jueves, 23 de octubre de 2014

Leonardo Padrón: La crónica es la conquista de la literatura sobre la realidad (crónica)

Texto compartido en la presentación del libro Kilómetro Cero, de Leonardo Padrón, en FILUC 2013, por Rafael Simón Hurtado.



I

Por razones que en este momento para mí son inexplicables, cuando pensaba en la manera de hacer la presentación de este encuentro, llegó a mi memoria el recuerdo de la célebre frase de Andy Warhol sobre los 15 minutos de fama a la que todos tenemos derecho.

La Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo me ha brindado muchas oportunidades, y una de ellas ha sido la de acompañar en la presentación de varios de sus libros a Leonardo Padrón, un escritor a quien admiro y respeto mucho.

Estas oportunidades han añadido a mi vida, -contando todos los encuentros en los que lo he acompañado-, como 1 hora y 45 minutos de la gloria de la que hablaba Warhol.

Pero más que eso, lo que más me ha dado esta compañía, es la gloria por tener la ocasión de leer sus libros, y la gloria por poder expresar alguna palabra que sirva, no para aumentar mi fama ni la de él, sino para pronunciar la constatación de lo que su poesía, sus entrevistas, y ahora mismo, sus crónicas, han sido capaces de hacer en mi entendimiento.


II

Leonardo Padrón no necesita presentación. Sin embargo, como no vamos a contrariar el protocolo establecido por los organizadores de la feria, diremos en rigor, que el poeta Leonardo Padrón suma a su travesía de vida creativa el encuentro con la poesía, el teatro, la literatura infantil, el cine, la televisión, el ensayo y la crónica literaria.

Esta producción está recogida en unos 16 libros, y en más de veinte guiones en donde han encontrado vida personajes de telenovelas, de unitarios de televisión, de documentales y de proyecciones cinematográficas.

Como puede verse, es una vida signada por la palabra; por una palabra que le arranca metáforas a la cotidianidad, y que hoy expande, por cierto, sus territorios de influencia a través de Internet, en mensajes de 140 caracteres.

(Los twitter de Leonardo son trazos que obran como susurros chasqueantes, incansables, polisémicos, por el que es objetivo de una guerrilla comunicacional que dispara con errores ortográficos en el alma).


III

Ya nos había advertido en una ocasión anterior que para él, la poesía es el penthouse del arte. En los propios guiones de sus telenovelas es posible constatar la infiltración subversiva de la poesía como un Caballo de Troya, que, al trasponer los muros de las truculencias características del género, convierten los diálogos de la cotidianidad de los personajes creados por él, en asombro y novedad.

En esta nueva experiencia literaria que emprende con Kilómetro Cero, -acompañado del respaldo de Editorial Planeta-, la crónica literaria, como protagonista, convoca las mejores cualidades del Leonardo Padrón poeta, ensayista, comunicador social, guionista de cine y televisión, para dar aliento a lo que el escritor mexicano Juan Villoro ha llamado El ornitorrinco de la prosa.

Esta denominación de Villoro, con la que intenta “delimitar” a un animal literario que tiene patas y pico de pato, cola de castor y cuerpo de nutria, es un género que podría ser útil en el desciframiento de los acertijos del país, según el propio Leonardo.

El género descrito por el autor mexicano calza justo en las 21 crónicas contenidas en el libro que presentamos, pues, en correspondencia con la definición de Villoro de crónica- el autor de “Cosita Rica”, ciertamente extrae para sus crónicas, de la novela… la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes, creando una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos. Del reportaje, los datos inmodificables. Del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica. De la entrevista, los diálogos. Del teatro moderno, la forma de montarlos. Del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; y de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en primera persona.

¿Y de la poesía?

De la poesía extrae el aliento vital de la palabra poética, la metáfora, con su carga de resonancias, para ver belleza en lo sórdido y sentir piedad aun en la traición.

Como puede verse, es un género que se parece a nosotros, porque como nosotros, es mestizo.

Leonardo lo usa, valiéndose del catálogo de influencias de los otros géneros, literarios y periodísticos, pero eso sí, con prudencia y equilibrio, pues como dice el propio Villoro “la crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser”.

El entrecruce de géneros desemboca en las crónicas de un viajero que se comporta como un “espectador del mundo con alma de periodista”, como dijera el mismísimo García Márquez, el cronista por antonomasia.

En un esfuerzo por revelar a sus lectores, -como en las crónicas de los viajeros de Indias-, las nuevas, -buenas o malas-, las cosas asombrosas de las ciudades descubiertas, y las hazañas, propias o ajenas, del país que sufre y ama.

En la tradición de cronistas latinoamericanos como José Martí, Carlos Monsiváis, Martín Caparrós, Alberto Salcedo Ramos o el propio Juan Villoro; o en el oficio de registrar lo urbano de escritores venezolanos como José Ignacio Cabrujas, Elisa Lerner, Milagros Socorro, Ibsen Martínez, Alberto Barrera Tyszka, Rafael Osío Cabrices; o en una época anterior, Arístides Bastidas, quien desde la ciencia y el periodismo, supo rendir un doble tributo a la poesía y al saber.


IV

Las crónicas de Kilómetro Cero comienzan a formar parte del imaginario nacional.

Crónicas como Navidad en Weston, ilustra el contraste de la algarabía de nuestras ciudades con la ciudad en donde “inventaron el silencio”.

Su propia versión de viaje por la Ruta 66, -carretera inmortalizada en la literatura, la música pop y la televisión-, adquiere en su trabajo Ruta 66: la cárcel, los atributos de la leyenda.

Este texto recoge la vivencia del vértigo de un recorrido que conduce a su autor a una experiencia insospechada. “En una misma noche, -dice Leonardo-, había pasado del glamour de un espumante californiano frente a la exótica marina de Santa Bárbara, a la ruindad de un amasijo de presidiarios mal encarados dando vueltas en un círculo siniestro”.

Había hecho la ruta, inmortalizada por Jack Kerouac en la novela En el camino, (con quien, por cierto, se mimetiza, en lenguaje y existencia, en otra crónica vívida), pero mirando de reojo por el retrovisor, la historia, “como una neblina borrosa”.


V

Todo esto, en un trayecto de doble vía. No invento nada si digo que la lectura del libro recrea un viaje hacia fuera y un viaje hacia dentro del autor, pero también del lector.

Cuando nos cuenta su territorio, sus vivencias, nos cuenta también el país que somos, los seres humanos que somos, con verdad y literatura.

Cuando descubre para nosotros la soledad, como un estado emocional; la noche, como una atmósfera; y los apegos y las querencias, en el desarraigo de un país que nos acaricia el hombro en otras geografías, lo hace en un tono personal y también colectivo, con el que se explica a sí mismo, pero sabiendo que en el esfuerzo, nosotros, sus lectores, tendremos la oportunidad de reencontrarnos, y, quizás, redescubrirnos a través del alfabeto de nuestro idioma.

“Al fondo, aparece un motorizado… y una perla de malicia ilumina su mirada”, dice en Epidemia, la crónica que abre el libro.

Este detalle es suficiente para ponerle rostro a la violencia que nos embarga.

Siguiendo los usos de la ficción, narra lo que no cuentan las noticias, verdades como si fueran mentiras: las oportunidades perdidas, las conjeturas, los sueños y las ilusiones. Y valiéndose de los recursos de la fotografía, mediante breves descripciones, escoge con tino “el documento de la ciudad” que desea compartir, en narraciones redondas, eficaces.

Se arriesga, a veces, con sarcasmo, ironía y humor, por los territorios de la política. En una época en la que el debate ha perdido profundidad en los medios, las crónicas de Leonardo resultan más reveladoras que las noticias:

“Sí, lo sé, soy un millonario extraño, con la despensa vacía, con perpetuas fallas de luz y con el dólar convertido en pecado”. (Diario de un país, pág. 31 y 32).

Leonardo Padrón nos ofrece esa posibilidad, entregándonos una foto llena de matices, de pliegues, de los intersticios de la realidad. Luego de juntar las vivencias, las recrea encaramado en el andamio de su escritura, poniendo de relieve nuestras propias contradicciones.

“¿Cómo voy a estar pensando en una campaña de valores ciudadanos si el país siempre termina agarrándome el culo?”, dice uno de los personajes.


VI

Hay una crónica en este libro que no puedo dejar de mencionar, pues nos concierne como feria del libro: El bosque las palabras.

Leonardo, como he dicho al principio, es un visitante entusiasmado de nuestra Feria. Desde el año 2002, cuando presentamos su libro Boulevard, nos ha dejado, con cada visita, el redescubrimiento de la realidad con el estallido de su escritura.

En FILUC 2010 fue el lector-escritor encargado de ponerle megáfono al elogio de la lectura.

El pregón, como lo llamó el poeta Eugenio Montejo, autor de la idea, en 2006, anuncia en voz alta el inicio de la celebración de una festividad que, después de 14 años, la tradición ha bautizado como la fiesta de la tinta sobre el papel.

El regalo de entonces, hoy ocupa las páginas de este libro, para inmortalizar con un texto colmado de sus propias reverberaciones literarias, nuestra celebración.

“Leer –dice en esa crónica-, es tener un pasaporte sin pausa. Leer es viajar sin equipaje. Sólo al regreso, se evidenciarán en nosotros las valijas, los trofeos, los recuerdos de la ruta”. (El bosque las palabras, pág.137).


VII

Hay una distancia de más de veinte años entre las primeras crónicas escritas y publicadas por Leonardo Padrón en el libro Crónicas de la Vigilia, (Ediciones de la Academia Nacional de la Historia. 1990), y las crónicas recién publicadas con gran éxito de lectores por Editorial Planeta, que ya reedita su tercera edición.

Entre aquéllas y éstas hay un largo camino de aprendizaje, de lecturas y relecturas, de escritura propia, de lúcida contemplación de la vida.

Para Leonardo Padrón la crónica se ha impuesto como la conquista de la literatura sobre la realidad.






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