jueves, 28 de junio de 2012

Laberinto de Papel eleva el nivel de la conversación pública (crónica)



Portada y contraportada de Laberinto de Papel, Año 5, No. 5, 2012. Diseño y diagramación, Coralia López Gómez; fotografía de José Antonio Rosales; asesor editorial, José Joaquín Burgos.



Dirección digital: issuu.com/laberintodepapeldigital

Uno de los signos más evidentes del desarrollo intelectual de una nación lo constituyen las revistas culturales que produce. Enunciar, por consiguiente, una revista, de igual modo que una novela, un libro de cuentos o un poemario, es también explicar y comprender el contexto social y cultural como parte de la producción intelectual de una sociedad.

Una revista de índole cultural -ya lo hemos dicho muchas veces-, es un auténtico género literario, en cuanto otorga un protagonismo indiscutible al lector en el proceso de construcción de sentidos; en ella –en la revista-, el funcionamiento del texto se explica tomando en cuenta el fenómeno de la generación textual, el papel del lector que actualiza los códigos de la escritura y cómo el texto mismo prevé esa participación, ocupando un lugar que antecede al libro y profundizando en la materia tratada en la cotidianidad del periódico. Los trabajos publicados en una revista cultural pueden convertirse en una labor que, sobreponiéndose a la improvisación o a la subitaneidad, dan lugar a verdaderos ensayos que predicen un libro.

Como revista editorial, bibliográfica y cultural Laberinto de Papel nació en el año 2002, y registró y trasmitió, en lo que podríamos considerar como su primera etapa de cuatro revistas, lo que había sido producido y divulgado, en fuentes bibliográficas, documentales, académicas, dentro y fuera de la Universidad de Carabobo.

Valiéndose del trabajo realizado por escritores, periodistas y diversos autores, nacionales e internacionales, el lector pudo encontrar, además del placentero y significativo lazo con el texto, aquello que lo vinculaba con un entorno en constante cambio, que lo conectaba con el mundo que precede al objeto libro, en su condición de vehículo cultural.

Han transcurrido seis años desde la última edición de Laberinto de Papel, el número 4, dedicado al exilio, y a la visita del escritor chileno Antonio Skármeta a la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo. Y por razones difíciles de explicar, a pesar de las muchas gestiones realizadas para ver la luz, su impresión no había sido posible, hasta ahora, en 2012, cuando el número 5, dedicado al erotismo, pone de nuevo pie en la página, “para andar el mundo de la cultura, el arte y la comunicación, con vocación de instrumento de diálogo entre lectores, de distintos países y otros continentes”.

Sabemos que las leyes del mercado no son rigurosamente aplicables a la literatura, al pensamiento y al arte, y que las obras culturales han sido casi siempre obras marginales o subversivas, dirigidas a una minoría, obras que encontraron indiferencia y aun oposición cuando aparecieron. Aun así resulta penoso intentar comprender cómo una experiencia editorial exitosa no ha podido encontrar en predios universitarios, el empuje suficiente para emerger del ensimismamiento.

Las revistas culturales, -eso se sabe-, no han sido, ni son un buen negocio. Sus editores no se orientan precisamente por la lógica del máximo beneficio económico. En realidad, el bien alcanzado reside en el campo de lo intangible, pues su razón última es la vocación de crear, de discutir y reflexionar sobre las preguntas que el mundo de la cultura se hace o debe hacerse.

Imagen que da cuerpo

En este aspecto Laberinto de Papel se sostuvo y se sostiene en una línea editorial que analiza, propone y entrevé la participación del lector en la situación comunicativa planteada por el texto, a través de un lenguaje visual que sintetiza, pero que sirve como herramienta para elaborar conjuntos.

La concepción editorial y gráfica parte, precisamente, del empleo de un lenguaje que describe y comunica, y otro -la imagen- que da cuerpo. Sus elementos gráficos, además de apoyar el valor informativo y el tono literario del trabajo publicado, construyen un cuerpo vivo e independiente, a través del diseño y de las imágenes.

El lenguaje de la forma, aunque no tiene palabras, habla directamente con la emoción humana. Se vale del contexto para la comprensión, y mediante la imagen hace una interpretación de ese contexto. Así, cuando miramos el conjunto editorial de Laberinto de Papel, nos introducimos en una experiencia que no necesita conocer una gramática; su fuerza es su coherencia y concreción.

Es uno de los valores agregados de una publicación que sabe que requiere de recursos económicos especiales para su subsistencia.

A la experiencia editorial, bibliográfica y cultural, se añade el abordaje del tema científico, en una gran síntesis, con la que se desea poner “el acento en los acuerdos evidentes entre el arte y la ciencia, en una relación que si bien ha devenido a través de la historia, en altibajos inexplicables, hoy las muestra iguales, equivalentes y complementarias”.

Revista: Universidad

El mayor elogio que le ha sido hecho a la revista, lo pronunció el artista plástico Freddy Ordaz: “A Laberinto de Papel ahora hay que inventarle una Universidad”. Lo dijo para referirse al hecho de que una publicación como ésta, no se parecía a la institución que la creaba. La revista se oponía (y se opone) a la penosa impresión de ver su existencia invadida por el caos y la ausencia de reflexión. Un poco de claridad, otro poco de orden, suficiente jerarquía en la información y belleza en el trato de la imagen, revelan pronto el plano de la arquitectura de la que deseamos estar construidos. De alguna forma lo expresado por Ordaz es uno de los objetivos de la revista: ser propuesta para un tipo de Universidad.

El poeta mexicano Octavio Paz, que fue motor de varias revistas importantes, escribió que una publicación cultural, más que de coincidencias, debe ser de confluencias. Más que una voz única, más que un discurso monocorde, lo que la distingue es un mismo talante y unos criterios éticos y estéticos básicamente compartidos por sus colaboradores. Aglutinan, -decía-, en cada momento las distintas sensibilidades que conviven en una misma generación, en una misma ciudad, en una misma institución. En ellas confluyen escritores y lectores que tienen en común una forma de ver las cosas, y, en definitiva, una misma identidad.

Se constituyen, -pensamos nosotros-, a través de sus aciertos, en una dimensión pública, como la trama que soporta el tejido cultural de una comunidad; y en una dimensión privada, en razón de que son el filtro que cada lector elige voluntariamente para que le cuenten la realidad de una determinada manera, cuando el lector le otorga a la publicación su confianza, creando unas complicidades en las que está en juego no sólo la vida de la revista, sino el crecimiento personal de los lectores.

Entonces, ¿qué nos hace falta para la materialización de estos ideales? ¿Todavía tendremos que convencernos, de que si bien es cierto que la verdadera vida literaria y artística sucede en los textos maravillosamente escritos y en las asombrosas obras de creación, hay que dar noticia de ellos, divulgándolos vívidamente con trabajos de prosa admirable en publicaciones que demuestren el respeto también por el lector?

El recipiente de rasgos formales que la definen, y la línea editorial de Laberinto de Papel, ya han probado su capacidad para alcanzar el grado de afectación suficiente de las emociones y sensibilidades intelectuales y estéticas de los lectores.

Este número 5 de Laberinto de Papel, -dice su editorial-, penetra en algunos elementos que nos aproximan al tema del erotismo, sin agotarlo; a través de la experiencia plástica del doctor José Moreno, profesor de la Universidad de Carabobo, en el reportaje sobre su obra “Yo hago la pintura y la pintura me hace”; en el repaso histórico del escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, en La necesidad estética del amor; en la historia que retrata el cuerpo humano desnudo por más de un siglo de determinismo óptico, a través del análisis del periodista peruano Giancarlo Huapaya Cárdenas, en Historias de desnudeces; mediante las relaciones descubiertas entre erotismo y literatura, por el escritor colombiano Harold Alvarado Tenorio, y el escritor peruano Mario Vargas Llosa; en el contrapunto entre eros y razón, del profesor de la Universidad de Carabobo, Ángel Orcajo; en la selección de poetas fundamentales que exploran la noche del cuerpo, mediante textos que revelan al español como la lengua erótica por excelencia; y en el portafolio de fotografía erótica actual, que penetra el laberinto de las anatomías femeninas y masculinas para ir tras el hallazgo visual de las luces y sombras que moldean y otorgan volúmenes a la geografía del cuerpo, en trabajos sugerente e inspiradores de artistas procedentes de México, Chile, Estados Unidos, España, Francia y Venezuela. También, un reportaje dedicado a los 40 años de la Galería Universitaria “Braulio Salazar”, y ensayo del crítico de arte Gabino Matos sobre el 38 Salón Nacional de las Artes del Fuego.

Le corresponde ahora a la Universidad de Carabobo entender la necesidad de otra lógica financiera para respaldar estas iniciativas, menos dispuesta a aceptar la degradación de la sociedad, el rebajamiento del lenguaje y la sindéresis; que encuentre fórmulas para que lo masivo subsidie la calidad, mediante una obligación económica que tenga como destino elevar el nivel de la conversación pública como interés social.


Rafael Simón Hurtado
Director-Editor