viernes, 27 de mayo de 2011

DEFINICIÓN



En Literatura es importante lo que el lector hace con lo escrito, y lo que lo escrito hace con el lector.

martes, 24 de mayo de 2011

FICCIÓN SÚBITA



Esperando el fin del mundo, se quedó dormido.

miércoles, 11 de mayo de 2011

El poder pedagógico de la metáfora


El silencio de los rieles. Foto de Martin Gallino.

Recientemente, no sé porqué,recordé el tren del cuento del escritor mexicano Juan José Arreola, El Guardagujas, escrito en 1952

En el relato de Arreola, un empleado del sistema ferroviario, mediante la analogía y la metáfora, le describía a un pasajero extranjero, un servicio de tren en donde imperaba la exageración, el absurdo y el imposible.

Allí, ese pasajero, que llegaba a la estación con la idea de viajar a un determinado destino, había adquirido un boleto de tren, con el que se disponía a abordarlo.

Luego de los trámites de rutina, y de recuperar el aliento por la fatiga del camino, se dio cuenta de que había llegado justo a la hora en que el tren debía partir.

Cuando quiso sobreponerse de su desánimo, pensando en que había perdido el transporte, un empleado del sistema ferroviario quiso ayudarlo, ofreciéndole información.

Luego de interrogarlo sobre su tiempo de permanencia en el país, el operario le hizo comprender al viajante que la organización del sistema de trenes en su país no había sido ordenada debidamente. En su breve explicación, el extraño empleado, hizo pasar al peregrino del desánimo a la reanimación, del encandilamiento a la consternación, y de allí a la resignación.

El guardagujas, empleado del ferrocarril, describió un régimen de servicio de transporte en donde gobernaban las fallas y la incapacidad, en el que los pasajeros adquirían su boleto esperando subirse a un tren, que, en realidad, no ofrecía ninguna confianza en el cumplimiento de los horarios ni brindaba garantías de llegada a los lugares de destino.

Es un sistema ferroviario, -le hizo saber el funcionario-, que sólo se comprometía con la esperanza, -futura y remota-, del arribo; con unas oficinas en las que la burocracia organizaba únicamente la publicación de los itinerarios y la expedición de los boletos, pero no aseguraba, -de acuerdo al cuento de Arreola-, que los convoyes cumplieran con las rutas y los destinos indicados y contenidos en las guías, y pasasen efectivamente por las estaciones.

A los habitantes de aquel país, sólo les quedaba resignarse a la espera. Mientras tanto, debían aceptar las irregularidades del servicio, pues su patriotismo les impedía cualquier manifestación de desagrado.