domingo, 8 de enero de 2012

Finisterre


Foto de Rafael Simón Hurtado

La profecía de la proximidad del fin del mundo, conforme al llamado calendario de la cuenta larga mesoamericano, anuncia que el mundo, tal y como lo conocemos, termine de forma catastrófica al final del año que acaba de comenzar.

Como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, los temores sobre el fin del planeta tierra se reproducen ancestralmente, pero esta vez, a diferencia de otras épocas, los medios de comunicación multiplican hasta la desmesura las nuevas olas de inquietud.

La predicción ha servido para todo.

Programas de televisión proclaman la catástrofe en canales tan reputados como Discovery, History o National Geographic. Las pantallas se llenan de profecías religiosas, bíblicas, profanas, de iluminados anónimos o de ilustres personajes, para poner de relieve cómo la escasez de recursos, el calentamiento global, la desaparición de especies, los maremotos, los tsunamis, las enfermedades, la crisis económica, las guerras, son las señales que justifican el fervor apocalíptico.

Sitios en Internet desmienten o confirman, según los intereses y creencias de quienes las fundan, las predicciones sobre el final.

Agendas y guías ofrecen orientaciones y recomendaciones para la “supervivencia del último ser humano”; en el Ártico se ha creado la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, para preservar varias toneladas de semillas de todo el mundo; y países enteros han creado desde rutas turísticas para compartir el origen del mito, hasta búnkeres destinados a salvaguardar la vida de quien sobreviva…

Durante siglos han sido muchos los vaticinios que han hecho la advertencia. Cristianos, musulmanes y judíos coinciden en sus libros sagrados en que un día, tras multitud de penalidades, vendrá Dios –cada Dios-, a dar por finalizada la existencia de una manera u otra.

Como tema común de otras mitologías, nombres de varios conceptos y topónimos se han referido al acontecimiento como una letra pendiente en la historia de la Humanidad: Land´s End, Finisterre o Madagascar.

El trabajo de ilustres artistas y pensadores, se ha detenido en el estudio de esta inquietud humana en diferentes períodos históricos: Leonardo Da Vinci, Michel De Nostradamus, Isaac Newton.

Y grandes civilizaciones se han preocupado por controlar su destino prediciendo su futuro: la Gran Pirámide de Giza, en Egipto; el Oráculo de Delfos, en Grecia; o las mismísimas profecías mayas, en México y Guatemala

Mientras para algunos lo señalado representa la extinción entera de todo ser humano sobre la tierra, para otros, el significado hay que buscarlo en la posibilidad de ascensión a un nivel superior o a un cambio radical en la manera de vivir.

Ahora bien, ¿a qué cuenta de calendario se refiere esa predicción que ha ocupado todos los medios de comunicación y ha generado en el entorno global más que una expectativa, una inquietud? ¿De acuerdo a cuál almanaque debemos suponer la tragedia o la gloria del 21 de diciembre de 2012 que plasma el llamado calendario de la cuenta larga de Katun?

Para los chinos el 2012 es el año 4710; para los musulmanes, el 1434; para los hebreos, el 5773; para los persas, el 1392…, etc.

El fin del mundo ya ha ocurrido otras veces: acabando con más de la mayoría de las especies vivas del planeta, y poniendo un fin repentino a grandes y gloriosas civilizaciones, por lo que si volviese a ocurrir, conforme a esas documentadas experiencias, no podría estar "bajo el control de nadie".

Lo que sí queda absolutamente claro es la posibilidad de controlar el exceso y la desproporción que se ha convertido en un signo de nuestros tiempos, y que transmitido por los medios de comunicación, han dado lugar a una suerte de profecía autocumplida, pero en las pantallas de televisión.

Si hay algún riesgo de que la Humanidad desaparezca, es por ser víctima de sí misma, de su propia mano, de sus propias desmesuras y sus malos augurios.