jueves, 1 de diciembre de 2011

Naguanagua


Foto de Rafael Simón Hurtado

Naguanagua es un municipio situado en el estado Carabobo, en Venezuela. Para el año 2008 poseía una población de 144.308 habitantes, aproximadamente, y uno de sus valores más destacados es ser asiento de la Ciudad Universitaria de la Universidad de Carabobo, del Colegio Universitario de Administración y Mercadeo, de la Universidad Nacional Abierta, de la Universidad Nacional Experimental Politécnica de las Fuerzas Armadas y el Colegio Universitario “Padre Isaías Ojeda”, por lo que ha recibido el título de Municipio Universitario.

Los cronistas de la ciudad dicen que su nombre proviene del vocablo indígena Inagoanagoa, que significa “abundancia de aguas”. Hoy, a pesar de que sus ríos languidecen, al poblado lo distingue cierta presencia vegetal cuyos colores se intensifican durante determinadas horas del día.

Al Municipio lo enmarcan, -como en un cajón de vegetación, tierra y piedras-, cerros y serranías. Al norte, la alta cordillera litoral, nos separa del mar; y al este, la Fila de El Trigal y Portachuelo, se enfrentan, como en un reflejo de piedra, en su punto oeste, a los cerros El Café, del Tigre y Cerro Agüeda. Naguanagua tiene un inexplicable encanto.

El escritor chileno Antonio Skármeta, invitado de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo en 2006, me lo hizo saber en el recorrido que hicimos durante tres días, mientras lo acompañaba a asistir a las actividades programadas por FILUC.

-“Rafael Simón, -me dijo-, es posible que a ustedes les ocurra como a nosotros en Santiago de Chile. De tanto ver la ciudad, la perdemos de vista. Naguanagua es un bello lugar, un recipiente de vegetación que puede hacer felices no sólo a quienes la visitan”.

La reacción de contemplación y reconocimiento de la belleza de Naguanagua por Skármeta, fue estimulada por el graznido de una bandada de pericos que dejó sobre aquel cielo transparente, -a finales del mes de octubre del año 2006, a eso de las cinco de la tarde-, un trazo verde de alas.

Antes de entrar al “Centro Comercial Cristal”, que era el lugar en donde se realizaba la feria, Skármeta se detuvo por un momento, y luego de mirar con detenimiento las montañas de Bárbula, sin que hubiese una cámara que registrara el elogio, dijo: “Es bonito este lugar”.

Que el autor de El cartero de Neruda, -que en su casa de Santiago tiene el privilegio de respirar a diario la inmensa pared de la Cordillera de Los Andes-, interrumpiera por un instante su paso para admirar la belleza de nuestra pequeña serranía litoral, no sólo cambió mi percepción de Naguanagua, lugar en donde vivo, sino que me puso a mirar la vida con otros ojos.

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