Foto de José Antonio Rosales.
CATEDRAL DE LA PALABRA
“Yo no creo que el libro esté en vías de extinción. No creo que el libro vaya a desaparecer nunca. No va a desaparecer, porque lo necesitamos, porque el libro contiene en su forma todo el silencio que requerimos para convivir con la imaginación. A través de él podemos establecer una relación táctil entre nosotros y las palabras del creador. El libro es la catedral de la palabra, y ante esa significación, el hombre no será capaz de dinamitar el templo que lo distingue del resto de los animales. Le quedan, eso sí, muchas exploraciones, muchos experimentos, y uno de ellos es el libro electrónico”.
EGO: EJERCICIO DE LA SOLEDAD
“Estoy vacunado en contra de la enfermedad del ego, aunque entiendo que existe un reconocimiento por el que me siento gratificado. La presencia pública suele mitificar a quien la ejerce, pero he intentado vacunarme contra eso, porque el ego tiene trampas muy peligrosas. Se te puede desdibujar tu propio rostro y puedes comenzar a ver en el espejo otros ojos u otra boca que no es la tuya. Creo que uno debe serle fiel al rostro con el que amanece y con el que se acuesta. Por otro lado, para mí el paisaje más hermoso que existe sobre la tierra es el del ser humano. Soy un adicto al ser humano. A pesar de la afirmación terrible del escritor colombiano Álvaro Mutis, de que el hombre ha fracasado, yo sigo creyendo que el ser humano es el mayor generador de emociones posibles, y el ego lo que produce en quienes lo ejercitan, es la soledad y la distancia. Además, por mi oficio de hacer poesía y contar historias, necesito estar muy conectado con el latido de la calle. Siempre me van a ver en extensas conversaciones en donde generalmente soy el que escucha, porque la clave para ser un narrador de historias es saber escuchar. Si voy a escribir sobre un policía, un malandro o una prostituta, tengo que saber cómo hablan. Mal podría, entonces, ocultarme en mi propio ego; por el contrario, trabajo con el ego de los demás.
El poeta y guionista Leonardo Padrón sostiene que la televisión es el libro del analfabeta, y que los creadores que deseen involucrarse con ella para hacer un trabajo, deben tener "ciertos conocimientos de esgrima y alguna pericia brasileña para el gambeteo. Hay que penetrar las entrañas del monstruo, y desde allí permear, con sensibilidad, el producto, introduciendo clandestinamente la poesía en la televisión".
El autor de Balada, Tatuaje, Boulevard y Amor Tóxico, entre otros libros, se percibe a sí mismo como una figura del cemento, un caminante de la calle. No ejerce el ego, y declara que, en ocasiones, el reconocimiento le ha llevado a vivir una ciudad restringida. Con el poeta Vicente Gerbasi afirma que la poesía es el pent-house del arte, y que "ser poeta es una manera de ver el mundo".
TOMAR LA CALLE
“Hay muchos más lectores de lo que suponemos o de lo que decretamos que existen. Lo que ocurre es que la literatura está rodeada de demasiados pruritos académicos y literarios. Los creadores nos quejamos de que no tenemos lectores, pero nos gusta sentirnos que somos una élite; que somos los elegidos, que somos una tribu, que manejamos un código cifrado al que más nadie puede acceder, porque eso nos convierte en los iniciados de una suerte de religión. Esta actitud, que me parece absolutamente pedante, es la que nos ha alejado de los lectores. Creo que en la medida que tomemos la calle, que vayamos a los liceos, a los colegios, es decir, que hagamos poesía en cualquier lugar que no esté avalado por el prestigio literario, en esa medida conseguiremos lectores. Porque la poesía es un vicio que se activa con el consumo del lector”.
“Por otro lado, el poeta depende de quien lo lea, de quien lo consuma, de quien lo habite; mientras más adiestrados estén los ojos del lector de poesía, el poeta será mejor comprendido”.
LA POESÍA ES EL PENT-HOUSE DEL ARTE
“A pesar de que soy un tipo que practica la impudicia, evito profundamente decir que soy poeta. Tal vez este sea mi único pudor. Con el poeta Vicente Gerbasi, pienso que la poesía es el pent-house del arte. De todas las manifestaciones del arte, la poesía es la más químicamente pura. Salvador Garmendia, con quien compartí este boulevard de Sabana Grande en donde hoy conversamos, me decía que él no se, atrevía a escribir poesía: ´esa vaina es muy difícil´, me decía. Esta expresión, llena de respeto por el oficio, de alguien que estaba más allá del bien y del mal en la literatura venezolana, terminó por suscribir mi propia actitud. Lo que ocurre es que yo vengo de estudiar en dos universidades -la Central de Venezuela y la Católica "Andrés Bello" - en donde se abusa del término de manera nauseabunda, lo que ha contribuido a minimizar la carga semántica de una palabra que para mí es sagrada”.
“Si bien es cierto que escribo en distintos registros escriturales: poesía, ensayo, telenovelas y guiones de cine; todos en un lenguaje muy distinto, definitivamente la condición más hermosa, es la de poeta, escribir poesía. Por lo que sé que mi manera de estar en el mundo es a través de la poesía. Octavio Paz decía en su libro El Arco y la Lira que la poesía y el poema son dos cosas muy distintas. Hay seres humanos en estado de poesía, mientras que el poema es un acto del lenguaje. Ser poeta es una manera de ver el mundo, la forma como procesamos la vida; no es una manera de hablar, ni de caminar”.
CONSTRUIR CON SENCILLEZ
“Parte de mi búsqueda en la poesía es la sencillez. Yo podría hacer en dos fines de semana un poemario hermético, usando para ello una serie de palabras inconexas, difíciles, oscuras, crípticas, de cuya experiencia tal vez quede algo, al estilo de los surrealistas; pero yo creo que el verdadero reto es construir poesía desde la sencillez. No se trata de hacer concesiones, se trata de una actitud ante la literatura”.
EL LIBRO DEL ANALFABETA
“Es absolutamente estéril seguir condenando a la televisión a priori y desde afuera. Creo que la única manera de transformarla o de hacer una televisión que se parezca a lo que queremos recibir, es tomándola por asalto. Involucrándonos en su proceso de elaboración. Eso implica que los creadores, los intelectuales se deslastren del peso mayúsculo que ha tenido el prurito cultural con el que siempre han evaluado, condenado y estigmatizado la televisión. Eso no quiere decir que todos los intelectuales tengan que meterse en la televisión. Quiere decir que quienes saben cómo construir personajes, cómo armar estructuras dramáticas, cómo seducir a través de un cuento, deben involucrarse en ella, porque uno de los grandes pecados de nuestra televisión es que suena a cultura mal escrita. No olvidemos que muchos de los que la escriben son escribidores de oficio, y quienes la gerencian son ejecutivos cuyo único interés real es el crematístico. Bajo el rótulo de entretener al pueblo le dan cabida a cualquier cosa, y eso es peligrosísimo, porque sabemos bien que la televisión es el libro del analfabeta”.
“Pero más allá de que los escritores o los intelectuales se involucren con la televisión, está el hecho de que aquellos que no quieran hacerlo, deben aprender a evaluarla, y convertirse en interlocutores eficientes. Cuando se construye una historia televisiva, en nuestro país no hay quien evalúe cuáles son los aportes que en términos narrativos tuvo esa historia, cómo fue planteada la puesta en escena del director, cuál fue el crecimiento o la involución de una actriz o un actor con respecto a su trabajo interior. A la televisión le hace mucha falta quién le diga en qué se equivoca y cómo hacerla mejor”.
TOMAR LA CALLE
“Hay muchos más lectores de lo que suponemos o de lo que decretamos que existen. Lo que ocurre es que la literatura está rodeada de demasiados pruritos académicos y literarios. Los creadores nos quejamos de que no tenemos lectores, pero nos gusta sentirnos que somos una élite; que somos los elegidos, que somos una tribu, que manejamos un código cifrado al que más nadie puede acceder, porque eso nos convierte en los iniciados de una suerte de religión. Esta actitud, que me parece absolutamente pedante, es la que nos ha alejado de los lectores. Creo que en la medida que tomemos la calle, que vayamos a los liceos, a los colegios, es decir, que hagamos poesía en cualquier lugar que no esté avalado por el prestigio literario, en esa medida conseguiremos lectores. Porque la poesía es un vicio que se activa con el consumo del lector”.
“Por otro lado, el poeta depende de quien lo lea, de quien lo consuma, de quien lo habite; mientras más adiestrados estén los ojos del lector de poesía, el poeta será mejor comprendido”.
LA POESÍA ES EL PENT-HOUSE DEL ARTE
“A pesar de que soy un tipo que practica la impudicia, evito profundamente decir que soy poeta. Tal vez este sea mi único pudor. Con el poeta Vicente Gerbasi, pienso que la poesía es el pent-house del arte. De todas las manifestaciones del arte, la poesía es la más químicamente pura. Salvador Garmendia, con quien compartí este boulevard de Sabana Grande en donde hoy conversamos, me decía que él no se, atrevía a escribir poesía: ´esa vaina es muy difícil´, me decía. Esta expresión, llena de respeto por el oficio, de alguien que estaba más allá del bien y del mal en la literatura venezolana, terminó por suscribir mi propia actitud. Lo que ocurre es que yo vengo de estudiar en dos universidades -la Central de Venezuela y la Católica "Andrés Bello" - en donde se abusa del término de manera nauseabunda, lo que ha contribuido a minimizar la carga semántica de una palabra que para mí es sagrada”.
“Si bien es cierto que escribo en distintos registros escriturales: poesía, ensayo, telenovelas y guiones de cine; todos en un lenguaje muy distinto, definitivamente la condición más hermosa, es la de poeta, escribir poesía. Por lo que sé que mi manera de estar en el mundo es a través de la poesía. Octavio Paz decía en su libro El Arco y la Lira que la poesía y el poema son dos cosas muy distintas. Hay seres humanos en estado de poesía, mientras que el poema es un acto del lenguaje. Ser poeta es una manera de ver el mundo, la forma como procesamos la vida; no es una manera de hablar, ni de caminar”.
CONSTRUIR CON SENCILLEZ
“Parte de mi búsqueda en la poesía es la sencillez. Yo podría hacer en dos fines de semana un poemario hermético, usando para ello una serie de palabras inconexas, difíciles, oscuras, crípticas, de cuya experiencia tal vez quede algo, al estilo de los surrealistas; pero yo creo que el verdadero reto es construir poesía desde la sencillez. No se trata de hacer concesiones, se trata de una actitud ante la literatura”.
EL LIBRO DEL ANALFABETA
“Es absolutamente estéril seguir condenando a la televisión a priori y desde afuera. Creo que la única manera de transformarla o de hacer una televisión que se parezca a lo que queremos recibir, es tomándola por asalto. Involucrándonos en su proceso de elaboración. Eso implica que los creadores, los intelectuales se deslastren del peso mayúsculo que ha tenido el prurito cultural con el que siempre han evaluado, condenado y estigmatizado la televisión. Eso no quiere decir que todos los intelectuales tengan que meterse en la televisión. Quiere decir que quienes saben cómo construir personajes, cómo armar estructuras dramáticas, cómo seducir a través de un cuento, deben involucrarse en ella, porque uno de los grandes pecados de nuestra televisión es que suena a cultura mal escrita. No olvidemos que muchos de los que la escriben son escribidores de oficio, y quienes la gerencian son ejecutivos cuyo único interés real es el crematístico. Bajo el rótulo de entretener al pueblo le dan cabida a cualquier cosa, y eso es peligrosísimo, porque sabemos bien que la televisión es el libro del analfabeta”.
“Pero más allá de que los escritores o los intelectuales se involucren con la televisión, está el hecho de que aquellos que no quieran hacerlo, deben aprender a evaluarla, y convertirse en interlocutores eficientes. Cuando se construye una historia televisiva, en nuestro país no hay quien evalúe cuáles son los aportes que en términos narrativos tuvo esa historia, cómo fue planteada la puesta en escena del director, cuál fue el crecimiento o la involución de una actriz o un actor con respecto a su trabajo interior. A la televisión le hace mucha falta quién le diga en qué se equivoca y cómo hacerla mejor”.
CATEDRAL DE LA PALABRA
“Yo no creo que el libro esté en vías de extinción. No creo que el libro vaya a desaparecer nunca. No va a desaparecer, porque lo necesitamos, porque el libro contiene en su forma todo el silencio que requerimos para convivir con la imaginación. A través de él podemos establecer una relación táctil entre nosotros y las palabras del creador. El libro es la catedral de la palabra, y ante esa significación, el hombre no será capaz de dinamitar el templo que lo distingue del resto de los animales. Le quedan, eso sí, muchas exploraciones, muchos experimentos, y uno de ellos es el libro electrónico”.
EGO: EJERCICIO DE LA SOLEDAD
“Estoy vacunado en contra de la enfermedad del ego, aunque entiendo que existe un reconocimiento por el que me siento gratificado. La presencia pública suele mitificar a quien la ejerce, pero he intentado vacunarme contra eso, porque el ego tiene trampas muy peligrosas. Se te puede desdibujar tu propio rostro y puedes comenzar a ver en el espejo otros ojos u otra boca que no es la tuya. Creo que uno debe serle fiel al rostro con el que amanece y con el que se acuesta. Por otro lado, para mí el paisaje más hermoso que existe sobre la tierra es el del ser humano. Soy un adicto al ser humano. A pesar de la afirmación terrible del escritor colombiano Álvaro Mutis, de que el hombre ha fracasado, yo sigo creyendo que el ser humano es el mayor generador de emociones posibles, y el ego lo que produce en quienes lo ejercitan, es la soledad y la distancia. Además, por mi oficio de hacer poesía y contar historias, necesito estar muy conectado con el latido de la calle. Siempre me van a ver en extensas conversaciones en donde generalmente soy el que escucha, porque la clave para ser un narrador de historias es saber escuchar. Si voy a escribir sobre un policía, un malandro o una prostituta, tengo que saber cómo hablan. Mal podría, entonces, ocultarme en mi propio ego; por el contrario, trabajo con el ego de los demás.
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