Foto de José Antonio Rosales.
¿Qué es para ti la ciudad donde vives?
La ciudad donde vivo sigue siendo, más o menos, el cuartel de hace 450 años.
¿Con cuál flor la comparas?
No tiene porque ser como una flor. La ciudad soñada no incluye complejos. Pero tendrá la flor.
¿A qué huele?
Por la mañana, sin decir que sea un olor, siento en el ambiente una mezcla (cualquier mezcla desagradable), compuesta de unos llamados perfumes franceses, perfumes de aquí y de otras partes. Yo me traslado por esta ciudad, comúnmente, en camioneta y en el metro. Al mediodía la ciudad me huele a pan seco. Por la tarde, francamente, no sé a que huele la ciudad porque no la habito, de la manera que habría que hacerlo para olfatear profundo su acidez o dulzura. Por la tarde, si vas a mi casa, me encuentras comiendo mango, recostado de la brisa o al árbol de las ardillas, que es el mismo mango. Y por la noche, la ciudad huele absolutamente a mí en sus primeras horas, después y hasta el amanecer la noche de la ciudad huele a los juntos debajo de la cobija.
¿Cómo suena?
Como todas las ciudades del mundo: un motor encendido. Ese ruido es olvidado. Como si ya no se escuchara, nos atrevemos a hablar, no contra el ruido, sino contra nosotros mismos. No hay ruido particular en la ciudad ni hombre particular, pero el producido por un disco esmerilando una lámina de acero me gusta y el sonido de todos cuando hablan dentro de la camioneta que nos transporta, las voces reunidas en una sala de comensales y la música que sale de la escoba cuando barren las hojas de la plaza pública.
A veces un graznido de orihuelo es lo que se oye. Siempre la lluvia.
Si fuese un libro ¿cuál sería su tema?
Sería político.
Si fuese una comida ¿qué ingredientes tendría?
Siento nauseas.
¿Qué ciudadano la habita?
Un ciudadano que no ve para los lados ni se mira las manos. Ciudadano ajeno, desterrado, que ambiguamente busca un lugar para sentarse y poder anhelar, soñar el espacio que no es ese donde está.
Si tu ciudad fuese una vulgaridad ¿cuál sería?
Valencia.
Si fuese un grafiti ¿qué diría?
Diría: Universidad quiero estar lejos de ti.
Cuándo estas lejos ¿qué es lo que echas de menos de tu ciudad?
No es negable que mi casa sea de la ciudad ni tampoco el único lugar que llevaría conmigo de viaje. Lejos, echo de menos mi casa y quiero volver siempre, siempre, así sea el sol así sea el fuego.
Si tu ciudad fuera un personaje de novela ¿cuál sería?
Valencia no llega a ser un personaje de novela, pero si es la novela de malos personajes.
Cuando estas lejos, qué es de lo que más presumes de tu ciudad?
Ustedes conocen el cerro de San Blas: el que está frente a la redoma. Redoma le decíamos hace treinta años, ahora es El elevado. Ese cerro, señores, es el que me hace ser “más que otro”. Saber que está ahí todavía, como hace 40 años, me enorgullece y me ponen con la echonería a millón. Saben, yo lo subía y bajaba en media hora para dejar caer sobre mi cabeza 50 periódicos y salir corriendo a venderlos en el centro de la ciudad.
Si tu ciudad fuese una expresión criolla ¿cuál sería?
Pajuata.
Si tuvieras que mostrar un rincón especial de tu ciudad a un turista ¿qué enseñarías y por qué?
Los turistas. ¡Qué extrañas personas son?
Si tuvieras que hacer un regalo producido en tu ciudad ¿qué regalarías y por qué?
Mi mamá hizo conservas de coco: se ralla el coco, se mezcla con azúcar y un poco de agua, luego se echa al caldero, se le da paleta, se deja al fuego. Mi mamá se acercaba al caldero y tomaba un poquito para probar. “Ya cogió el punto” decía. Vaciaba la melcocha sobre una tabla, la extendía y dejaba enfriar, para luego cortarla en cuadritos. Mi mamá ponía cada conserva en una hoja grande de limón y llenaba una bandeja. Yo era quien la salía a vender, y a mí era a quien le tocaba las sobras del caldero. De esa exquisitez daría yo a quien desee probar delicias. Porque nada más sabroso existe.
A tu ciudad ¿qué le sobra?
Le sobro yo y unos cuantos amigos, con quienes ya hay conversaciones adelantadas para uno de estos días partir.
¿A tu ciudad qué le falta?
Esta ciudad no es mía. Pero le faltan perros, gatos, gallinas, patos, pavos, iguanas, ardillas, cotejos, caballos, culebras, chicharras, pájaros, loros, guacamayas, guacharacas, garzas, monos…, todos esos animales que me acorralen, y de seguro habrá canto y de nuevo crecerá el monte y también la flor, el fruto. Comeremos y beberemos todos sobre un territorio que no será de nadie.
Por favor, díganos ¿quién es usted y cuál es su ciudad?
Soy Luis Cedeño. Soy hijo de Manuel e Isabel. Soy de solar. Soy bofeteado en Primaria por curas. Soy conservero, betún, cargador de bolsas, vendedor de periódicos. Soy ladrón de pan dulce cuando de madrugada me tocaba llevar el maíz a moler y veía en la puerta del abasto de José la bolsa de pan. Soy pelea de nueve años a los 13. Soy muchacho tirado en el depósito de una licorería:” seleccionador de marcas de whisky,” dice el dueño. Soy oferta de unos italianos a unos españoles, porque yo era fuerte y hacia de todo. Soy pasacoleto de zapatería. Portero de todas las salas de cine de Valencia. Soy estudiante. 93 veces novio. Soy maestro. Esposo de Marlene. Papá de Surrù y de Mariana. Soy cuentero. Soy escritor. Performancero. Pintor y “chatarrero de los basureros” Zanquero. Monociclero. Teatrero. Llorón. Juguetero. Muñequero. Abuelo revolucionario. Amigo y recordador, así sean nostalgias, así sean risangas.
No tengo ciudad.
Luis Cedeño. (Valencia, 1953). Cuentacuentos, maestro, fotógrafo, narrador, poeta y amigo. Es egresado de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo. Ha publicado: Gatero y yo (ediciones La Letra Voladora), Pensamientos de los pájaros tiernos (poemas), Soy la muchacha que desvalija carros en la Calle B (Mención Cuento 2do. Concurso Literario “Arístides Rojas” 1999, Contraloría General de la República). Es Premio del Concurso de Cuento Radial “Panchito Mandefúa”, de la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”, patrocinado también por la radio universitaria 104,5 FM con la historia Radio Cuento. Acerca de él mismo dice: “Nací en el barrio “Los Taladros”. Entre los siete y los 13 años pelié 713 veces. Estudié en la escuela La Salle, la gratuita, y en la Normal "Simón Rodríguez”. Fui vendedor de conserva de coco, cargador de bolsas, recogedor de plátanos y cebollas podridas en la calle “Girardot”. Maestro de escuela. Me gusta decir que soy maestro más que licenciado. Hijo de Isabel Cedeño y de Manuel Martínez. Esposo de Marlene. Papá de Grenchi y de Mariana. Escribo. Pero por sobre todas las cosas vivo. A eso he venido. Conseguí tener una bicicleta de reparto y un maletín de médico antiguo. De vez en cuando salgo y echo unos cuentos”.
¡Qué bonito está esto!
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