domingo, 19 de abril de 2009

MANCHETA


Foto de Orlando Baquero.


Somos personas, ergo somos máscaras.

miércoles, 15 de abril de 2009

Coralia López Gómez: “A la sensibilidad del diseñador para la forma, debe unírsele su sensibilidad para el contenido"

Foto de José Antonio Rosales


En Coralia López Gómez coincidieron dos premios vinculados a su trabajo como diseñadora gráfica, otorgados por el Centro Nacional del Libro, en el IV Premio Nacional del Libro 2006. El primero de dichos trabajos fue el premio al Mejor catálogo de exposiciones, conseguido por el catálogo producido por la Galería “Braulio Salazar” de la Universidad de Carabobo, y que fue dedicado a la obra del artista plástico José Faneite. El veredicto del jurado expresó: “Este catálogo, diseñado con sobriedad y elegancia, con excelente material fotográfico y un texto analítico del escritor Juan calzadilla, destaca la obra del pintor José Faneite, la que hasta esta exposición era conocida superficialmente y de manera fragmentada y parcial. El catálogo demuestra la realización de una investigación exhaustiva sobre la obra de Faneite, valorando el conjunto y produciendo conclusiones sobre su significación”.

El otro premio otorgado a Coralia fue en el renglón del Mejor afiche que promocione el libro y la lectura. Es un cartel diseñado para la Fundación Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”, con el fin de difundir el Encuentro con la Literatura Infantil en Venezuela. El dictamen para este capítulo enuncia que “el afiche galardonado refleja el intenso deseo de los autores y promotores de la literatura infantil, de llenar a los niños de fantasía, color y alegría a través de la magia de los libros. Este singular encuentro con la literatura infantil en Venezuela quedó en la memoria por medio de esta obra”.

Ambos reconocimientos, concedidos por un jurado integrado por la escritora Laura Antillano, el bibliotecólogo Gabriel Saldivia, el director de la revista Día Crítica, Gonzalo Ramírez; el ensayista y crítico literario Alberto Rodríguez Carucci, el antropólogo Alejandro Calzadilla, la presidenta de la Distribuidora Venezolana del Libro, Rosa Fernández, y la representante del Centro Nacional del Libro, Beatriz Aiffil, vienen a confirmar los méritos que como diseñadora, Coralia López Gómez ha ido agregando a su carpeta de trabajo.

Nacida en Valencia, comenzó hace 15 años a combinar la utilidad del diseño y el significado de la forma. Más que diseño gráfico, sus destrezas la definen como una diseñadora en comunicación visual, en virtud de que sus trabajos refieren, por una parte, un método de diseño, la comunicación como un objetivo, y, por supuesto, lo visual como el medio, conjugando a través de estas tres coordenadas las preocupaciones y el alcance de su profesión.

“El diseñador gráfico, dice Coralia, debe trabajar en la interpretación, en el ordenamiento y en la presentación visual de los mensajes. A la sensibilidad del diseñador para la forma, debe unírsele su sensibilidad para el contenido. Un diseñador de textos no ordena tipografía, sino que ordena palabras con significados, e imágenes con historias; por lo tanto, trabaja desde la afectividad, en la belleza y, además, en la eficacia de los mensajes”.

El trabajo de Coralia tiene que ver, por consiguiente, con la planificación y estructuración de la comunicación, con su realización y con su estimación.

Coralia es egresada de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”; realizó estudios de diseño en el Instituto de Diseño Gráfico de Valencia y egresó como licenciada en Comunicación Social, de la Universidad Católica “Cecilio Acosta”. Además es ilustradora por naturaleza propia, y tiene en la fotografía, a la imagen como metáfora del pensamiento.

“El diseñador, afirma, debe tener conocimiento íntimo del lenguaje visual, de la comunicación, de la percepción visual, de la tecnología y de sus propios medios como ser humano”.

Por esta razón estudió comunicación social, dice, de forma tal que el periodismo la ayudara a ampliar su percepción del mundo de la composición gráfica. Así, el periodismo le aporta la comprensión de la importancia del texto, la ilustración le da la oportunidad de participar con sus propias creaciones en el trabajo de diseño, y éste la conecta a la estructura de la página.

Signos de identidad

Los signos de identidad de su trabajo son fáciles de identificar. Tienen en la línea y en los colores planos a sus principales protagonistas. Puede observarse una cierta tendencia al minimalismo, a cierta esencialidad, como si se afincara sólo en un esbozo de estructura, lo que le permite, según ella, una mayor efectividad en la transmisión del mensaje. Eso sí, la imagen ocupa en sus diseños un lugar especial. Pero una imagen que carece de sombras, de volúmenes, de degradaciones.
“Creo, dice, que a medida que transcurre el tiempo, en vez de ponerle, le quito elementos a mis trabajos. No me gustan los artificios en la composición de la página”.
En este sentido maneja con cuidado los recursos que le facilitan las computadoras y los programas. Desprecia el abuso de estos recursos; por el contrario, admira mucho el diseño que se hacía a partir de un buen concepto, valiéndose de las habilidades propias del diseñador: “Ahora pueden observarse trabajos que son más bien catálogos de efectos logrados con la computadora. Que hacen hincapié más en los efectos, que en el mensaje o la idea que se desea comunicar”.

Una característica que la define como diseñadora es su condición de lectora. Al contrario de lo que ocurre con muchos diseñadores, para ella las palabras no son sólo imágenes, sus significados también intervienen en el acto de componer. Sus trabajos guardan el equilibrio necesario entre las palabras y la imagen.

“El color, la tipografía, las palabras y las imágenes son partes importantes de la composición visual. La utilización de todos estos elementos en el espacio de una página en blanco influye en la eficiencia y en la eficacia de los mensajes gráficos. En todo caso, aunque me interesa mucho la estructura de las letras y le otorgo valor a sus formas, creo mucho en la importancia de sus significados”.

Coralia López Gómez ha participado en importantes proyectos editoriales. Diseñó e ilustró la página “La Escuela Viva”, durante nueve años, publicada semanalmente en el diario Notitarde, de Valencia. Espacio, a través del cual, pudo conocer el mundo de la literatura infantil. Ha ilustrado los libros Gatero y yo, de Luis Cedeño; De la escuela salen los caminos (Bejuma, Miranda, Montalbán); De la escuela salen los caminos (Puerto Cabello, Juan José Mora); Carta al Niño Jesús; De la escuela salen los caminos (Zulia), todos de ediciones La Letra Voladora.

Le reconoce a la escritora Laura Antillano el incentivo para dedicarse a la ilustración de libros dirigidos a niños. El primer libro que ilustró, ¡A que no me la adivinas! Repertorio de adivinanzas iberoamericanas, de Avilio González Tineo, fue publicado en México, editado por la Secretaría de Educación Pública. Este libro es una antología con adivinanzas de todo Ibero América, con ilustraciones suyas que ayudan a obtener pistas sobre las posibles soluciones de los acertijos publicados. Esta edición fue distribuida en las bibliotecas de todos los estados del país azteca.

También trabajó durante dos años en Brújula de Papel, experiencia editorial auspiciada por el diario El Nacional, cuyo objetivo abarcaba, a través de libros dirigidos a los niños, el suministro de herramientas para apoyar su proceso de formación educativa. Ha ilustrado algunos libros para niños que forman parte de una colección para jóvenes lectores: El discurso de angostura, de Simón Bolívar, y Vida ejemplar de Simón Bolívar, de Santiago Key Ayala.

Otra de las experiencias importantes llevadas a cabo por Coralia López, fue la de haber sido incorporada para realizar el desarrollo gráfico de la edición 74 aniversario del diario El Carabobeño, en Valencia: Ubuntu, buscando líderes para la convivencia. En un trabajo en equipo que califica de altamente positivo, Coralia desarrolló todo el concepto que lució esta edición especial.

Su trabajo más reciente, pudo ser observado en la 8va. Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, cuando el Vicerrectorado Académico y el CDCH-UC, presentaron a la comunidad universitaria dos nuevas publicaciones: la revista Saberes compartidos y el periódico A ciencia cierta, Premio Nacional de Periodismo Científico 2008.

“El diseño es parte de mi vida, dice. Disfruto asistir a una feria de libros y ver libros y revistas bellamente editadas. Por esta razón, mi mayor aspiración es que quien vea uno de mis diseños, también pueda disfrutarlo como yo lo hice”.

En el año 2010, la diseñora y comunicadora social Coralia López Gómez compartió con su espeso, el fotógrafo y museógrafo Argenis Agudo, el Premio Nacional de Periodismo.

sábado, 11 de abril de 2009

LUMBRE DE LUNA


Foto de Orlando Baquero


Lo que más concierne a una ciudad no es el invento de algún personaje glorioso. Lo que más le atañe a ella es recrearse a sí misma, cada día, desde la nada y desde el vacío de sus habitantes. Ser ciudad es conversar con alguien a quien no conocemos; es echar una piedra a la piel rugosa del cielo para presentir las palabras que alguien estaba a punto de decir. El cielo, la conciencia del cielo, es como un espejo de agua inmóvil, en el que de pronto esa palabra convoca un ritmo de ondulaciones que remueven el limo del fondo, para resucitar la sensación que yacía para siempre en el osario del olvido, en la lumbre de la luna. Ser ciudad es estar dispuesto a la persecución y al asedio, y descender a esa parte escondida donde guarda el residente los recónditos tesoros de la felicidad y el error. El verdadero habitante es una sombra que espera siempre para encarnarse y vivir en la mirada de quien respira, con el sólo deseo de dibujar su rostro, para reconocerse en el otro algún día.

viernes, 10 de abril de 2009

ARTES DEL FUEGO


Foto de José Antonio Rosales.

Los artistas del fuego no se queman ni corrompen sus manos al tocar el fuego con el que producen sus piezas, porque usan un fuego distinto al fuego doméstico. El fuego de las artes es difícil de hallar y se usa siguiendo unas reglas secretas. No es un fuego elemental; es natural, vivificante y celeste. Su condición de ser un fuego diferente a aquel que es preparado y concebido por materia combustible como la madera, el aceite y el carbón, lo inclina en una dirección opuesta a lo vulgar y a lo cotidiano; es un fuego, por el contrario, espiritual y sensible.
A nuestro fuego no lo alegra el aire, ni lo anima algún hálito externo. No ejecuta ninguna operación fuera del horno, que es el templo en donde se enaltece su ritual. Allí, esa llama se oficia suave, benigna y natural; recluida, vaporosa, circulante, dorada, envolviendo la materia, de forma continua y eterna.
Al fuego doméstico no se le puede gobernar adecuadamente, pues se apaga y desaparece cuando le falta la materia combustible; el fuego de las artes cumple perpetuamente su infinita operación, porque se mantiene a sí mismo sin necesidad de nuestras manos, irradiando y circulando por la materia que es ungida mediante el vapor de su espíritu. La primera cualidad del fuego vulgar es la de consumir, destruir, devastar. Nuestro fuego calienta, suave y lentamente, aquello que construye y reanima, cociendo, conservando y congelando, humectando, nutriendo y aumentado su virtud. He aquí lo más admirable del fuego de las artes: es del todo semejante a la materia que moldea, a la purísima sustancia de sus vísceras. Este fuego es el verdadero hacedor. El secreto de su preparación está tan escondido, mediante un código ancestral y secreto, que uno no comprende como simples mortales lo posean.

martes, 7 de abril de 2009

Mujer: una historia contada por hombres


La opresión hacia las mujeres, cometida por una sociedad pensada desde lo masculino, es un fenómeno social que se ha prolongado indefinidamente, ha abarcado todos los ámbitos de la existencia humana, y ha estado omnipresente en todas las culturas y en todas las religiones.
En nuestro hemisferio, el estado de sumisión y servidumbre a que se les ha sometido ha sido escrupulosamente definido y constantemente demandado por autorizados pensadores laicos y religiosos, quienes al deducir “la naturaleza inferior" de las mujeres, determinaron su obligación de servir al hombre.
Este estado de sumisión histórica ha sido decisivo en la vida de ellas, pues las ha limitado a una perpetua minoría, a una radical subordinación y a una absoluta dependencia, que ha demostrado las claras relaciones verticales, jerárquicas y androcéntricas de dominación ancestral que ha ejercido el macho de la especie.
Esta afirmación podría encontrar eco en lo dicho por Federico Nietzsche, en su obra Más allá del bien y del mal (1886): "El hombre debe considerar a la mujer como propiedad, un bien que es necesario poner bajo llave, un ser hecho para la domesticidad y que no tiende a su perfección más que en esta situación subalterna”.
La aseveración del influyente pensador alemán nos muestra cómo la historia de la mujer ha sido una historia decidida y contada por los hombres.
Desafortunadamente, tan cruel posición no se ha podido quedar en el pasado, sino que se ha afirmado y se prolonga en el tiempo, abarcando, incluso, las circunstancias actuales. Algunas estadísticas podrían ayudarnos a comprobarlo: en las mismas condiciones de trabajo, en diferentes regiones, el salario de la mujer es del 30 al 40% menor que en el hombre. El paro forzoso femenino es mucho más alto que el masculino. 500.000 mujeres mueren cada año por complicaciones del embarazo, y 500, cada día, pierden la vida por abortos. En el Tercer Mundo ellas constituyen el 80% de la mano de obra campesina. Tres cuartas partes de los pobres del planeta son mujeres; y el 70%, de los 960 millones de analfabetos, también lo son.
Este desequilibrio cimienta unos vínculos injustos y jerarquizados, basados en el poder, que relegan la dimensión femenina y afectan a la humanidad entera. De allí que los movimientos feministas de liberación, asfixiados bajo el peso de la estrechez, hayan asomado la urgencia de una nueva sensibilidad en las formas de conectarnos, de sentir el mundo y a la humanidad, a través de una nueva conciencia.
Y, si nos detenemos a mirar bien, nos daremos cuenta de que es el resultado inevitable de la evolución humana que va descubriendo y necesitando distintas maneras, más ennoblecidas, de relación, que permita caminar hacia una liberación conjunta. "Las mujeres siempre lucharon al lado de los hombres contra la esclavitud, la colonización, el apartheid y por la paz. Que los hombres se unan con las mujeres en su lucha por la igualdad", ha pedido a los varones la feminista Gertrude Monguella.
La constatación de esta realidad es totalmente posible. Comporta un reconocimiento histórico y suministra también una idea de la perspectiva y de los intereses globales presentes en la lucha liberadora de las mujeres.
La dominación masculina, y todos esos comportamientos injustos y opresores contra ellas "ofenden la dignidad tanto del varón como de la mujer", y, por lo tanto, menoscaban a ambos. Es ineludible, entonces, reconocer que la nueva conciencia femenina debe ayudar también a los hombres a revisar sus esquemas mentales, su manera de autocomprenderse y de situarse en la historia e interpretarla.

Hace unos 14.000 millones de años, un huevo resplandeciente se rompió en medio de la nada y dio principio a los cielos y a las estrellas y a los mundos. Hace 4.500 millones de años, la célula originaria bebió el caldo del mar y se duplicó para tener a quién convidar un sorbo. Hace unos 2 millones, la mujer y el hombre, casi primates aún, se empinaron sobre sus patas y extendieron los brazos, y por primera vez tuvieron el espanto y el gozo de verse cara a cara mientras copulaban.
Hace unos 450.000 años la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego que los ayudó a soportar el invierno en el hogar primitivo. Hace unos 300.000, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y, entonces, creyeron comprenderse.

Aun hoy, queriendo ser dos, muertos de miedo y de frío, seguimos buscando las palabras.

lunes, 6 de abril de 2009

FERIAS DE LIBROS


Las ferias de libros, quién lo duda, están cargadas de significados. Ellas tienen la peculiaridad de ser opciones, dirigidas a superar la distancia entre el libro y el lector. Las ferias de libros reproducen, hay que decirlo, un espacio público en el que habita –todavía- el ancestral espíritu cívico del ágora griega. Es una forma de economía que vende un producto muy especial: la propiedad intelectual. Un producto que atrae particulares simpatías ciudadanas, en virtud del beneficio que su uso dispensa. Porque, ¿qué es el libro, sino un espejo en donde se reflejan nuestros pensamientos nítidamente?
En él, leemos, y nos leemos. El libro es un tejido, en el que se entrelaza y mezcla la historia del hombre. En él, el ser humano ha podido atrapar los mitos de la historia de la humanidad, para darles sentido, explicación y trascendencia. Los libros enseñan el significado de las pasiones y su forma de examen y control. Cuentan relatos, y protegen y embellecen el cuerpo y la vida del hombre. Y sirven para dar equilibrio a las fuerzas ocultas que brotan de la naturaleza. En ellos se explica el mundo, construyendo sentidos como señal de lo humano.
En las ferias del libro la palabra es la mercancía, pero, como hemos dicho, una mercancía muy especial. Una feria de libros es un mercado en donde adquirimos pensamientos. Las palabras se nos ofrecen a uno y otro lado de sus pasillos formando parte del significado de las cosas. Y como en los mercados públicos, las palabras expuestas en los estantes, exudan.
Fíjense, por ejemplo, cómo huele aquel libro de poesía. Palpen por ustedes mismos, la temperatura de las tapas de aquella novela. Sopesen los humores de aquel diccionario, y constaten que no son arbitrarias, ni convencionales, ni triviales las afirmaciones de ese libro de física.
Las ferias de libros son presencias humanas naturales, que forman parte del gran organismo de la realidad. Son presencias vivas, en donde hay palabras buenas, que deseamos ardientemente, y, seguramente, también, palabras malas; palabras que detestamos y fustigamos, pero a las que defendemos, por encima de todas las cosas, en su derecho de ser pronunciadas.
Las ferias de libros son un mercado abierto de palabras, y para las palabras, que nos invita a compartir y a saborear los platos servidos por las casas editoriales que sazonan con su presencia: Ya vemos por allá un plato que se asoma, provoca y escandaliza, por la energía de sus condimentos. En este otro stand hay algunos preparados para ser saboreados, lamidos y deglutidos, sin cargo de conciencia. Este de más acá, que humea por lo reciente de su cocción, asoma una lengua que modula el aire vibrante que sale de sus hojas, y que nos dice con sus ruidos y sonidos, el alimento del que está hecho.
Porque la feria, húmeda, carnosa y rosada, vertida en los libros que se exhiben, es una avanzada de nuestro cuerpo sobre el mundo. Es nuestra mente, más allá de la frontera de nuestros labios.

domingo, 5 de abril de 2009

LEONARDO PADRÓN: LA POESÍA ES UN VICIO QUE SE ACTIVA CON EL CONSUMO DEL LECTOR

Foto de José Antonio Rosales.

El poeta y guionista Leonardo Padrón sostiene que la televisión es el libro del analfabeta, y que los creadores que deseen involucrarse con ella para hacer un trabajo, deben tener "ciertos conocimientos de esgrima y alguna pericia brasileña para el gambeteo. Hay que penetrar las entrañas del monstruo, y desde allí permear, con sensibilidad, el producto, introduciendo clandestinamente la poesía en la televisión".
El autor de Balada, Tatuaje, Boulevard y Amor Tóxico, entre otros libros, se percibe a sí mismo como una figura del cemento, un caminante de la calle. No ejerce el ego, y declara que, en ocasiones, el reconocimiento le ha llevado a vivir una ciudad restringida. Con el poeta Vicente Gerbasi afirma que la poesía es el pent-house del arte, y que "ser poeta es una manera de ver el mundo".

TOMAR LA CALLE
“Hay muchos más lectores de lo que suponemos o de lo que decretamos que existen. Lo que ocurre es que la literatura está rodeada de demasiados pruritos académicos y literarios. Los creadores nos quejamos de que no tenemos lectores, pero nos gusta sentirnos que somos una élite; que somos los elegidos, que somos una tribu, que manejamos un código cifrado al que más nadie puede acceder, porque eso nos convierte en los iniciados de una suerte de religión. Esta actitud, que me parece absolutamente pedante, es la que nos ha alejado de los lectores. Creo que en la medida que tomemos la calle, que vayamos a los liceos, a los colegios, es decir, que hagamos poesía en cualquier lugar que no esté avalado por el prestigio literario, en esa medida conseguiremos lectores. Porque la poesía es un vicio que se activa con el consumo del lector”.
“Por otro lado, el poeta depende de quien lo lea, de quien lo consuma, de quien lo habite; mientras más adiestrados estén los ojos del lector de poesía, el poeta será mejor comprendido”.

LA POESÍA ES EL PENT-HOUSE DEL ARTE
“A pesar de que soy un tipo que practica la impudicia, evito profundamente decir que soy poeta. Tal vez este sea mi único pudor. Con el poeta Vicente Gerbasi, pienso que la poesía es el pent-house del arte. De todas las manifestaciones del arte, la poesía es la más químicamente pura. Salvador Garmendia, con quien compartí este boulevard de Sabana Grande en donde hoy conversamos, me decía que él no se, atrevía a escribir poesía: ´esa vaina es muy difícil´, me decía. Esta expresión, llena de respeto por el oficio, de alguien que estaba más allá del bien y del mal en la literatura venezolana, terminó por suscribir mi propia actitud. Lo que ocurre es que yo vengo de estudiar en dos universidades -la Central de Venezuela y la Católica "Andrés Bello" - en donde se abusa del término de manera nauseabunda, lo que ha contribuido a minimizar la carga semántica de una palabra que para mí es sagrada”.
“Si bien es cierto que escribo en distintos registros escriturales: poesía, ensayo, telenovelas y guiones de cine; todos en un lenguaje muy distinto, definitivamente la condición más hermosa, es la de poeta, escribir poesía. Por lo que sé que mi manera de estar en el mundo es a través de la poesía. Octavio Paz decía en su libro El Arco y la Lira que la poesía y el poema son dos cosas muy distintas. Hay seres humanos en estado de poesía, mientras que el poema es un acto del lenguaje. Ser poeta es una manera de ver el mundo, la forma como procesamos la vida; no es una manera de hablar, ni de caminar”.

CONSTRUIR CON SENCILLEZ
“Parte de mi búsqueda en la poesía es la sencillez. Yo podría hacer en dos fines de semana un poemario hermético, usando para ello una serie de palabras inconexas, difíciles, oscuras, crípticas, de cuya experiencia tal vez quede algo, al estilo de los surrealistas; pero yo creo que el verdadero reto es construir poesía desde la sencillez. No se trata de hacer concesiones, se trata de una actitud ante la literatura”.

EL LIBRO DEL ANALFABETA
“Es absolutamente estéril seguir condenando a la televisión a priori y desde afuera. Creo que la única manera de transformarla o de hacer una televisión que se parezca a lo que queremos recibir, es tomándola por asalto. Involucrándonos en su proceso de elaboración. Eso implica que los creadores, los intelectuales se deslastren del peso mayúsculo que ha tenido el prurito cultural con el que siempre han evaluado, condenado y estigmatizado la televisión. Eso no quiere decir que todos los intelectuales tengan que meterse en la televisión. Quiere decir que quienes saben cómo construir personajes, cómo armar estructuras dramáticas, cómo seducir a través de un cuento, deben involucrarse en ella, porque uno de los grandes pecados de nuestra televisión es que suena a cultura mal escrita. No olvidemos que muchos de los que la escriben son escribidores de oficio, y quienes la gerencian son ejecutivos cuyo único interés real es el crematístico. Bajo el rótulo de entretener al pueblo le dan cabida a cualquier cosa, y eso es peligrosísimo, porque sabemos bien que la televisión es el libro del analfabeta”.
“Pero más allá de que los escritores o los intelectuales se involucren con la televisión, está el hecho de que aquellos que no quieran hacerlo, deben aprender a evaluarla, y convertirse en interlocutores eficientes. Cuando se construye una historia televisiva, en nuestro país no hay quien evalúe cuáles son los aportes que en términos narrativos tuvo esa historia, cómo fue planteada la puesta en escena del director, cuál fue el crecimiento o la involución de una actriz o un actor con respecto a su trabajo interior. A la televisión le hace mucha falta quién le diga en qué se equivoca y cómo hacerla mejor”.

CATEDRAL DE LA PALABRA
“Yo no creo que el libro esté en vías de extinción. No creo que el libro vaya a desaparecer nunca. No va a desaparecer, porque lo necesitamos, porque el libro contiene en su forma todo el silencio que requerimos para convivir con la imaginación. A través de él podemos establecer una relación táctil entre nosotros y las palabras del creador. El libro es la catedral de la palabra, y ante esa significación, el hombre no será capaz de dinamitar el templo que lo distingue del resto de los animales. Le quedan, eso sí, muchas exploraciones, muchos experimentos, y uno de ellos es el libro electrónico”.

EGO: EJERCICIO DE LA SOLEDAD
“Estoy vacunado en contra de la enfermedad del ego, aunque entiendo que existe un reconocimiento por el que me siento gratificado. La presencia pública suele mitificar a quien la ejerce, pero he intentado vacunarme contra eso, porque el ego tiene trampas muy peligrosas. Se te puede desdibujar tu propio rostro y puedes comenzar a ver en el espejo otros ojos u otra boca que no es la tuya. Creo que uno debe serle fiel al rostro con el que amanece y con el que se acuesta. Por otro lado, para mí el paisaje más hermoso que existe sobre la tierra es el del ser humano. Soy un adicto al ser humano. A pesar de la afirmación terrible del escritor colombiano Álvaro Mutis, de que el hombre ha fracasado, yo sigo creyendo que el ser humano es el mayor generador de emociones posibles, y el ego lo que produce en quienes lo ejercitan, es la soledad y la distancia. Además, por mi oficio de hacer poesía y contar historias, necesito estar muy conectado con el latido de la calle. Siempre me van a ver en extensas conversaciones en donde generalmente soy el que escucha, porque la clave para ser un narrador de historias es saber escuchar. Si voy a escribir sobre un policía, un malandro o una prostituta, tengo que saber cómo hablan. Mal podría, entonces, ocultarme en mi propio ego; por el contrario, trabajo con el ego de los demás.