viernes, 5 de noviembre de 2010
Elías Pino Iturrieta: “El republicanismo ha topado con el formidable escollo de los personalismos” (entrevista)
Pino Iturrieta: “Cada época se las arregla para resguardar su memoria de la manipulación de los poderosos”. Foto: El Nacional.
El Dr. Elías Pino Iturrieta, vehemente investigador que registra la memoria del país con la escritura de su pasado, es el actual director de la Academia Nacional de la Historia. El entrevistado egresó como Licenciado en Historia de la Universidad Central de Venezuela, en 1962, y obtuvo en el Colegio de México, en 1969, un Doctorado en Historia. En la actualidad también es Director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica “Andrés Bello”, coordinador del Doctorado en Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela; profesor Titular de la Facultad de Humanidades de la UCV, e integrante del Sistema Nacional de Investigaciones del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Venezuela, con el escalafón de Investigador IV. Entre 1995 y 1998 fungió como presidente de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos” (CELARG). Dentro de sus múltiples actividades se registra la de ser un acucioso escritor. Algunos de los libros que lo atestigua son: La mentalidad venezolana de la Emancipación; Contra lujuria castidad, Historias de pecado en el siglo XVIII venezolano; Ventaneras y castas. Diabólicas y honestas; La mirada del otro; Viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX; Fueros, civilización y ciudadanía; Venezuela metida en cintura; País archipiélago, El Divino Bolívar, Ensayo sobre una religión republicana; Ideas y Mentalidadedes de Venezuela; y Nada sino un hombre, este último, un singular análisis referido a cómo Venezuela ha dependido, desde su nacimiento, de la influencia de los personalismos; en una reiterada experiencia, que según su autor, ha colocado al país en extensos trechos de su historia ante el desamparo de verse sometida “al capricho de un individuo convertido en amuleto y en tabla de salvación”.
En la memoria colectiva de los venezolanos el 19 de abril de 1810 palpita como un importante recuerdo, en cuya imagen se retrata el cambio político que modificó los destinos de lo que hasta entonces había sido la Capitanía General de Venezuela.
A raíz de la invasión de España por los franceses, en 1808, y de la abdicación del rey Fernando VII, se originó una crisis española, que había dejado un trono descabezado y a unos súbditos de la corona en completa orfandad en las colonias americanas.
Ante esta situación, en Caracas, se suscitó un movimiento popular que aunque en sus inicios tuvo como objetivo declarar la constitución de una junta suprema que resguardara los derechos del rey depuesto, y ejercer el poder temporalmente, se convirtió luego en un proceso que devino en una gesta que, guiada por civiles, materializó la ruptura con España y la creación de una nueva República.
A docientos años de aquella fecha aún se producen discusiones sobre si aquel abril fue la expresión de un proceso de nacionalidad en formación, o si fue únicamente una acción de auténtica lealtad para salvaguardar una monarquía en crisis.
Para los miembros de la Academia Nacional de la Historia, la discusión quedó zanjada el 5 de mayo de 1909, cuando esta institución aprobó por unanimidad que el 19 de abril de 1810 es la fecha fundacional de la Independencia de Venezuela.
En acuerdo pronunciado por esta institución el 30 de abril de 1909, sobre la significación de la efeméride en la Historia de Venezuela, en una de sus partes quedó expresado que: “El Jueves Santo, 19 de abril, se desplomó en Venezuela el coloso del despotismo, se proclamó el imperio de las leyes y se expulsaron a los tiranos".
“La Academia Nacional de la Historia, -concluyó el acuerdo-, reconoce con los Ilustres Próceres fundadores de la Patria, con el Generalísimo Miranda, precursor de la Independencia, y con el mismo Libertador Simón Bolívar, que la revolución verificada en Caracas el 19 de abril de 1810, constituye el movimiento inicial, definitivo y trascendental de la emancipación de Venezuela”.
Para fijar algunos aspectos en torno al tema, el historiador Elías Pino Iturrieta fue convocado a responder algunas preguntas.
¿Qué argumentos justificaron la ruptura con el imperio español el 19 de abril de 1810? ¿Estaba en la mente de quienes tuvieron la iniciativa, alcanzar la verdadera independencia, o era simplemente una oportunidad para hacerse del poder, en un marco de obediencia a las instituciones de la monarquía?
Los argumentos de 1810 se referían esencialmente a la crisis española, a la acefalía del trono y a la orfandad de los súbditos. Es lo que se observa en los documentos del momento, pero quizá solo se trató de encubrir una necesidad de autonomía cuyos testimonios no escasean desde la segunda mitad del siglo XVIII. Los primeros pasos son ambiguos, pero decididos. Los primeros pasos se anuncian como un tránsito, pero las medidas inmediatamente posteriores remiten a un proyecto de mayor profundidad, a un viaje de mayor aliento.
¿Puede aseverarse que el movimiento del 19 de abril de 1810, es un movimiento absolutamente civil, al que podemos despojar de la presencia heróica de un único actor, civil o militar?
El ingrediente militar del 19 de abril se encarnó en Vicente Emparan, el perdedor del episodio. Los manejadores del teatro portaban levitas y sotanas, sin que sus ideas se hubiesen cocinado en un cuartel. Tomaron en breve medidas de defensa y convocaron alistamiento de tropa, como era natural, pero la orientación predominante fue la de la transacción entre elementos civiles, así en Caracas como en la mayoría de las provincias que secundaron el proceso.
¿Es exacto afirmar que el 19 de abril de 1810 fue el primer referéndum que se celebró en Venezuela? En todo caso, ¿qué tipo de cambios se produjeron en la mentalidad de los venezolanos, como individuos y como sociedad, derivados de ese movimiento?
Creo que el término referéndum no acomoda. Estamos frente a un acto de un reducido y exclusivo elenco de personas que no representaban ni podían representar al resto de la sociedad. La acción de ese elenco apenas sorprendió a la mentalidad de entonces, sin llegar a cambiarla. La metamorfosis sucederá luego, como consecuencia de la guerra que en el momento era apenas una posibilidad.
¿Influyó el 19 de abril de 1810 en los movimienntos que generaron iguales consecuencias en países como Argentina, México, Chile, Colombia? ¿Cómo se explican esas repercusiones en un territorio geográficamente incomunicado?
La influencia del 19 de abril en el vecindario es difícil de demostrar. Se relaciona con el resto de Hispanoamérica porque en sus diversas latitudes ocurren, casi en simultaneidad, movimientos semejantes, de juntismo reformista debido al cual se diseñarán, a mediano plazo, los mapas de las futuras repúblicas.
¿Qué clase de vínculos se pueden establecer entre la conmemoración del 19 de abril de 1810, el 5 de julio de 1811 y la lucha de la gesta de independencia?
La Independencia política encuentra origen en los sucesos del jueves santo. Por consiguiente, el vínculo es obligante y estrecho. La despedida del Capitán General y de los funcionarios metropolitanos permite la deliberación de los criollos, que desemboca en la declaratoria del 5 de julio y en el comienzo de la guerra.
El eje central del 19 de abril de 1810 es el de un proyecto republicano, al que se le atribuye el reconocimiento inicial de conceptos como autonomía, representación, soberanía, república y ciudadanía.
¿Cree usted que Venezuela, como país, al cabo de 200 años de historia, ha podido desarrollar plenamente esos conceptos?
Los sucesos del 19 de abril abocetan el republicanismo, pero no lo expresan a plenitud. Tenemos que esperar al año siguiente para que los principios fundacionales de la república se acojan como asunto imprescindible y formen parte de las vivencias venezolanas. O quizá más tiempo, porque el republicanismo ha topado con el formidable escollo de los personalismos, y del influjo de los fueros y los privilegios ajenos al derecho de ciudadanía, que llega hasta la actualidad.
¿Hasta dónde, y de qué manera, piensa usted que la memoria histórica de un país debe mirarse de nuevo para establecer relaciones con la actualidad, sin que esas vinculaciones se usen para sostener inetereses personales o grupales?
Cada generación forja su memoria, cada época alimenta y cosecha según su talante los recuerdos colectivos, cada posteridad invita a la elaboración de una historiografía nueva y distinta. Pero, también, cada época se las arregla para resguardar su memoria de la manipulación de los poderosos. Los poderosos sólo manipulan el pasado a título provisional, porque no pueden asediar caprichosamente el pasado para derrotarlo o para colocarlo a su servicio, no en balde lo cuidan celosamente sus deudos.
¿Cuál cree usted que es el legado fundamental del 19 de abril de 1810?, y, ¿qué papel le corresponde jugar a las universidades en estas discusiones?
El legado fundamental del 19 de abril fue como el de la primera piedra de un edificio cuyos planos apenas existen en la imaginación, pero sin ese fundamento se hacía imposible la construcción. Pero son temas discutibles, y el mejor lugar para la discusión es la universidad, debido a las herramientas que maneja para la creación de nuevos conocimientos y al imperio de la tolerancia que debe ser su misión y su obligación.
Desentrañar los arcanos de la antigüedad
En el ensayo Necesidad y despotismo de los héroes, de Elías Pino Iturrieta, el historiador trujillano, nacido circunstancialmente en Maracaibo, deja sentado que “entendida como faena académica, la reconstrucción del pasado debe poner a los hombres y a los tiempos en su lugar”. De la afirmación se desprende que la historia, -o mejor-, la historiografía, es un trabajo académico, que “se hace con documentos”. Asevera Pino Iturrieta en el artículo ¿La historia se hace con documentos?, publicado en el diario El Universal el 24 de abril de 2010 que: “La posibilidad de acercarse a sus contenidos no es monopolio de un esclarecido elenco de genios a quienes incumbe desentrañar los arcanos de la antigüedad en términos exclusivos, pero tampoco corresponde al dominio de los advenedizos. El tratamiento de las evidencias de otras épocas no sólo requiere entrenamiento profesional, razón por la cual se ha convertido en carrera universitaria, sino también exigencias de equilibrio, sin las cuales la interpretación de sus contenidos es dominada por la arbitrariedad y puede desembocar en retos escandalosos contra la trayectoria de un pueblo. La trayectoria de un pueblo no depende de las agallas de los individuos que reinan en la posteridad, sino de cómo descubren los historiadores una evolución tal cual fue ella de acuerdo con las conminaciones de cada tiempo, sin anacronismos ni superposición de valores. El análisis documental colinda con el disparate y penetra los pantanos de la falsificación, cuando se ocupan del asunto personas cuya credencial no es otra que la improvisación”.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
TORRE
Ciudad. Foto de José Antonio Rosales.
Cuéntenme una cosa ¿cómo anda el mundo allá fuera? ¿Es verdad que la ciudad ya no va por las calles, y que el transeúnte, común y corriente, resolvió lanzarse de bruces al pavimento?
¿Qué hay de nuevo en los bares y maviles? ¿Se bebe igual, o con menor intensidad?¿Qué se escribe, qué se habla? ¿Hay algún comentario reciente digno de ser multiplicado? O es que acaso Orfeo-Orfeo ha muerto.
Por acá, el encierro es insoportable. Estas cuatro paredes de concreto y cristal asfixian hasta el vértigo, y la altura produce confusión en los pensamientos. Las sombras andan solas, pues la lentitud de los paseantes las dilatan. En los fosas de los ascensores hay inquietud constante. El vuelo de unos pájaros, lanzados en picada desde los sótanos, rasguña el rostro del poco viento que da en la cara.
Ni siquiera la novedad de una vista panorámica de la ciudad desde lo alto, aquieta. Al alma le gusta planear a ras del suelo, cerca de la tierra, porque en lo alto hay que estar atento a los impactos de las balas, sobre todo, las perdidas.
Además, no tengo costumbre por el efecto de unas cervezas a 50 metros de altura. El alcohol es para los hombres de a pie y no para las aves.
En todo caso, y por ahora, desde el nido de los alcones los observo, con la envidia de quien recuerda y extraña la placidez de los pasos. Sobre todo ahora, cuando la muerte ha rondado tan cerca.
Un gran abrazo
Rafael Simón
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
martes, 2 de noviembre de 2010
ENTREVISTA A RAFAEL SIMÓN HURTADO
Rafael Simón Hurtado. Foto de José Antonio Rosales.
Entrevista realizada por los poetas Fáver Páez y Gustavo Montiel para el periódico URTEXT.
¿Qué eres más, periodista o narrador?
Entré al periodismo a través de la literatura. Y la cercanía entre ambos géneros me ha permitido pasar de un espacio al otro, si no con facilidad, por lo menos con frecuencia. Desde la opción del periodismo, la escritura se me revela en la exploración y el registro de los hechos, y su interpretación; desde la literatura, como el uso inventivo de la memoria. En todo caso, como al periodismo no le es ajeno el vuelo de la imaginación, atavío mis escritos en revistas y periódicos, con atuendos tomados en préstamo de la literatura. En mí caso ambos se comparten y se influyen mutuamente, en un juego de erótica lingüística. Periodismo y literatura; por ahí anda la cosa.
¿Has recibido muchas patadas burocráticas en la Universidad de Carabobo?
No muchas. Lo que ocurre, francamente, es que no tengo vocación de subalterno, y este es un problema para quien pretende ser (y hacer) algo más que parte de una organización. Sin embargo, mis compromisos los asumo con responsabilidad, conforme a mi propio tiempo y con absoluta libertad creativa. Tengo un decir: no cumplo horarios, cumplo objetivos, pues mi trabajo no se agota en turnos de 8 a 12 y de 3 a 6. Eso, por supuesto, me ha traído, en ocasiones, algunos inconvenientes con aquellos que asocian el sentido de pertenencia con marcar a tiempo la tarjeta del reloj. Por fortuna para mí, he coincidido con gente que sabe que la clave es la confianza.
¿Cómo vives a Valencia, a las buenas o a las malas?
A las buenas, aunque a veces ella se empeñe en lo contrario. Esta ciudad, aun en medio de sus secretos, sus escondites y sus cielos subterráneos, tiene conectores para el deleite.
Para mucha gente la universidad, más que academia, más que cultura, es política; para ti hoy ¿tenemos una casa que vence a las sombras o son las sombras las que vencen la casa?
Todavía, y pese a los lamentos de que las sombras se han venido acomodando en los espacios de la universidad, ella retiene un método excepcional para integrar virtudes y subrayar claridades. Admítase como ejemplo 50 años de existencia y producción académica, desde su llamada reapertura, aun en medio de la desidia de unos cuantos. Al cabo de todos estos años, la universidad sigue siendo pródiga en ofrecimientos. ¿Cómo no admirar el poder ético de la docencia y la cultura, la mística de quien investiga y el valor de quien se opone con su trabajo a la inercia de los sentidos?
Ahora que has ganado un premio de periodismo nacional, ¿qué piensas de éste y de los de cualquier otra clase que se otorgan en Venezuela?
El Premio Nacional de Periodismo no otorga protección, impunidad ni inmunidad, pero sí puede servir para difundir el trabajo desarrollado con arrojo y dedicación. En nuestro caso, participar tenía como fin darle visibilidad a un esfuerzo que, de otra manera, pasaría desapercibido -aunque un galardón como éste no es a prueba de estos riesgos. Apostar, aun en medio de un espacio que se suponía adverso, confiando exclusivamente en la calidad del producto. La intención, absolutamente institucional, era aprovechar el escenario nacional que brinda el premio, para dar a conocer no sólo el producto editorial y periodístico, sino también el trabajo de investigación desarrollado por la Universidad de Carabobo.
¿Y qué hay de tu trabajo literario; cuándo publicas otro libro; te hace falta publicar?
Es cierto. Esta es una exigencia personal que he pospuesto durante mucho tiempo, y que ha encontrado en el periodismo una válvula de salida. Por ahora lo que puedo decir es que para mí la literatura es una vocación, un destino, que aunque no se refleje en este momento en negro sobre blanco, ensaya las palabras para ser publicadas sin fe de erratas.
Rafael Simón Hurtado. Escritor, periodista. Fue Jefe de Edición de Tiempo Universitario, semanario oficial de la Universidad de Carabobo. Director-editor fundador de las revistas Huella de Tinta, Laberinto de Papel, Saberes Compartidos, los periódicos La Iguana de Tinta y A Ciencia Cierta, y la página cultural Muestras sin retoques. Premio Nacional de Periodismo (2008), Premio Nacional de Literatura Universidad Rafael María Baralt (2016), Premio Municipal de Literatura Ciudad de Valencia, (1990 y 1992). Ha publicado los libros de ficción Todo el tiempo en la memoria y La arrogancia fantasma del escritor invisible y otros cuentos; y de crónicas, Leyendas a pie de imagen: Croquis para una ciudad. Ha hecho estudios de Maestría de Literatura Venezolana en la Universidad de Carabobo.
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