la ha sometido siempre a grandes contingencias, naturales y humanas.
Como el avatar de 1999, que no ocurría por primera vez. Por el contrario, aquella fue una contingencia repetida a lo largo de más de dos siglos, en jornadas cíclicas de devastación, a las que el pueblo de La Guaira se ha impuesto.
Por lo anterior, Víctor Hernández quiso completar lo que había comenzado el 9 de septiembre de 1999. Y rehízo el guión, aunque persistía la idea original de hacer un trabajo en el que se recogiera todo el patrimonio artístico, arquitectónico y cultural, para dejar un registro, una memoria difícil de soslayar. Pero también era, y es, la necesidad de confiar un testimonio, en forma de libro, con lo que quedó de aquella ciudad retratada, por última vez, unos días antes del naufragio.
El libro está hecho a base de un guión, elaborado por el propio Víctor Hernández, y está narrado a través de imágenes; pero, además, contiene una serie de elementos que simbolizan algo: el blanco y negro de la impresión proporciona homogeneidad y verdad; la portada resume el libro en una sola foto; hay una línea que atraviesa todo el libro, ella y los textos colocados de la mitad hacia abajo, representan la horizontalidad del mar...
Por eso volvió a La Guaira; por eso quiso transitar de nuevo los lugares ya fotografiados. "Estuvo no sólo antes y después, sino adentro y afuera, fue protagonista y testigo". Y como cualquiera de los habitantes que padeció en carne propia la desobediencia de la naturaleza, y sobrevivió, sigue queriendo a La Guaira, pero esta vez, con una fuerza sobrenatural.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
jueves, 1 de diciembre de 2011
Naguanagua
Foto de Rafael Simón Hurtado
Naguanagua es un municipio situado en el estado Carabobo, en Venezuela. Para el año 2008 poseía una población de 144.308 habitantes, aproximadamente, y uno de sus valores más destacados es ser asiento de la Ciudad Universitaria de la Universidad de Carabobo, del Colegio Universitario de Administración y Mercadeo, de la Universidad Nacional Abierta, de la Universidad Nacional Experimental Politécnica de las Fuerzas Armadas y el Colegio Universitario “Padre Isaías Ojeda”, por lo que ha recibido el título de Municipio Universitario.
Los cronistas de la ciudad dicen que su nombre proviene del vocablo indígena Inagoanagoa, que significa “abundancia de aguas”. Hoy, a pesar de que sus ríos languidecen, al poblado lo distingue cierta presencia vegetal cuyos colores se intensifican durante determinadas horas del día.
Al Municipio lo enmarcan, -como en un cajón de vegetación, tierra y piedras-, cerros y serranías. Al norte, la alta cordillera litoral, nos separa del mar; y al este, la Fila de El Trigal y Portachuelo, se enfrentan, como en un reflejo de piedra, en su punto oeste, a los cerros El Café, del Tigre y Cerro Agüeda. Naguanagua tiene un inexplicable encanto.
El escritor chileno Antonio Skármeta, invitado de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo en 2006, me lo hizo saber en el recorrido que hicimos durante tres días, mientras lo acompañaba a asistir a las actividades programadas por FILUC.
-“Rafael Simón, -me dijo-, es posible que a ustedes les ocurra como a nosotros en Santiago de Chile. De tanto ver la ciudad, la perdemos de vista. Naguanagua es un bello lugar, un recipiente de vegetación que puede hacer felices no sólo a quienes la visitan”.
La reacción de contemplación y reconocimiento de la belleza de Naguanagua por Skármeta, fue estimulada por el graznido de una bandada de pericos que dejó sobre aquel cielo transparente, -a finales del mes de octubre del año 2006, a eso de las cinco de la tarde-, un trazo verde de alas.
Antes de entrar al “Centro Comercial Cristal”, que era el lugar en donde se realizaba la feria, Skármeta se detuvo por un momento, y luego de mirar con detenimiento las montañas de Bárbula, sin que hubiese una cámara que registrara el elogio, dijo: “Es bonito este lugar”.
Que el autor de El cartero de Neruda, -que en su casa de Santiago tiene el privilegio de respirar a diario la inmensa pared de la Cordillera de Los Andes-, interrumpiera por un instante su paso para admirar la belleza de nuestra pequeña serranía litoral, no sólo cambió mi percepción de Naguanagua, lugar en donde vivo, sino que me puso a mirar la vida con otros ojos.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
martes, 2 de agosto de 2011
Quemar libros
Foto de Thomas Luke Mason
¿Qué tenían escrito las tablas de Babilonia, los pergaminos de Alejandría, los documentos de Constantinopla, los libros de Córdoba o los códices de Tenochtitlán para excitar su metódica destrucción? ¿Quién podía beneficiarse con el menoscabo de sus saberes reducidos a cenizas? La historia de los libros consumidos por las llamas, es la crónica de una asombrosa confabulación de pequeñas conspiraciones que, en su conjunto, persiguen un mismo colofón: la destrucción del conocimiento.
En Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury, una dictadura mundial decreta que se quemen todos los libros del planeta. A partir de la inexistente evidencia de que los libros hacen desdichados a los seres humanos, una legión de bomberos incendiarios arrasa bibliotecas, saquea las casas y enciende fuego a todo aquello que impreso en negro sobre blanco.
No obstante, un grupo de heroicos lectores, que se resisten a ser despojados de los libros, toman a su cargo la memorización de lo destruido. Así, un hombre será La Ilíada, una mujer mudará en El Decamerón, otros, asimilarán al pie de la letra El Quijote, o las tragedias de Shakespeare, hasta que al fin, su obstinación rebelde protegerá lo mejor que ha creado la especie humana, contribuyendo a la caída de la opresión y la intolerancia.
Es verdad, y la historia lo ha demostrado. Toda ideología –política, religiosa o filosófica- sustentada en el fanatismo de su verdad -propia, única y excluyente-, es, por definición, bibliófoba: le indigesta los libros y busca su desaparición. Porque los libros son vías para el conocimiento. Y el conocimiento es un enemigo superior de aquellos que exigen confianza ciega, acatamiento mudo y subordinación sin límites.
Quizás hoy sea poco factible toparse con una hoguera de libros. Tal vez sea difícil imaginar a un tribunal inquisidor decidir sobre este o aquel volumen. Pero, aun así, se sigue intentando su destrucción. Los modos han cambiado: ahora se apela a la superproducción, al veto oficial, a la censura, a la tecnología y a la banalización. Y no será necesario quemar libros si nuestras comunidades comienzan a llenarse de gente que no lee.
Pero, los humanos libros, valientes y eternos, perdurarán mientras exista alguien que sepa que son una caricia que fortalece el espíritu, y comprenda que la palabra que los habita es perpetua e invencible.
Que nadie, en ningún lugar, esconda del fuego un sólo libro. Y si sucede, siempre nos quedará el consuelo de saber que cuando la llama se apague, el libro resucitará, indemne, de entre sus cenizas.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
viernes, 15 de julio de 2011
GRAFFITI
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
Aforismo
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
martes, 12 de julio de 2011
Iván Petrovszky
Iván Petrovszky (1913-2007)
El artista toma las imágenes directamente de la calle; rápidamente. “Apunta” al hombre solitario que descansa en el parque, a la mujer que juega con su hijo en alguna plaza o a los amantes indiferentes al trazo del artista; los retrata trabajando, durmiendo, leyendo o jugando ajedrez. Así lo había hecho con unos mendigos en un asilo de Budapest.
Él, cuyo carboncillo no guardaba reposo, sentía fascinación por el reposo de los otros.
Sus dibujos están invadidos por gentes en estado de ocio, que leen, que dormitan, que se aburren. Sus trazos tienen esta textura, también el color y la forma, así como la estructura y el volumen. El color siluetea las formas, y las imágenes quedan resonando en nuestra percepción como envoltorios de bruma. Esta es la atmósfera que se expresa en la sucesión de luces y sombras.
"Un pintor, dice, cuando se mira en un espejo, raras veces explora en los reflejos de éste una cara: la suya. Lo que busca es más bien un cuadro; y lo que encuentra o halla con más frecuencia tras de su propia efigie es un paisaje. Un paisaje convulso, lleno de surcos, quebradas y cielos, movidos por el espasmo de la pasión y de la angustia(...) Más el proceso puede ser a la inversa. Hay paisajes en donde cada centímetro pintado refleja, exhala, y a la vez esconde, al hombre, el retrato del hombre”.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
sábado, 9 de julio de 2011
FACUNDO CABRAL
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
martes, 28 de junio de 2011
Cartel Bicentenario: Palimpsesto Histórico
Cartel Conmemorativo del Bicentenario de la Emancipación de Venezuela, -el 19 de abril de 1810-, y de la Firma del Acta de la Independencia, -el 5 de julio de 1811-.
EL CARTEL CONMEMORATIVO DEL BICENTENARIO de la Emancipación de Venezuela, -el 19 de abril de 1810-, y de la Firma del Acta de la Independencia, -el 5 de julio de 1811-, realizado por la Universidad de Carabobo, sostiene su propuesta argumental sobre el concepto del Palimpsesto Histórico.
Se denomina palimpsesto al manuscrito que todavía preserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie, pero borrada –o raspada- explícitamente para dar lugar a la que ahora existe.
Esta práctica de economía, que fue muy frecuente en el siglo VII por las dificultades que ofrecía el comercio del papiro egipcio, se repitió en los cinco siglos siguientes por la escasez del pergamino, en vista de la gran demanda de comercio, y la falta de papel, artículo que entonces apenas se conocía.
Para la concepción del Cartel Conmemorativo, fue trasladado al discurso gráfico el concepto de reutilización y superposición de imágenes, con el fin de argumentar cómo también la historia está hecha de reescrituras.
Con fotografía de José Antonio Rosales, diseño gráfico de Coralia López Gómez y elaboración conceptual de Rafael Simón Hurtado, la pieza muestra el Testigo No. 9 exhibido en el Centro de Interpretación Histórica, Cultural y Patrimonial, en el Edifico Histórico de la Universidad de Carabobo.
Es un testimonio conformado por elementos arquitectónicos de diferentes épocas y significaciones históricas, que conviven lado a lado en tolerancia, sin importar la coherencia, provocando diversas relaciones de identidad y sentido.
En unos 90 centímetros de ancho, el testigo muestra a los visitantes una parte de la antigua construcción y sus elementos de fabricación.
Tierra cruda apisonada y rafas de ladrillo, vanos rellenados con adobones, puertas y ventanas; delgadas capas de enlucidos, restos de arcos de ladrillos y secciones de mampostería, dibujan en la imaginación, -en superposición caprichosa y sucesiva de huellas arquitectónicas-, múltiples lecturas, como los ollares, la frente, la crin y las orejas de un caballo, que parece tirado, desde nuestra memoria, por un jinete imaginario.
El Edificio Histórico de la Universidad de Carabobo, en donde puede ser admirado el Testigo No. 9, fue desde 1664, “convento de los frailes franciscanos en la época colonial, y luego establecimiento del Colegio Federal de Primera Categoría. Sirvió de cuartel, y al crearse la Universidad de Valencia el 15 de noviembre de 1892, se convirtió en la sede de esta casa de estudios superiores. Después, al cierre de la institución en 1904, pasó a ser, alternadamente, Instituto de Ciencias Políticas, Escuela Normal, asiento del Liceo “Pedro Gual” y Biblioteca Pública”, hasta ser, otra vez, recinto universitario, y hoy Centro de Interpretación Histórica, Cultural y Patrimonial.
Como puede verse, así como en el edificio, en el cartel, y también en la historia, la red de escrituras se sustenta en el rasgo de proyectos y trazados, en el hacer y deshacer de instituciones, siempre a la espera de que un lector curioso las rescate con su lectura, para producir, a partir del armado del rompecabezas de la memoria, nuevas formas, nuevas identidades.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
miércoles, 8 de junio de 2011
Los objetos olvidados de Hiroshima (crónica)
Vestido, botellas y caja de comida encontrados en Hiroshima.Fotos de Hiromi Tsuchida.
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, la bomba lanzada por el avión norteamericano Enola Gay estalló a una altura de 580 metros sobre el centro de Hiroshima, Japón, matando a unas 70.000 personas al instante. La onda expansiva, a unos 6.000 grados de temperatura, no dejó edificio en pie y carbonizó los árboles a 120 kilómetros de distancia. Sobre el cielo de aquella ciudad, al resplandor de una luz blanquecina rosada, acompañado de una trepidación monstruosa, un viento abrasador barrió cuanto encontró a su paso.
Pocos seres humanos sobrevivieron ese día, y los que lo hicieron, en medio del caos y del desconcierto, siguieron caminando, totalmente quemados, con los jirones de la piel colgándoles como ruinas, sedientos e incendiados.
En los años siguientes, la destrucción quedó asociada a las imágenes de edificios arrasados y llanuras llenas de escombros; el retrato de centenares de miles de víctimas sin nombre -convertidas en una cifra estadística escalofriante-, aún no ha podido sobreponerse al asombro.
Al cabo de 66 años, la tragedia continúa dibujándose en un trazo que no acaba de esbozarse. Y nunca acaba de mostrarse del todo, quizá porque el mundo tiene miedo de descubrir lo que hay más allá de la enigmática superficie.
Frente a lo roto y lo disperso, algunos pequeños objetos de aquellos habitantes de Hiroshima, sobrevivieron para mostrar la sorpresa con la que se les fragmentó la cotidianidad. Estos objetos descubren, en un acto de suprema desolación, el amor, las palabras, la memoria de la infancia, el intercambio diario, en una precaria continuidad, amenazada constantemente por la interrupción de la muerte. A la postre, hay que reconocer que esa continuidad anhelada no puede expresarse sino con la muerte misma.
Los objetos más cotidianos son convocados como presencias, para saciar la sed de aquella realidad. Con todo, al singularizarse, adquieren un aire casi irreal, como si quedaran impregnados de la conciencia que los piensa, transformándolos en memoria, en un puente sombrío entre lo vivo y lo muerto.
Trozos esparcidos para armar historias personales; el alma convertida en imagen. La fuerte carga emocional de los objetos, como juguetes, herramientas, utensilios caseros y artículos escolares, se congelan en una nueva explosión, pero imponiéndose como una referencia necesaria: su aparente mudez nos obliga a dudar de nuestra ansia de simetrías y equilibrios.
Frente a las fotos, el resumen del drama, es espejo: el estallido silencioso del ser humano, el estupor frente a la existencia. Sin embargo, habitar en ese estupor puede convertirse en una forma, aunque dolorosa, más humilde y más verdadera de estar en el mundo.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
viernes, 27 de mayo de 2011
DEFINICIÓN
En Literatura es importante lo que el lector hace con lo escrito, y lo que lo escrito hace con el lector.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
martes, 24 de mayo de 2011
FICCIÓN SÚBITA
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
miércoles, 11 de mayo de 2011
El poder pedagógico de la metáfora
El silencio de los rieles. Foto de Martin Gallino.
Recientemente, no sé porqué,recordé el tren del cuento del escritor mexicano Juan José Arreola, El Guardagujas, escrito en 1952
En el relato de Arreola, un empleado del sistema ferroviario, mediante la analogía y la metáfora, le describía a un pasajero extranjero, un servicio de tren en donde imperaba la exageración, el absurdo y el imposible.
Allí, ese pasajero, que llegaba a la estación con la idea de viajar a un determinado destino, había adquirido un boleto de tren, con el que se disponía a abordarlo.
Luego de los trámites de rutina, y de recuperar el aliento por la fatiga del camino, se dio cuenta de que había llegado justo a la hora en que el tren debía partir.
Cuando quiso sobreponerse de su desánimo, pensando en que había perdido el transporte, un empleado del sistema ferroviario quiso ayudarlo, ofreciéndole información.
Luego de interrogarlo sobre su tiempo de permanencia en el país, el operario le hizo comprender al viajante que la organización del sistema de trenes en su país no había sido ordenada debidamente. En su breve explicación, el extraño empleado, hizo pasar al peregrino del desánimo a la reanimación, del encandilamiento a la consternación, y de allí a la resignación.
El guardagujas, empleado del ferrocarril, describió un régimen de servicio de transporte en donde gobernaban las fallas y la incapacidad, en el que los pasajeros adquirían su boleto esperando subirse a un tren, que, en realidad, no ofrecía ninguna confianza en el cumplimiento de los horarios ni brindaba garantías de llegada a los lugares de destino.
Es un sistema ferroviario, -le hizo saber el funcionario-, que sólo se comprometía con la esperanza, -futura y remota-, del arribo; con unas oficinas en las que la burocracia organizaba únicamente la publicación de los itinerarios y la expedición de los boletos, pero no aseguraba, -de acuerdo al cuento de Arreola-, que los convoyes cumplieran con las rutas y los destinos indicados y contenidos en las guías, y pasasen efectivamente por las estaciones.
A los habitantes de aquel país, sólo les quedaba resignarse a la espera. Mientras tanto, debían aceptar las irregularidades del servicio, pues su patriotismo les impedía cualquier manifestación de desagrado.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
miércoles, 20 de abril de 2011
Coromoto Ramírez: "La fidelidad del músico consigo mismo, hace que el público escuche con sus oídos y su corazón"
Fotos de José Antonio Rosales.
Los ensayos que concluyeron con la invención del piano por Bartolomeo Cristofori, artesano al servicio de Fernando de Médicis, en Florencia, hacia el año 1700, estuvieron rodeados de controversias al interior de aquella corte. Según relata el poeta y compositor Giovanni Maria Casini, en una de ellas se argumentaba sobre “cómo puede expresarse con los instrumentos el lenguaje del corazón, ya con el delicado toque de un ángel, ya con la violenta irrupción de las pasiones”. Quizá nadie imaginaba entonces que justamente sería el piano, con todos los cambios ocurridos a lo largo de su historia, desde la adquisición de sus características técnicas definitivas, hasta las complejas relaciones entre el compositor y el instrumento, el medio actual con el que es posible alcanzar tal expresión.
Expresión que es capaz de transmitir una cierta dosis de pureza, en un tiempo que cada día busca con más afán una mayor dosis de decencia y silencio.
En esa búsqueda anda Coromoto Ramírez, excelsa pianista, que proyecta a través de este instrumento, el delicado toque de un ángel, con la fuerza de su pasión. Manteniendo con el sonido una íntima correspondencia táctil, que hacen, en su caso, del acto mecánico de pulsar una cuerda o una tecla, la trama de una honda experiencia estética. A su unión física con el instrumento, crea una concordancia de comunicación insondable con el sonido, que el tacto matiza.
Como músico, su intención ha sido encontrar un espacio armonioso, en el que el complicado juego de respuestas del instrumento a los impulsos sensoriales de la pulsación, encienda en algún lugar de su cerebro –y del nuestro-, la aprobación requerida para que todo fluya con la certeza del artista, convicción que desea transmitir a quienes la escuchan.
Para Coromoto Ramírez, pianista, docente y artista, enfocar la imagen sonora de la música sobre el teclado una vez que se sitúa ante el instrumento, se ha vuelto un reclamo poderoso, la modulación de una tensión dramática con la que alcanza el ámbito de lo intangible, pues en ella, la tensión armónica del instrumento, no sólo se percibe por el oído sino también por los tendones, los músculos y por cada nervio de sus manos, en ocasiones al límite de la lesión. Ya son más treinta años de relación con el instrumento.
-“Alcanzo esa síntesis de la experiencia táctil de la que hablas, cuando junto la concepción, la escucha y la pulsación”.
Esto ha hecho que entre el piano y ella se haya desarrollado una relación de compañerismo, de amistad, según sus propias palabras, que la llevan a extrañar el instrumento cuando por distintas ocupaciones no puede tocarlo. “La práctica diaria con el piano me hace sentir muy bien; satisfecha. El instrumento tiene en mi vida su propio espacio y su propio tiempo”.
Coromoto Ramírez es docente artístico de la Cátedra de Piano en el Centro de Estudios Musicales “Gustavo Celis Sauné”, en la Galería Universitaria “Braulio Salazar”, de la Universidad de Carabobo. Comenzó sus estudios musicales en Valencia, con la profesora Ligia Landa de Chalbaud. Después prosiguió en Maracay, durante seis años, bajo la tutela de Elsa de Martínez, Harriet Serr y Arnaldo Pizzolante, hasta obtener el título de Profesora Ejecutante de Piano en el Conservatorio de Música del estado Aragua.
Una vez culminados los estudios, viajó a Hannover, Alemania, en donde se preparó en el área de Pedagogía Instrumental aplicada al Piano, en la Escuela Superior de Música, con la pianista Regina Henneking. Allí vivió dos años y medio, tiempo durante el cual aprendió el idioma, lo que le amplió, además de su percepción de la música, el panorama de una cultura exquisita y deslumbrante.
En el año 1995, junto al cuatrista y guitarrista Leonardo Lozano, conformó un dúo para cuatro y piano, con el que ambos instrumentos exploraron zonas desconocidas, y a partir de la nueva relación musical, ambos artistas encontraron para su público nuevos registros sonoros en cada ejecución.
Ramírez también ha tocado como solista invitada con la Orquesta de Cámara de la Universidad de Carabobo, bajo la dirección de Luis Miguel González. En el año 2005, fue invitada por la Embajada de Venezuela en Dominica a participar en dos recitales, además de ofrecer clases magistrales, en los que público y alumnos la acogieron con simpatía y admiración.
¿Qué oportunidades has conseguido, a lo largo de la vida, en tu relación con la música?“He conseguido expresarme como ser humano. El piano ha sido el vehículo para decir lo que siento. A veces, sin darnos cuenta, nos creamos límites. En ese sentido, la música ha sido para mí la facultad que me ha permitido actuar libremente; la música ha sido la posibilidad y el privilegio de poder expresarme con espontaneidad, el gran acto de comunicación. Este es uno de los mayores valores que he conseguido mediante la música: poder comunicarme con la gente sin hablarle, pero haciéndola sentir”.
¿La música puede ayudarnos a conseguir escenarios de paz?“Sí; y es una gran tarea que tendríamos los músicos, pues cuando el músico toca, lo hace para todos, sin ninguna discriminación. Cuando un músico interpreta una melodía lo hace sin preguntar quién escucha. Lo hace para comunicar una sensibilidad, las nobles sensaciones que hay en nuestro corazón”.
¿En qué clase de persona nos podemos convertir al oír buena música?
“El desarrollo de la sensibilidad que se obtiene a través de la música promueve valores en quien la escucha, como la generosidad, la responsabilidad, la solidaridad, además del buen gusto. En este sentido, puedo decir que la música es una herramienta de comunicación de la sensibilidad que puede hacer mejores personas, mejores ciudadanos, y este es uno de mis objetivos como docente, y uno de mis mayores deseos: me gustaría que los habitantes de mi país tuviesen los valores que obtienen mis alumnos en las clases de música”.
¿Eres especialista en algún repertorio?“Prefiero decir que me gustan primordialmente determinados compositores. En el barroco me gusta especialmente Johann Sebastian Bach. Algunos dicen que la música de Bach es muy matemática, pero cuando yo toco Bach no pienso en matemática, pienso en lo hermoso y en lo divertido de su música. Sus estructuras son una suerte de juego que me abre el cielo. En cierto sentido creo que la grandeza del espíritu en las composiciones de Bach existe fuera de nosotros, y la música, casi sin que nos demos cuenta, es la que nos trae ese espíritu. O nos lleva hacia él. Ahora bien, debo decir que cuando uno estudia una obra de cualquier compositor, termina identificándose, enamorándose del compositor que estudia. Por ejemplo, cuando he estudiado a Mozart, siento que me gusta Mozart, o cuando he estudiado a Brahms, me identifico con sus composiciones”.
¿Crees que sin una buena técnica se puede ser un buen músico?“Depende del músico. Pues hay músicos superdotados que están por encima de la técnica. Pero eso no es frecuente, por lo que es necesario que nuestros músicos dominen una buena técnica. Por ejemplo, yo tengo manos pequeñas. En este sentido, mi profesora Regina Henneking me decía que tenía que compensar con una buena técnica para poder resistir la cantidad de horas de práctica, para conseguir el buen sonido; ese sonido tenue, suave que debe llegar hasta la última fila de la sala de conciertos sin partirse, sin quebrarse. Claro, una mano grande no te hace pianista. En todo caso, con manos grandes o pequeñas el dominio de una buena técnica es fundamental, pues puede servirnos para sacar de cada una ellas sus mejores virtudes”.
Teresa Carreño, por ejemplo, quien tenía unas manos mínimas, era dueña también una técnica que llegó a causar una maravillosa impresión en el prestigioso y mítico pianista y compositor Franz Listz, en una oportunidad cuando la escuchó interpretar una de sus famosas composiciones.
¿Qué condiciones tienen que darse para lograr un buen producto musical?“Uno de los aspectos esenciales para lograr una buena interpretación es contar con un buen instrumento. Desafortunadamente en Valencia no abundan los buenos instrumentos, y un pianista, a diferencia del guitarrista o del violinista, por ejemplo, tiene la desventaja de no poder cargar con el suyo. Para el pianista, todo concierto es una lotería. Pues te puede tocar un buen piano o te puede tocar una caja de cubiertos, y tienes que tocar en él. Ahora bien, si las salas no cuentan con los instrumentos adecuados, el artista siempre busca la forma de desarrollar su vocación. Para llegar a serlo con excelencia, no dependemos de la existencia de un buen instrumento, aunque es lo ideal. Esa nunca ha sido para nosotros una limitación. Por encima de todo está la vocación, el interés y el deseo por alcanzar el objetivo”.
¿Qué cualidades eres capaz de reconocer en tu trabajo?
“Cuando abordas la pieza con un trabajo cuidadoso, meticuloso, de respeto a las frases y al sonido, pienso que todo ello es el resultado de la educación musical que he recibido, de la preocupación de los maestros que tuve. Y por esa educación sé que no podría hacer algo que irrespetara a la música. Cuando uno no sabe lo que está haciendo, se puede justificar en la ignorancia; pero cuando tienes detrás el respaldo de la sabiduría de maestros y profesores con una extraordinaria formación musical, que te ofrecieron sin mezquindad las herramientas necesarias para expresarte, uno no puede pensar sino en la fortuna que se tiene como una cualidad. Luego, ante el instrumento, la relación que se establece entre la ejecución y yo, es decir, lo que escucho, me hace pensar que he logrado el sonido. La conciencia que tengo de éste, no es producto del azar. No basta con escuchar notas rápidas, también hay que entenderlas, y, sobre todo, sentirlas”.
Para Coromoto Ramírez cada nuevo compromiso significa un período previo de preparación, de estudio y de práctica con el instrumento; un esfuerzo sostenido en el tiempo y en el alma.
“Si uno es fiel a sí mismo, dice, entonces será también fiel al público, y este escuchará con sus oídos y con su corazón”.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
domingo, 17 de abril de 2011
PUNTO DE VISTA
Foto de Rafael Simón Hurtado.
Si hay buen tiempo
mi visión
es perfecta.
A veces creo
que en mis ojos
ya no hay sol.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
jueves, 7 de abril de 2011
MÁSCARAS
La máscara, la otra cara, la otra identidad ha sido usada por los seres humanos en todas las épocas. La máscara disfraza, pero, al mismo tiempo, revela el ego profundo de quien la usa. Mediante ella, un ser que se enclaustra y se protege, muestra el rostro y oculta la sonrisa. Al hombre y a la mujer, enfrentado a su disimulada soledad, la máscara le sirve para contrarrestar el silencio de la palabra, el desprecio, la ironía y la resignación.
El lenguaje de la máscara está lleno de símbolos e insinuaciones, de puntos suspensivos; en su mudez, sin embargo, hay tonalidades, el matiz de la amenaza de la personalidad insondable. La preeminencia de la clausura frente a lo abierto no se manifiesta sólo como desconfianza, sino también como amor a la forma. Ésta contiene y define la intimidad, impide o promueve sus excesos, reprime o aúpa sus explosiones.
Pero a veces las formas nos agobian. Las exigencias rituales de la cortesía, la insistencia en lo humano, nuestra necesidad por habitar el mapa de la decencia, y vivir en el dibujo de las fórmulas sociales, morales y burocráticas, nos agotan. Entonces, sobreviene la clausura.
El hombre vive bajo el rigor de una máscara, buscando perpetuamente deslumbrar a través de unas facciones que no son las suyas, para luego descubrir que el verdadero asombro se produce cuando nos despojamos de ella.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
domingo, 20 de marzo de 2011
Oración
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
miércoles, 23 de febrero de 2011
PIEL DE CIUDAD
Pavlova en Naguanagua. Foto de Rafael Simón Hurtado.
Aquellos que la objetan no han sido capaces de hacer un alto en el tono inverosímil de sus tardes, ni en la frescura de sus amaneceres por el sol frío de diciembre. Es nuestra ciudad, y nos lastima como una daga en el brazo cuando la ingratitud se apodera de la razón.
Quienes la adversan, forman legión, y pasan de largo frente al prodigio de lo que permanece inalterado, a pesar del tiempo y la intemperie. Bastaría con detenerse en la frescura de sus parques o en la nobleza de sus casas para que el extraño comprendiera la fuerza de quienes la habitan. Mas, los apáticos caminan sin alzar la cara para confirmar el molde de lo que se levanta.
Nadie repara en el sortilegio de las plazas, ni ha visto avanzar por las calles angostas las huellas que nos dejan una crónica hecha de deterioro.
Dicen que el mundo exterior es un espejo del que se nos agita por dentro.
¿Qué puede ser de nosotros si sólo nos rodeamos de miseria, violencia y mal gusto, ajenos a todo proyecto de arte y de conservación de nuestro patrimonio cultural y natural? Es como si la indolencia dominara la necesidad de la estética urbana.
El valor de una ciudad es aquél que le es asignado por sus habitantes. Por lo tanto, la negación de su arquitectura por el pragmatismo que nos envuelve; el olvido de sus monumentos, el derribamiento de sus casas memorables y la pretensión de someter la conservación natural a la hipócrita adecuación del mal gusto y la anarquía, son signos que podrían expresar cierta forma de barbarie.
Sin embargo, no debemos aceptar como sino el suspiro de lo efímero. Las posibilidades estéticas de las urbes modernas, no están reñidas con la conservación de las viejas estructuras y de la naturaleza.
Quienes hemos tenido el privilegio de vivir en esta ciudad, sabemos que ella es fuente de energía y lucidez, que nos invade el ánimo desde los patios de la centenaria Universidad de Carabobo, o en el pulso actual de su trajín en los senderos del Parque Fernando Peñalver. Hablamos, en realidad, de ese pasado que se esfuma por la desidia de algunos. Allí, donde viven la luz de nuestra infancia y la eterna memoria.
Después de cuatrocientos cincuenta y seis años de fundada, haríamos bien en atender las historias de las casas de los antiguos pobladores que aún permanecen de pie, para saber que en la ciudad de Valencia, en Venezuela, conviven tres familias estableciendo sus alfabetos ocultos: La brisa intranquila del pasado que se mueve en el viento de los árboles; el rumor de una ciudad que crece cada día en el contraste de sus formas, y nosotros, tratando, por encima de todo, de ser dignos de sus noticias.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
lunes, 21 de febrero de 2011
VIDA
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
sábado, 19 de febrero de 2011
La supremacía moral de la pobreza
Barrio "Altos de Rosainés". Foto de Rafael Simón Hurtado.
La invasión cobra auge y toma impulso. La ventana de los medios de comunicación lo anuncia. Y si miramos por las ventanas de nuestros propios hogares podremos ver cómo el rancho todavía violenta los predios habitados por la desidia y la resignación.
El mito de la opulencia en las ciudades, sigue atrayendo a nuevos habitantes a ocupar, por vía de la agresión, terrenos municipales o privados, sin importan las condiciones Luego de 53 años de cuarta y quinta república, Venezuela, como país, no ha podido vislumbrar una solución definitiva.
En época reciente, algunos grupos, impulsados por una equivocada interpretación política, que le otorga una cierta supremacía moral a la pobreza, se han lanzado sobre terrenos baldíos o construcciones legales inconclusas, a procurar una ocupación despojada de toda organización y proyecto.
Las consecuencias han sido el desarrollo de asentamientos habitacionales irregulares, ilegales y arbitrarios, que originan posesiones precarias.
En el municipio Naguanagua, del estado Carabobo, hay muchos ejemplos. Uno es emblemático: Sembrado a orillas del río El Retobo, al lado de la Iglesia de Los Santos de los Últimos Días, en la avenida Universidad, la invasión devino en un inexplicable contrasentido. Luego de irrumpir violentamente en dicho predio, invocaron para sí mismos el derecho que violaban. Y en una suerte de advocación tutelar que procuraba la protección y el resguardo del nuevo barrio por el gobierno, sus pobladores lo llamaron “Altos de Rosainés”.
El asentamiento quedó segregado de todo servicio urbano: Sin trazado de calles, ni suministro de agua potable. Veredas enmontadas y enfangadas, y un alumbrado eléctrico, con conexiones ilegales, saturan la ya menguada demanda del servicio.
Es un espejo que refleja una realidad nacional que viola los más elementales derechos humanos: un conflicto cultural que desarrolla mecanismos de sobrevivencia en un medio hostil y promueve un estatus jurídico ambiguo que no responde a normas legales vigentes.
Su producto estimula el daño ambiental, pues crea áreas carentes de infraestructura básica de servicios, que deterioran la ecología natural y social de la zona.
“Altos de Rosainés” fue creado en 2004. La gestión gubernamental de entonces prometió sustituir los ranchos levantados luego de la invasión, por conjuntos armados con anime frisado. La construcción, después de cierto tiempo, se paralizó. A duras penas, los propios habitantes han alzado algunas viviendas, pero sin planificación alguna.
Luego de siete años, es evidente que el proyecto fracasó. Para explicar y justificar el abandono, se han recurrido a argumentaciones débilmente fundadas. Los procesos burocráticos y la indiferencia oficial han agudizado cualquier posible tramitación para culminar el proyecto, y en su lugar se ha producido un nuevo fenómeno: LA INVASIÓN SOBRE LA INVASIÓN; que ha convertido el hecho en un círculo vicioso.
A los habitantes de “Altos de Rosainés”, como a otras comunidades de origen similar, sólo les queda exigir la sustitución u optimización de sus viviendas, pues aquí también se cometió una estafa inmobiliaria, una violación a los derechos humanos que debería ser igualmente repudiada públicamente y castigada por los organismos jurisdiccionales.
Las casas, precarias, insalubres e inseguras, deben ser reemplazadas por enfoques habitacionales dignos, y su entorno debe responder a un orden urbano que integre a sus ciudadanos a las redes urbanísticas del municipio, antes de que el gueto siga creciendo.
Es imperdonable que se invoquen razones que parecen pretextos para justificar la negligencia; y sobre todo, es inexcusable cierta práctica política que atribuye a la pobreza una supremacía moral que la autoriza a invadir, como si esa fuese la solución; o como si la pobreza fuese una virtud.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
viernes, 11 de febrero de 2011
ROCKOLA CONFESIONARIO
Foto de Orlando Baquero.
El pecador llega buscando el vientre edípico. Marinero de sueños se sumerge en la espuma de una cerveza y vacía sus pecados en el océano amniótico de la música. Bongó que marca el ritmo del último corazón. Palabras, piano, guitarra, clave, poema dibujado en compases que huelen a calle, a luna, a serenata, a puñalada que ensangrenta sin realmente herir la débil carne. "Señor mío Jesucristo, yo la amo. Tú que entregaste tu pasión por nosotros, perdóname, pero la amo tanto que su rostro para mí es el rostro bendito de la Virgen…". Nos refugiamos en la tristeza incruenta de un despecho. Y nos entregamos, liviana el alma de tragedias, en el confesionario de una rockola. En ella, el simple código de una letra y un número pulsado por la urgencia de la emoción, nos hace retornar a la verdad primaria del amor.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
jueves, 20 de enero de 2011
José Antonio Abreu: “Educación artística se afirma como eminente derecho social de nuestros pueblos” (entrevista)
Maestro José Antonio Abreu. Fotos de José Antonio Rosales
José Antonio Abreu aspira a que el maestro de hoy que enseña música, no sólo tenga una sólida formación musical y pedagógica; debe manejar también aspectos de la tecnología sonora y, sobre todo, capacidad para el desarrollo de la fantasía y la imaginación. Pero además, el maestro de hoy debe repensar la organización de las instituciones y transformar los programas de enseñanza musical.
“Nuestros músicos requieren, además de una sólida y actualizada formación técnica, una auténtica conciencia nacional y latinoamericana”.
Las palabras fueron tomadas en algún momento de su paso por la Universidad de Carabobo, a propósito del conferimiento del Doctorado Honoris Causa otorgado por la Facultad de Ciencias de la Salud en el marco del cincuentenario de la reapertura de la institución universitaria, y de la celebración del XVI Congreso Venezolano de Ciencias Médicas promovido por la Academia Nacional de Medicina. El evento, que tuvo lugar en el Teatro “Doctor Alfredo Celis Pérez”, fue oportuno también para reconocer el trabajo del director Gustavo Dudamel, con la Orden “Alejo Zuloaga Egusquiza”, en su Única Clase. Ambas personalidades recibieron igualmente la Medalla Centenaria de la Academia Nacional de Medicina.
Al insistir sobre cómo debía ser la labor de quien enseña, el maestro Abreu dijo: “Es necesario ofrecerles mayores oportunidades de recibir una formación humanística y cultural, poniendo a su disposición las herramientas pedagógicas que requiere cuando opta por la enseñanza. Un buen maestro requiere no sólo del talento, sino de una formación especializada para ejercer tan delicado oficio”.
Mala nutrición musical
Su ideal es que en el siglo XXI todos los jóvenes toquen algún instrumento; que aprendan a crear música; que entiendan la música; que lleguen a familiarizarse con una amplia variedad de música; y que conozcan la música del mundo.
En países como el nuestro, dice el maestro Abreu, tendríamos que aspirar a que en un futuro cercano una buena educación musical llegue a un número mayor de jóvenes y niños que hoy padecen de una mala nutrición musical. En este sentido, Abreu ha demostrado que la eficacia de unir la teoría y el estudio individual con una intensa práctica grupal y social, nutren el cuerpo y el espíritu.
Durante su discurso de agradecimiento por el Doctorado Honoris Causa Abreu también dijo:
“Uno de los cruciales acontecimientos que señala el amanecer de este siglo lo constituye, sin duda alguna, el que la educación artística haya dejado de ser, irreversiblemente, monopolio de élites, para afirmarse definitivamente como eminente derecho social de nuestros pueblos”.
-“En consecuencia, -afirmó en su intervención magistral-, la formación artística del joven y del niño ya se nos revela como vanguardia y signo de una revolución educativa sin paralelo, que ningún proyecto social seriamente concebido para un país en desarrollo pueda ya negar. La democratización de la enseñanza artística, el carácter de programa social prioritario para la capacitación y el rescate de nuevas generaciones, y mucho más aún, la organización integral de sistemas nacionales para la educación en el arte y por el arte a nivel de las mayorías populares, se impone cada día, con apasionante ímpetu, como instrumento insuperable de inclusión social e integración comunitaria”.
El maestro José Antonio Abreu expresó también en las palabras preparadas para la ocasión que “en el seno de una orquesta juvenil e infantil discurre aquella revolución social silenciosa, que desde la marginalidad y más triste condición conduce al joven hasta la cima del repertorio sinfónico universal”.
La música tiene dotes curativas
Este doctorado, por cierto, entregado en Ciencias de la Salud parece proponer que la música tiene dotes curativas. Los antiguos ya lo habían determinado: la música puede saltarse los filtros lógicos y analíticos de la mente, para establecer un contacto directo con los sentimientos y las emociones escondidas en lo más profundo de la memoria.
Y es quizás sobre esta premisa que el maestro Abreu ha desarrollado todo su trabajo:
“Quien genera belleza tocando, dice, y genera armonía musical, empieza a conocer por dentro lo que es la armonía esencial; la armonía humana”.
El fundador del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, sabe que el sonido aplicado correctamente puede producir curaciones que restauran la integridad musical del cuerpo y el alma; y conoce, también, que entre los antiguos galenos, los cantos rítmicos y las secuencias melódicas sagradas, figuraban como medicaciones para el alma.
-“El ser humano se asemeja a un instrumento musical complejo, único y delicadamente afinado. Cada átomo, cada molécula, cada célula, cada tejido y cada órgano del cuerpo emiten continuamente las frecuencias de su vida física y emocional. La voz humana es indicadora de la salud del cuerpo y establece relación entre los individuos y el cosmos”.
Concertar para generar belleza
Luego de que Gustavo Dudamel recibiera de la Universidad de Carabobo, de manos del Dr. José “Pepe” López, presidente de la Academia Nacional de Medicina, la Orden “Alejo Zuloaga Egusquiza” en su Única Clase, el joven discípulo del maestro Abreu, -de diminuta estatura, pero ágiles manos-, junto a la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana "Simón Bolívar", convirtió al auditorio en un río por cuyo cauce corrió el agua de la música. A las composiciones Danza Bacanal, de la ópera de Sansón y Dalila, de Camile Saint-Saens; y Los Cuadros de una Exposición, de Modest Mussorgsky, siguieron después, ante la incansable ovación de los asistentes, el Mambo de la Suite West Side Store, de Leonard Bernstein, y hasta el mismísimo himno nacional Gloria al Bravo Pueblo. Los poderes de la música confluyeron para revelarse en el espíritu de cada uno de los asistentes, ratificando que una orquesta es una comunidad que se constituye con el fin esencial de vivir la práctica de la concertación -entre ejecutantes y público-, para generar belleza.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
jueves, 13 de enero de 2011
Gustavo Dudamel at the Proms - Arturo Márquez - Danzón Nº 2
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela - BBC Proms 2007
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
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