martes, 8 de diciembre de 2009

Victoria


¿Deportes híbridos? La fuerza de uno de los deportistas se entremezcla con la plasticidad del otro.

Camino al estadio, el cuerpo se hincha de espectáculo. Asiste contento a la convocatoria de la destreza performativa, imponiendo el lenguaje del músculo, la destreza y la inteligencia. Va a la cancha, a la pista o a la piscina, y con cada finta aerodinámica ante la cesta, con cada salto acuñado gracias al impulso de la pértiga, o con cada brazada introducida en el agua como un estoque, el atleta realiza su empeño eficiente y preparado para alcanzar el laurel.
Es el placer de mandar en cada tendón, en cada centímetro de piel, pero sólo a través de una práctica que no es únicamente del cuerpo, sino también de la voluntad y de la inteligencia.
El deporte es una elección de vida, un espacio de realización simbólica que desarrolla la habilidad infinita de la juventud, pero no como sustituto voluntario del intelecto. Al contrario, hacer deporte es materializar un pacto entre el imperio del músculo y el dominio de la mente.
Resultados excepcionales, tiempos y jugadas memorables, récord y extenuación al límite de nuestro potencial, son sólo un aspecto de la promesa que el deporte ofrece. Cada vez más atletas caminan, trotan o corren al compás de una excelente preparación intelectual en nuestras universidades. Cada vez nuevos bachilleres condicionan la puesta a prueba de su victoria deportiva, al encuentro agonístico con el cultivo de la mente. Al lado de grandes nadadores, judokas o ajedrecistas, hay destacados estudiantes de administración, medicina o ingeniería.
El deporte así visto, entra en una dinámica social, académica y cultural, que amplía los territorios del individuo que lo practica. Es decir, el deporte deja de ser un pretexto para construir discursos, y se convierte en un medio, en una herramienta para reconciliar polaridades. Mens sana in corpore sano, acuñó Juvenal.
Por eso, el deporte no puede dejarse librado así mismo. Ninguna salvación podrá provenir sólo de la tecnología. Su idealización será producto exclusivamente de la expresión de una vieja nostalgia de siglos: el cuerpo tiene dueño, su habitante es el espíritu.

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