Fotos de José Antonio Rosales
Antonio Skármeta, autor de libros como Soñé que la nieve ardía (1975), No pasó nada (1980), El cartero de Neruda (1985), Match Ball (1989), La boda del poeta (1999), Neruda por Skármeta (2004), nació en Antofagasta, Chile, en 1940. Estudió filosofía y literatura en la Universidad de Chile y en la Universidad de Columbia en Nueva York. Y en este momento, cuando es uno de los escritores más importantes y requeridos de su país, en actitud sencilla y amable, accedió a tener con nosotros una plática, vía correo electrónico, antes de su participación en la 7ma. Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, a la que vendrá para el corte de cinta el día 28 de octubre de 2006, seguramente con la misma sonrisa que el mundo entero le ha conocido gracias a sus programas de televisión El Show de los Libros, La Torre de Papel y Un mundo Alucinante.
Antonio Skármeta estuvo en Valencia en octubre de 2006, invitado a la VII Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo. El autor de El cartero de Neruda (1985) y de La boda del poeta (1999), sostuvo un encuentro intenso con la ciudad. Firmó libros, dictó conferencias, asistió a foros de cine, animó tertulias, ofreció entrevistas, y, en acontecimiento inédito, también apostó a la suerte; en fin, en tres días de presencia activa dejó una huella imborrable en quienes compartimos con él literatura, buena mesa, pródiga charla y la inagotable compresión de quien alimenta una extraordinaria vocación para el diálogo cercano. Una de sus intervenciones más celebradas, fue la que se llevó a cabo con los estudiantes de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo, en donde, además de exhibir capítulos de su memorable programa el Show de los libros, dio algunas de las claves de su éxito. Otro de aquellos encuentros, fue el celebrado en la sala de Cine Arte Patio Trigal para ver la película La pequeña revancha, con guión de la escritora Laura Antillano, basada en el libro La Composición de Skármeta.
Al marcharse dejó, entre otros testimonios, una entrevista, y la sonrisa de amabilidad que el mundo entero le ha conocido gracias a sus programas de televisión El Show de los Libros, La Torre de Papel y Un mundo Alucinante, con los que ha dado a conocer, no sólo su talento, sino su amor y respeto por los libros, los lectores y la lectura.
Aquí el texto de la entrevista.
Al marcharse dejó, entre otros testimonios, una entrevista, y la sonrisa de amabilidad que el mundo entero le ha conocido gracias a sus programas de televisión El Show de los Libros, La Torre de Papel y Un mundo Alucinante, con los que ha dado a conocer, no sólo su talento, sino su amor y respeto por los libros, los lectores y la lectura.
Aquí el texto de la entrevista.
Antonio Skármeta, autor de libros como Soñé que la nieve ardía (1975), No pasó nada (1980), El cartero de Neruda (1985), Match Ball (1989), La boda del poeta (1999), Neruda por Skármeta (2004), nació en Antofagasta, Chile, en 1940. Estudió filosofía y literatura en la Universidad de Chile y en la Universidad de Columbia en Nueva York. Y en este momento, cuando es uno de los escritores más importantes y requeridos de su país, en actitud sencilla y amable, accedió a tener con nosotros una plática, vía correo electrónico, antes de su participación en la 7ma. Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, a la que vendrá para el corte de cinta el día 28 de octubre de 2006, seguramente con la misma sonrisa que el mundo entero le ha conocido gracias a sus programas de televisión El Show de los Libros, La Torre de Papel y Un mundo Alucinante.
¿Ha venido antes a Venezuela?
Varias veces, todas inolvidables. En los años ´70, a un encuentro sobre el exilio latinoamericano que tuvo lugar en Mérida al que acudió, entre otros distinguidos escritores, Julio Cortázar. Luego al estreno mundial en español de mi obra teatral Ardiente Paciencia que luego sería en cine El cartero de Neruda, en la Sala Rajatabla de Caracas. En otras ocasiones visité muestras excelentes en el Museo Sofía Imber, asistí a estrenos del ballet Danza Hoy. Fui una vez jurado del Premio Rómulo Gallegos (1997), y en otras ocasiones vine especialmente para presentar mis nuevos libros al público venezolano. Alguna otra vez fui porque sí “just for the fun of it”. Pero me faltaba Valencia, y dispongo con alegría mi corazón para este encuentro.
¿Qué sentimientos le produce visitar nuestro país en el marco de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo?
América Latina necesita crecer culturalmente hacia el interior de cada uno de sus pueblos y expandir sus ricas creaciones al mundo. La Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo es una iniciativa loable en ambos sentidos. En el libro están muchas de las reservas de inteligencia e imaginación alternativa y creadora en sociedades donde la comunicación masiva tiende a conformarse siempre con “lo mismo”.
Su íntima relación con los libros va más allá del hecho de la escritura. Es una relación también como lector. ¿Podría indicarnos qué libros han dejado en usted una impronta significativa?
Claro, porque he hecho programas de televisión como “El Show de los Libros”,”La Torre de Papel” y “Un mundo alucinante”, que a lo largo de años han sido vistos por el público internacional. Esta fue una excitante experiencia: darle visibilidad al libro en el espacio de la televisión, con altas cuotas de sintonía, donde el lugar común decía que una aventura así era inviable.
Distintos libros me han marcado en diversas épocas. De mi infancia elijo dos: Pinocho, de Collodi: es necesario aún seguir tratando de ponerle un corazón a seres que parecen hechos de madera, y Corazón, de Edmundo de Amicis, por su exaltación de esos sentimientos imborrables que nacen en la escuela, el trato tan afectuoso de la solidaridad, y el colorido dramatismo de los episodios intercalados.
En la adolescencia, tres libros que defendieron muy convincentemente con potente lenguaje la verdad de vidas alternativas: El Cazador Oculto, de J.D.Salinger, En el camino, de Jack Kerouac y Los ríos profundos, del peruano José María Arguedas.
No puedo dejar de nombrar las Obras Completas de Pablo Neruda, por la versatilidad y profundidad de sus visiones y la potencia de su comunicación, y por cierto el tesoro inagotable de un clásico como Shakespeare donde parece haberse pensado todo el pasado, presente y futuro de la humanidad.
Por la obra de Skármeta sopla el viento del exilio. Me gustaría que nos hablara del Skármeta escritor que era antes del exilio y del que fue después.
Antes del Golpe de Pinochet de 1973 yo era un miniuniverso en expansión. Respiraba con la alegría de un Walt Whitman, creía en la esencial verdad de la belleza y la bondad de los seres humanos, y mi prosa se alborotaba en busca de la aventura. El golpe y luego el exilio introdujo en mi vida un repertorio de dolores, escepticismo, incredulidad, y una apertura al lado oscuro de los corazones. Mi vida y consecuentemente mi literatura se hicieron más dramáticas.
Al mismo tiempo, al abrirme a culturas diferentes, se amplió mi horizonte de percepciones, se llenó mi mundo de otras tradiciones que supe leer como latinoamericano, y mi obra se nutrió de temas originados en el desarraigo. Allí están por ejemplo: No pasó nada, el exilio latinoamericano en Alemania contado por un niño chileno de 14 años o La Boda del Poeta, un episodio de la preguerra mundial en Europa en 1913 donde un autor de este lado del Atlántico inventa un lenguaje y una actitud original para apropiarse del pasado europeo.
¿Cree usted que la libertad y la poesía, que según sus propias palabras, se apagaron con el golpe militar de Chile en 1973, han vuelto a encenderse en la vida cotidiana de su país?
La creación chilena mantuvo aun durante la etapa más feroz de la dictadura un actitud digna, conmovedoramente confrontacional con ella. Los grupos de teatro, las acciones de arte, el nuevo rock. De vuelta a la democracia, se comienza a medir le intensidad de la paliza. La sombra que deja una represión es difícil de remover de los corazones. Es justamente el arte chileno el que de un modo radical y cuestionador elabora los coletazos de ese pasado infame. Mientras, la dirigencia política ha hecho el trabajo de pacificar el país, consolidar la democracia y hacer crecer la economía.
Chile tiene hoy artistas notables y obras de trascendencia universal, pero a mi manera de ver las cosas, comparando el Chile pre-Golpe con el actual, hay algo dañado en el alma del país que el trabajo de varias generaciones alcance quizás a reparar o reinventar. Los signos son sí alentadores: vienen de quienes hoy son adolescentes.
Su vida, según entiendo, gira entre Chile y Europa. ¿Podría contarnos, para conocerlo un poco más, cómo es hoy la vida del escritor Antonio Skármeta?
Con mucho gusto. Mis obras están hoy traducidas en veinticinco idiomas lo que implica un contacto permanente con públicos de diversas latitudes y temperaturas culturales. Esto implica viajar mucho, dar charlas, participar en debates. Por otra parte, algunos de mis relatos le han resultado atrayentes a productores y directores de cine. Usted, querido Rafael Simón, conoce, por ejemplo, El Cartero y Neruda, de Michael Radford y Pequeña Revancha, de Olegario Barrera. En estos momentos se avanza en el guión y pre producción de mi novela El Baile de la Victoria, Premio Planeta 2003, que dirigirá Fernando Trueba.
Casi la mitad del tiempo vivo en Chile donde me dedico básicamente a escribir.
Es un hecho innegable que la película Il Postino, dirigida por Michael Radford, es un hito importante en su carrera. Pero, díganos en dónde siente usted que este film ha puesto el mayor acento, ¿en su trabajo como novelista o en su labor como guionista cinematográfico?
Me imagino que el mérito de El cartero de Neruda primordial está en la concentrada eficacia dramática del texto donde mi permanente anhelo como creador de fundir en un impulso la gran cultura con la cultura popular se traslada a los espectadores o lectores de un modo emocional y convincente. No de otra manera podría explicarse la irradiación de este motivo en tantos géneros: novela, dos films, obra de teatro con más de doscientas puestas en escena en todo el mundo (incluido el año pasado en China), radioteatro. Si a esto se suma para el próximo año, o el 2008, el anuncio de una comedia musical en Londres y una ópera que el mismo Plácido Domingo ha dicho que cantará el 2009, mi impresión puede ser corroborada con estos datos objetivos.
Usted es, sin duda, un gran promotor de la lectura. De los diferentes géneros de los que se ha valido Antonio Skármeta para llevar adelante esta tarea, entre el cine, la radio, la televisión y su propia producción editorial, ¿cuál cree usted que ha sido el más efectivo?
Le agradezco esta opinión. Como escritor navego por mares muy turbulentos y me sumerjo en sombras espesas, pero al momento de establecer un contacto con el lector, cuido que la organización dramatúrgica de mis relatos transmita la alegría de crear y narrar. En la televisión estimo que logramos deshojar a los programas culturales de esa pompa y formalidad para tratar el arte donde los participantes ponen los ojos en blanco y engolan la voz cada vez que encuentran la palabra “cultura” en sus lenguas. Creo que le dimos visibilidad al libro en espacios que nunca antes habían sido conquistados, gracias a la imaginación lúdica, al humor, a la informalidad, al verdadero amor por las letras.
¿Cree Antonio Skármeta que Latinoamérica es un continente de lectores?, considerando la experiencia editorial de nuestros países y la existencia de grandes ferias del libro, como la de Guadalajara, Bogotá y Buenos Aires.
No. Los lectores constituyen en América Latina una élite y las ferias que usted menciona son ejemplos exitosos de cómo esta minoría se puede ampliar. Pero los fuerzas de la sociedad no están puestas en ellas. Tampoco en la innovación de las políticas educacionales. Sí, por supuesto, en los discursos y en la retórica de los políticos. Pero no en la gris realidad. Compare los presupuestos educacionales con los militares y saque conclusiones.
Finalmente, qué valores destaca Antonio Skármeta en la realización de las ferias del libro como mecanismos de promoción de la lectura, y, sobre todo, tratándose de ferias patrocinadas por universidades?
Me gustan aquellas ferias que son fiestas literarias donde los distribuidores, la prensa, los libreros, los agentes culturales de la zona, facilitan al escritor el contacto con los lectores. Son tan pocas las oportunidades en que un autor y sus libros se presentan juntos, que el público agradece la ocasión. El patrocinio de una universidad es óptimo, pues las instituciones culturales modernas han de ser sensibles al conjunto de la sociedad. Me encantan estos viajes de ida y vuelta entre los templos del saber y la investigación y la vida plural y abigarrada de las calles.
Varias veces, todas inolvidables. En los años ´70, a un encuentro sobre el exilio latinoamericano que tuvo lugar en Mérida al que acudió, entre otros distinguidos escritores, Julio Cortázar. Luego al estreno mundial en español de mi obra teatral Ardiente Paciencia que luego sería en cine El cartero de Neruda, en la Sala Rajatabla de Caracas. En otras ocasiones visité muestras excelentes en el Museo Sofía Imber, asistí a estrenos del ballet Danza Hoy. Fui una vez jurado del Premio Rómulo Gallegos (1997), y en otras ocasiones vine especialmente para presentar mis nuevos libros al público venezolano. Alguna otra vez fui porque sí “just for the fun of it”. Pero me faltaba Valencia, y dispongo con alegría mi corazón para este encuentro.
¿Qué sentimientos le produce visitar nuestro país en el marco de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo?
América Latina necesita crecer culturalmente hacia el interior de cada uno de sus pueblos y expandir sus ricas creaciones al mundo. La Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo es una iniciativa loable en ambos sentidos. En el libro están muchas de las reservas de inteligencia e imaginación alternativa y creadora en sociedades donde la comunicación masiva tiende a conformarse siempre con “lo mismo”.
Su íntima relación con los libros va más allá del hecho de la escritura. Es una relación también como lector. ¿Podría indicarnos qué libros han dejado en usted una impronta significativa?
Claro, porque he hecho programas de televisión como “El Show de los Libros”,”La Torre de Papel” y “Un mundo alucinante”, que a lo largo de años han sido vistos por el público internacional. Esta fue una excitante experiencia: darle visibilidad al libro en el espacio de la televisión, con altas cuotas de sintonía, donde el lugar común decía que una aventura así era inviable.
Distintos libros me han marcado en diversas épocas. De mi infancia elijo dos: Pinocho, de Collodi: es necesario aún seguir tratando de ponerle un corazón a seres que parecen hechos de madera, y Corazón, de Edmundo de Amicis, por su exaltación de esos sentimientos imborrables que nacen en la escuela, el trato tan afectuoso de la solidaridad, y el colorido dramatismo de los episodios intercalados.
En la adolescencia, tres libros que defendieron muy convincentemente con potente lenguaje la verdad de vidas alternativas: El Cazador Oculto, de J.D.Salinger, En el camino, de Jack Kerouac y Los ríos profundos, del peruano José María Arguedas.
No puedo dejar de nombrar las Obras Completas de Pablo Neruda, por la versatilidad y profundidad de sus visiones y la potencia de su comunicación, y por cierto el tesoro inagotable de un clásico como Shakespeare donde parece haberse pensado todo el pasado, presente y futuro de la humanidad.
Por la obra de Skármeta sopla el viento del exilio. Me gustaría que nos hablara del Skármeta escritor que era antes del exilio y del que fue después.
Antes del Golpe de Pinochet de 1973 yo era un miniuniverso en expansión. Respiraba con la alegría de un Walt Whitman, creía en la esencial verdad de la belleza y la bondad de los seres humanos, y mi prosa se alborotaba en busca de la aventura. El golpe y luego el exilio introdujo en mi vida un repertorio de dolores, escepticismo, incredulidad, y una apertura al lado oscuro de los corazones. Mi vida y consecuentemente mi literatura se hicieron más dramáticas.
Al mismo tiempo, al abrirme a culturas diferentes, se amplió mi horizonte de percepciones, se llenó mi mundo de otras tradiciones que supe leer como latinoamericano, y mi obra se nutrió de temas originados en el desarraigo. Allí están por ejemplo: No pasó nada, el exilio latinoamericano en Alemania contado por un niño chileno de 14 años o La Boda del Poeta, un episodio de la preguerra mundial en Europa en 1913 donde un autor de este lado del Atlántico inventa un lenguaje y una actitud original para apropiarse del pasado europeo.
¿Cree usted que la libertad y la poesía, que según sus propias palabras, se apagaron con el golpe militar de Chile en 1973, han vuelto a encenderse en la vida cotidiana de su país?
La creación chilena mantuvo aun durante la etapa más feroz de la dictadura un actitud digna, conmovedoramente confrontacional con ella. Los grupos de teatro, las acciones de arte, el nuevo rock. De vuelta a la democracia, se comienza a medir le intensidad de la paliza. La sombra que deja una represión es difícil de remover de los corazones. Es justamente el arte chileno el que de un modo radical y cuestionador elabora los coletazos de ese pasado infame. Mientras, la dirigencia política ha hecho el trabajo de pacificar el país, consolidar la democracia y hacer crecer la economía.
Chile tiene hoy artistas notables y obras de trascendencia universal, pero a mi manera de ver las cosas, comparando el Chile pre-Golpe con el actual, hay algo dañado en el alma del país que el trabajo de varias generaciones alcance quizás a reparar o reinventar. Los signos son sí alentadores: vienen de quienes hoy son adolescentes.
Su vida, según entiendo, gira entre Chile y Europa. ¿Podría contarnos, para conocerlo un poco más, cómo es hoy la vida del escritor Antonio Skármeta?
Con mucho gusto. Mis obras están hoy traducidas en veinticinco idiomas lo que implica un contacto permanente con públicos de diversas latitudes y temperaturas culturales. Esto implica viajar mucho, dar charlas, participar en debates. Por otra parte, algunos de mis relatos le han resultado atrayentes a productores y directores de cine. Usted, querido Rafael Simón, conoce, por ejemplo, El Cartero y Neruda, de Michael Radford y Pequeña Revancha, de Olegario Barrera. En estos momentos se avanza en el guión y pre producción de mi novela El Baile de la Victoria, Premio Planeta 2003, que dirigirá Fernando Trueba.
Casi la mitad del tiempo vivo en Chile donde me dedico básicamente a escribir.
Es un hecho innegable que la película Il Postino, dirigida por Michael Radford, es un hito importante en su carrera. Pero, díganos en dónde siente usted que este film ha puesto el mayor acento, ¿en su trabajo como novelista o en su labor como guionista cinematográfico?
Me imagino que el mérito de El cartero de Neruda primordial está en la concentrada eficacia dramática del texto donde mi permanente anhelo como creador de fundir en un impulso la gran cultura con la cultura popular se traslada a los espectadores o lectores de un modo emocional y convincente. No de otra manera podría explicarse la irradiación de este motivo en tantos géneros: novela, dos films, obra de teatro con más de doscientas puestas en escena en todo el mundo (incluido el año pasado en China), radioteatro. Si a esto se suma para el próximo año, o el 2008, el anuncio de una comedia musical en Londres y una ópera que el mismo Plácido Domingo ha dicho que cantará el 2009, mi impresión puede ser corroborada con estos datos objetivos.
Usted es, sin duda, un gran promotor de la lectura. De los diferentes géneros de los que se ha valido Antonio Skármeta para llevar adelante esta tarea, entre el cine, la radio, la televisión y su propia producción editorial, ¿cuál cree usted que ha sido el más efectivo?
Le agradezco esta opinión. Como escritor navego por mares muy turbulentos y me sumerjo en sombras espesas, pero al momento de establecer un contacto con el lector, cuido que la organización dramatúrgica de mis relatos transmita la alegría de crear y narrar. En la televisión estimo que logramos deshojar a los programas culturales de esa pompa y formalidad para tratar el arte donde los participantes ponen los ojos en blanco y engolan la voz cada vez que encuentran la palabra “cultura” en sus lenguas. Creo que le dimos visibilidad al libro en espacios que nunca antes habían sido conquistados, gracias a la imaginación lúdica, al humor, a la informalidad, al verdadero amor por las letras.
¿Cree Antonio Skármeta que Latinoamérica es un continente de lectores?, considerando la experiencia editorial de nuestros países y la existencia de grandes ferias del libro, como la de Guadalajara, Bogotá y Buenos Aires.
No. Los lectores constituyen en América Latina una élite y las ferias que usted menciona son ejemplos exitosos de cómo esta minoría se puede ampliar. Pero los fuerzas de la sociedad no están puestas en ellas. Tampoco en la innovación de las políticas educacionales. Sí, por supuesto, en los discursos y en la retórica de los políticos. Pero no en la gris realidad. Compare los presupuestos educacionales con los militares y saque conclusiones.
Finalmente, qué valores destaca Antonio Skármeta en la realización de las ferias del libro como mecanismos de promoción de la lectura, y, sobre todo, tratándose de ferias patrocinadas por universidades?
Me gustan aquellas ferias que son fiestas literarias donde los distribuidores, la prensa, los libreros, los agentes culturales de la zona, facilitan al escritor el contacto con los lectores. Son tan pocas las oportunidades en que un autor y sus libros se presentan juntos, que el público agradece la ocasión. El patrocinio de una universidad es óptimo, pues las instituciones culturales modernas han de ser sensibles al conjunto de la sociedad. Me encantan estos viajes de ida y vuelta entre los templos del saber y la investigación y la vida plural y abigarrada de las calles.
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